La noche del domingo, en Pekín, entre las cabezas de los cientos de manifestantes que arremetían contra las medidas antipandémicas asomaban decenas de folios, los agitaban al aire con cada grito, los mostraban ante las cámaras, los alzaban frente a la barrera de policías que bloqueaba su paso como si fueran pancartas poderosas. Pero eran meras hojas vacías, vulgares DIN-A4 sin nada escrito. Algo tan sencillo como un papel en blanco. Las protestas, una de las mayores muestras de descontento en China durante la era de gobierno de Xi Jinping, han tomado este inesperado mensaje cargado de simbología para exhibir su furia frente a la férrea política de cero covid a la que se aferra el presidente.
El folio sin nada es una referencia evidente a la dura censura del país, que suele actuar de inmediato para eliminar cualquier mensaje de desobediencia, y también una forma irónica de hacer notar la ausencia de libertad de expresión. “Básicamente significa que protestamos contra la censura de China”, explica uno de los manifestantes que estuvo junto al río Liangma en la convocatoria del domingo por la noche en Pekín. “Se refiere al hecho de que nunca hemos tenido libertad de expresión y democracia. Como ciudadano en China, no se nos permite hacer ningún comentario sobre cualquier problema político, especialmente si es negativo o si es para cuestionar”.
A medida que se han extendido las protestas, en redes sociales como Twitter ha cobrado vida la etiqueta “A4Revolution”. El folio en blanco es de algún modo un símbolo universal con ecos que incluso remiten a la libertad plena de los creadores.
Su uso no es una novedad autóctona exclusiva de las protestas anti covid cero. En 2020, lo usaron los disidentes de Hong Kong para evitar los eslóganes prohibidos bajo la Ley de Seguridad Nacional aprobada en junio de aquel año, que prevé cadena perpetua para quienes planeen actividades “terroristas”, “sediciosas” o “subversivas”.
Esos mismos folios en blanco regresaron el lunes a Hong Kong, pero cargados con un nuevo significado: cuando las autoridades chinas respondieron con un intenso despliegue policial en puntos críticos de Shanghái y Pekín, la isla tomó el relevo y allí volvieron a verse imágenes de activistas con las hojas en ristre.
Su uso también se extendió en Rusia al poco de que el Kremlin decidiera invadir Ucrania en febrero. Los disidentes chocaron muy pronto con la dura represión del régimen de Vladímir Putin, que impedía la difusión de toda información contraria o discrepante del relato oficial. En marzo, un ciudadano ruso salió a la calle con un folio en blanco y acabó detenido después de protagonizar un absurdo diálogo con la policía, propio de El proceso, de Franz Kafka: “Le exijo que detenga su actividad ilegal”, le espeta un agente, tras enunciar una ristra de normativas que está incumpliendo por no portar ningún mensaje. “Voy a seguir”, replica el manifestante. Y dos antidisturbios se lo llevan de inmediato.
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Con el folio en blanco la ausencia de mensaje es el mensaje, una forma de resumir algo tan simple como lo que reclaman algunos manifestantes: “Queremos recuperar una vida normal”, decía en Pekín un joven estudiante de 22 años que se hace llamar Peach para no ser identificado. El chico llevaba bajo el brazo un paquete de folios, que había ido repartiendo a los congregados. A cualquier recién llegado con las manos vacías, otros le ofrecían enseguida una hoja. Muchos la aprovechaban también para cubrirse el rostro y evitar así ser reconocidos en las imágenes. En las protestas, además de prensa internacional, había un buen número de efectivos de seguridad registrando cada movimiento.
Al ser interrogado por el significado de los papeles vacíos, Peach prefirió no responder de inmediato en el fragor de la protesta, sino con un mensaje de texto algo después: “Espero que, al igual que la gente piensa en LGBT cuando ve la bandera del arcoíris, también pueda pensar en las diversas voces que se han quedado en blanco por la censura”, escribe en la medianoche del domingo. “Repartir papel blanco no es solo una expresión, sino también una especie de protección, porque solo el espacio en blanco puede evitar ser acallado, y el vacío y el blanco también se corresponden con nuestras demandas: la libertad y la vuelta a la vida cotidiana”.
Los chinos acumulan una amplia experiencia en sortear la censura. Sus soluciones son a menudo ingeniosas y de una imaginación sorprendente. Al escribir en redes sociales adaptan palabras sensibles para evitar que sean detectadas por los censores en línea. Así, para hablar del movimiento Me too, por ejemplo, los internautas usaban los caracteres 米 兔, que en chino se pronuncia “mǐtù”, lo cual coincide fonéticamente con el nombre del movimiento, pero cuyo significado en chino es “conejo de arroz”.
La vigilancia y el control es tan intenso en el país que trasciende la esfera digital. En público, muchos evitan pronunciar el nombre del presidente, Xi Jinping, y se inclinan por fórmulas como “el que todos sabemos”, el “innombrable” o “el de arriba”, que recuerdan a Harry Potter hablando con sus amigos de Lord Voldemort.
En las protestas no todos alzaron folios en blanco. Algunos estudiantes de la universidad Tsinghua, en Pekín, llevaban escritas en ellos ecuaciones del economista Milton Friedman, cuyo apellido suena en chino como “free man”, esto es: hombre libre. Y de forma paradójica, en las manifestaciones se ha escuchado también a menudo el himno chino, por su poderoso mensaje antiesclavista. Los coros suelen cobrar fuerza cuando llega la parte en que la letra exclama: “¡Levantaos! ¡Levantaos! ¡Levantaos!”. Momento en el que muchos elevan los folios en blanco para subrayar con un mensaje vacío pero cargado de significado su rechazo al cerrojazo antipandémico.
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