Hombre sin alma, citas a Tolstoi: Putin y Biden, dos viejos adversarios


La primera vez que Joe Biden se reunió con Vladímir Putin, allá por 2011, el estadounidense trató de bucear en la gélida psicología del entonces primer ministro ruso. Aquel encuentro no fue bien; no lograron ningún pacto sobre un acuerdo antimisiles y la cita acabó con un intercambio para la historia que Biden, entonces vicepresidente de la Administración de Barack Obama, recuerda en uno de sus libros. Hacia el final de la reunión, Putin pidió a Biden que echara un vistazo a su despacho, muy lujoso. Mirando hacia arriba, el estadounidense dijo: “Es impresionante lo que puede hacer el capitalismo, ¿verdad?”. Luego bajó la vista y añadió: “Señor primer ministro, le estoy mirando a los ojos, no creo que usted tenga alma”. Putin sonrió a Biden y respondió: “Nos entendemos”.

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Este encuentro marcó la que sería una complicada relación entre los dos. Dos titanes de la política. Antagonistas. Putin, el antiguo espía del KGB soviético hecho a sí mismo que ha pasado a ser uno de los hombres más poderosos del mundo y que se da un halo de zar, y el político veterano que, picando piedra, ha alcanzado la cima al final de su carrera.

Biden, de 78 años, tiene una prolongada carrera política a la espalda, especialmente baqueteada en política exterior, no solo por su papel como vicepresidente de Obama (2009-2017), sino como presidente del Comité de Exteriores del Congreso de Estados Unidos. Si Putin encontró en el expresidente Donald Trump a un agente disruptivo, un outsider de la política, impulsivo y heterodoxo, ahora se las ve con un hombre que es la quintaesencia del establishment de Washington. El demócrata hace bandera de la cordialidad, aunque si con alguien ha perdido las formas ha sido precisamente con el presidente ruso.

Putin, de 68 años, lleva 21 años en la política —entre su etapa de primer ministro y de presidente–, tiempo en el que ha visto pasar a cinco jefes presidentes de Estados Unidos —y podrían ser todavía más: un cambio legal le abre la vía para perpetuarse en el poder hasta 2036—. El líder ruso ha pasado de mostrarse como el hombre fuerte del país, en coreografiadas fotografías e imágenes difundidas en todo el mundo, nadando a mariposa en el mar o cabalgando con el torso descubierto, a otras mucho más conservadoras como padre de la nación. Aunque siempre conservando el tono duro de sus inicios. Ese tono que introdujo en la política rusa expresiones de la calle como “liquidar”. Putin trata de mantenerse en los libros de historia nacionales como un guardián del alma rusa. Un alma que Biden no le atribuye.

Putin comentó ayer en la conferencia de prensa tras la cumbre con el presidente estadounidense en Ginebra (Suiza) que no recordaba la anécdota de su encuentro de 2011 y la referencia a su alma. Tampoco parece molestarle la opinión de su homólogo sobre su vida interior porque de hecho suele recurrir a citas del escritor León Tolstoi, precisamente el que mejor ha novelado el alma rusa, y a otros literatos para ilustrar sus conversaciones políticas . El líder ruso, que es de los que prefieren que le teman a que le estimen, elogió ayer la “profesionalidad” de Biden, un hombre “mesurado y con experiencia” y que aprecia la familia. “Esto muestra la calidad de sus valores morales. Hablamos el mismo idioma. Y nuestra relación es siempre pragmática”, aseguró el ruso.

Además de remarcar la ausencia de alma, el hoy presidente de Estados Unidos también ha considerado públicamente que su homólogo ruso es un asesino. Lo hizo el pasado marzo en una entrevista en la cadena televisiva ABC. “¿Cree que Vladímir Putin es un asesino?”, preguntó el periodista George Stephanopoulos, y Biden respondió: “Sí, lo creo”. Putin se burló de aquellas palabras apostillando con un refrán ruso que dice que “el que lo dice lo es”. E inmediatamente deseó al estadounidense “buena salud”. Algunos analistas vieron en sus palabras una fina ironía por la edad de Biden, de 78 años, y lo mucho que se ha hablado de sus supuestos achaques; otros vieron una referencia velada a los envenenamientos a enemigos de Putin atribuidos por los servicios de inteligencia de varios países occidentales al Kremlin; el último, este verano en Siberia, que afectó al líder opositor ruso Alexéi Navalni.

El estadounidense evitó compartir rueda de prensa con Putin, muy consciente de las emboscadas que le podía tender. El líder ruso, que se maneja especialmente bien en las distancias cortas, utiliza sus habilidades de antiguo espía para jugar con las debilidades de sus adversarios, como cuando en una cumbre con Angela Merkel hizo entrar en la sala a su enorme labrador negro conocedor de la aversión de la canciller alemana a los perros, y se sentó con las piernas abiertas a disfrutar del momento. “Es brillante, es duro”, dijo Biden el lunes en Bruselas, al concluir la cumbre de la OTAN. “Como se suele decir en las competiciones deportivas, es un rival digno”, añadió.


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