Hélène Carrère d’Encausse: “La guerra en Ucrania puede ser el principio del fin de Putin”


Hélène Carrère d’Encausse (París, 92 años), decana de los historiadores de Rusia en Francia y quizá en el mundo, es recordada todavía por haber anticipado en su libro L’empire éclaté la caída de la Unión Soviética con 13 años de antelación. Este miércoles, en un salón con vistas al Sena de la residencia oficial que ocupa como secretario perpetuo (ella insiste en usar el género masculino en su cargo) de la Academia francesa, lanzó otra predicción: “Pienso que esto puede ser el principio del fin para Vladímir Putin”, dijo refiriéndose a la invasión rusa de Ucrania a EL PAÍS y otros diarios del grupo LENA. “Incluso diría que hay muchas probabilidades de que sea el principio del fin, sin saber dónde está el fin”.

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Carrère mantiene la mente lúcida, habla sin eufemismos –sobre Rusia o, como jefa de la Academia, sobre la escritura inclusiva, que detesta– y combina la mirada de la estudiosa con la de quien mantiene un vínculo íntimo con los rusos y su viejo imperio. Su madre era rusa. Su padre, georgiano. El nombre de nacimiento de ella es Hélène Zourabichvili (Carrère es el apellido de su marido y el hijo de ambos es el célebre escritor Emmanuel Carrère).

Desde los años sesenta, Carrère d’Encausse ha publicado decenas de libros sobre este mundo. El más reciente, Alexandra Kollontaï, la walkyrie de la Révolution. Al mismo tiempo, ha frecuentado a sus líderes y ha intentado explicar sus motivaciones en su país. En el año 2000, nada más acceder al poder, Putin la convocó al Kremlin y hablaron dos horas, cara a cara, sin intermediarios.

Como otros expertos en Rusia, Carrère d’Encausse creía haber entendido al presidente ruso, y de ahí que, como muchos, nunca creyese que fuese a ordenar la invasión de Ucrania. Una semana después, los avances rusos son lentos, Ucrania resiste y Rusia afronta sanciones masivas y el aislamiento internacional.

Con su mirada de historiadora, Carrère d’Encausse se indigna por el discurso de Putin para justificar la invasión, discurso en el que el ruso negaba la existencia de Ucrania como nación y que, según ella, es “aberrante desde el punto de vista histórico” y “un tejido de tonterías”. Lo que le sorprendió en la decisión de Putin de atacar al país vecino fue que, en su opinión, llevaba 20 años calculando bien sus movimientos y ahora no ha medido las consecuencias de sus actos.

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“La ruptura con Ucrania es una tragedia rusa: no es la guerra de Afganistán”, dice en alusión al conflicto que se desarrolló entre 1979 y 1989 y que contribuyó a la caída de la Unión Soviética. “Pelear contra los afganos es una cosa, pero pelear contra los hermanos… Cada familia rusa tiene un ucranio, cada ucranio tiene un ruso en la familia. La ruptura es aberrante para Rusia. Y hay una ruptura geopolítica. Esta aventura es un fracaso total. Era inimaginable”.

La mesa en la que Vladímir Putin recibió a Emmanuel Macron el pasado 7 de febrero en Moscú.Efe

El modelo de Putin al invadir Ucrania, continúa, era la invasión de Checoslovaquia en 1968. “Las tropas del Pacto de Varsovia entraron y no pasó nada. Manifiestamente se dijo: ‘Será igual”, reflexiona. “Pero subestimó a los ucranios. Los toma por gente de segunda categoría, no como un verdadero pueblo inteligente y con un sentimiento nacional. Es su fracaso intelectual personal. Además, ha quedado marginado entre las naciones.”

Ahora, dice la historiadora, Putin afronta un descontento en la propia Rusia. Es minoritario, pero no hay que despreciarlo. “Hay exasperación, un sentimiento de que algo debe ocurrir”, afirma. “Lo que falta son figuras a las que la sociedad pueda escuchar. No hay figuras morales. Los rusos están acostumbrados a tenerlas. [El escritor] Alexander Solzhenitsin lo era, aunque el poder soviético lo condenase. Nadie encarna esto hoy”.

Carrère d’Encausse no duda en adentrarse en interpretaciones psicológicas para entender a Putin. Recuerda la imagen de la mesa alargada en el Kremlin donde el 7 de febrero recibió al presidente francés, Emmanuel Macron, con cinco metros de distancia entre ambos mandatarios. “Al parecer tiene un problema: el miedo a a la covid”, apunta la historiadora. “Y hay cosas que dan que pensar. Su físico. Quizá hay cortisona o algo así, pero también otra cosa. El señor [Silvio] Berlusconi [ex primer ministro de Italia] le metió en la cabeza que era una buena idea estirarse el rostro, el lifting. Mírele, no puede mover un músculo. Tiene esta obsesión grotesca por ser otro hombre, lo que indica una inquietud con el tiempo, con la imagen. Tiene una personalidad cada vez más perturbadora. Este tipo que pasaba el tiempo montando a caballo y nadando, de repente se mantiene a 10 metros de la gente por miedo a contagiarse de la covid, cuando hay vacunas.”

Más allá de su personalidad, Carrère d’Encausse cree que con esta guerra el presidente ruso se ha deslegitimado ante su país. “Era el hombre que había restaurado la potencia y la respetabilidad de su país. La respetabilidad ha volado en pedazos. Cuando a usted le condena toda la comunidad internacional, ya no es respetable. La sociedad le reconocía que ser ruso era algo aceptado, respetado, admirado quizá por la cultura, por todo esto. Y nada”. Y añade: “Lo que era la base de su legitimidad –él era el hombre que había asegurado la reconstitución de Rusia [tras la desintegración de la URSS y la crisis de los años 90] y de su lugar internacional– ha volado en pedazos, y esto no se puede reparar”.

Tras más de una hora de conversación, Hélène Carrère d’Encausse se levanta del sofá y sopesa el futuro de Putin. “¿Cuándo? ¿Cómo? No lo sé”, concluye. “El fin de la Unión Soviética también fue una sorpresa”.

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