La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, salió de la sombra del presidente Joe Biden en las últimas semanas como parte de un esfuerzo para persuadir a los votantes que les concedan un segundo mandato.
Harris recibió al rapero Fat Joe en la Casa Blanca para hablar de la reforma de las leyes sobre la marihuana, visitó una clínica de abortos, pidió un alto el fuego en Gaza en el histórico puente de Selma, en Alabama, y recorrió la escena del tiroteo en la escuela de Parkland, en Florida.
La evolución del papel de Harris se da en un momento en que los demócratas progresistas estadounidenses critican a Biden por su postura proisraelí y las encuestas le muestran en una reñida carrera contra su rival republicano Donald Trump. Los votantes de izquierdas cuestionan la edad y el liderazgo de Biden, un problema al que Trump no se enfrenta con su base.
Harris, de 59 años, está abordando temas más candentes, con más frecuencia y de forma más directa que Biden.
Biden ha defendido el derecho al aborto, pero haciendo hincapié en las mujeres cuyas vidas corren peligro, y lo ha calificado de asunto “profundamente privado y doloroso”.
Harris, en cambio, durante una visita a Planned Parenthood en Mineápolis, que se cree que es la primera vez que un vicepresidente en ejercicio visita una clínica de abortos, describió el aborto como una parte básica de la atención sanitaria de la mujer en términos vívidos.
“Cuestiones como los fibromas -podemos ocuparnos de ello-, las pruebas de detección del cáncer de mama, la atención anticonceptiva (…) ése es el tipo de trabajo que se realiza aquí, además, por supuesto, de la atención al aborto”.
En Selma, pronunció los comentarios más contundentes hasta ese momento de cualquier funcionario estadounidense sobre la ofensiva de Israel contra Hamás: “Dada la inmensa escala de sufrimiento en Gaza, debe haber un alto el fuego inmediato“.
Su uso de la palabra “alto el fuego”, un término que los demócratas de izquierdas estaban tan ansiosos por oír que se había convertido en un grito de guerra, fue aplaudido por algunos, aunque otros exigieron que también fuera acompañado de cambios políticos. Harris también instó a Israel a hacer más para aliviar lo que calificó de “catástrofe humanitaria” en Gaza.
“No hay duda de que la vicepresidenta ha tratado de llevar la conversación sobre Gaza a un lugar más empático, pero la introducción de un nuevo lenguaje queda en nada cuando no hay pruebas de que esté impulsando un cambio político más significativo”, dijo Abbas Alawieh, un alto cargo de una campaña que insta a los votantes a protestar contra Biden con papeletas “sin preferencia” en las primarias demócratas.
“Tiene que presionar más a Biden para que cambie la política estadounidense”.
Asesores y exasesores de Harris refutaron la idea de cualquier diferencia con la política de Biden, y dijeron que es una diferencia de tono y énfasis. Las iniciativas de Harris son un reflejo de áreas de interés que, en algunos casos, se remontan a su época de fiscal.
“Ha estado a la vanguardia de algunas de las cuestiones más importantes a las que se enfrenta el país, y ciertamente las que van a ser determinantes en las elecciones”, dijo Dave Cavell, antiguo redactor de discursos de Harris.
Biden no puede hacer hincapié en las cuestiones culturales que dividen al país sin alienar a los votantes más conservadores que necesita para ganar, afirman antiguos y actuales colaboradores. Como “líder de coalición” de los demócratas, debe centrarse en las cuestiones económicas fundamentales que influirán en los centristas.
Harris, la primera vicepresidenta negra, asiática y mujer, en cambio, adopta un papel pugilístico, con una gira de “Lucha por las libertades reproductivas” y una gira universitaria de “Lucha por nuestras libertades”, además de hablar de economía.
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