De las elecciones celebradas este domingo en Hong Kong para nombrar a su nuevo jefe del Gobierno autónomo se pueden pensar o decir muchas cosas ―que han estado controladas muy de cerca por Pekín, por ejemplo―, pero no que hayan estado reñidas. Se presentaba un solo candidato, el oficial: John Lee, hasta ahora número dos del Ejecutivo local y policía de larga carrera. En una ciudad de 7,4 millones de personas estaban llamadas a las urnas 1.461 personas, los miembros del Colegio Electoral, representantes de las élites económicas y políticas hongkonesas y seleccionados por su lealtad al Gobierno central. El resultado no podía ser ninguna sorpresa: con el 99,4% de votos a favor, Lee ha sido nombrado nuevo líder de la antigua colonia británica.
Lee sustituirá a la impopular Carrie Lam al frente del Gobierno autónomo. Desprestigiada entre sus conciudadanos y radiactiva para Pekín por su deficiente gestión de las protestas que paralizaron la ciudad en 2019 y galvanizaron a la oposición para lograr su mayor triunfo electoral de la historia ―en los comicios municipales de aquel año―, Lam confirmó el mes pasado que renunciaba a presentarse a un segundo mandato.
El proceso, la primera elección de jefe de Gobierno desde la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Nacional en 2020 y de la reforma electoral impuesta por Pekín el año pasado, se ha celebrado con toda pompa y atención a la forma. La votación se celebró en el gigantesco Centro de Convenciones de Wanchai, donde se abrieron las urnas a las 9.00 (3.00 hora peninsular española) para la gran mayoría de los electores; otro centro se había habilitado para los afectados por la covid. Participó el 97,7% de los convocados. Hasta 7.000 agentes de policía fueron desplegados en la ciudad para proteger el proceso. Una única y pequeña manifestación de protesta, organizada por la Liga de los Socialdemócratas (un pequeño partido de oposición), duró menos de una hora.
Tras el fin de la votación, poco después de las 11 de la mañana, las urnas se trasladaron al centro de recuento. Lee necesitaba 750 votos a favor para alcanzar el nombramiento, y consiguió 1.416 de los 1.424 sufragios válidos emitidos. Solo ocho electores eligieron la papeleta de “no apoyo” al candidato. Estas cifras le convierten en el candidato elegido con mayor margen en la historia postcolonial de Hong Kong, una marca de la que hasta ahora disfrutaba Donald Tsang, que se impuso en la elección de 2007 con 649 votos, el 82,4%.
Al aceptar el nombramiento, Lee, de 64 años y religión católica, ha indicado que entre sus grandes prioridades se encontrará el mantenimiento de la estabilidad y la seguridad en el territorio autónomo. “Seguiremos manteniendo el Estado de derecho, que es un pilar clave de nuestra gobernanza sensata, y haremos frente a los futuros desafíos con una confianza absoluta, protegiendo la soberanía del país, la seguridad nacional y el desarrollo”, ha sostenido ante las preguntas de la prensa tras su victoria. Asimismo, ha prometido “proteger Hong Kong de las amenazas externas e internas. Garantizar su estabilidad seguirá siendo algo de vital importancia”.
Como secretario de Seguridad y número dos del Ejecutivo autónomo, el nuevo líder hongkonés ha sido el responsable de la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, que desde su entrada en vigor el 30 de junio de 2020 ha llevado a la detención de decenas de los principales políticos y activistas de oposición, el cierre de medios prodemocracia como Apple Daily o Stand News y lo que Gobiernos occidentales han denunciado como un retroceso del sistema de libertades que China se había comprometido a garantizar al menos hasta 2047 en los acuerdos con el Reino Unido para la vuelta de la antigua colonia a la soberanía de Pekín en 1997.
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Por el camino, la oposición ―cuyos diputados renunciaron en masa como gesto de protesta en noviembre de 2020― ha dejado de existir en el Parlamento local. Una reforma electoral paralela a la ley de Seguridad Nacional impone desde 2021 unos estrictos requisitos de lealtad al Gobierno central ―definidos oficialmente como “patriotismo”― y garantiza que el bloque prodemócrata, que un año antes parecía contar por primera vez en la historia con posibilidades reales de hacerse con el control de la Cámara, solo pueda aspirar a una presencia simbólica en el mejor de los casos. ONG de derechos humanos se han marchado del enclave. La antaño vibrante sociedad civil mantiene la cabeza baja y, muchas veces, el silencio por temor a represalias. En uno de los últimos ejemplos, la asociación de corresponsales extranjeros renunciaba en abril a conceder sus premios anuales a la cobertura de derechos humanos por temor a violar las normas de seguridad nacional.
Lee desempeñó un papel clave en la redacción de la ley de extradición que el Ejecutivo de Carrie Lam quiso hacer aprobar en 2019. Aquella medida, que hubiera permitido el envío de sospechosos a la China continental para ser sometidos a juicio, desencadenó las manifestaciones masivas que paralizaron Hong Kong durante la segunda mitad de aquel año. El entonces secretario de Seguridad fue el encargado de coordinar la represión a aquellas marchas, que con el tiempo adquirieron un tinte violento. Las concentraciones acabaron convirtiéndose en un movimiento de protesta contra el Gobierno en Pekín antes de quedar sofocadas primero por las medidas contra la pandemia del coronavirus y por la ley de Seguridad Nacional después.
El nuevo líder afronta como desafío inmediato la lucha contra la pandemia, que ha mantenido las fronteras cerradas a lo largo de los últimos dos años en lo que era una ciudad muy cosmopolita y una de las economías más abiertas de Asia, y los preparativos del 25 aniversario de la vuelta de la soberanía de Hong Kong a China el 1 de julio ―unos fastos a los que se espera que acuda el propio presidente chino, Xi Jinping—. La ciudad afronta también una importante fuga de cerebros ante las medidas contra el coronavirus y la dura aplicación de la ley de Seguridad Nacional.
El flamante jefe del Gobierno autónomo ha prometido relanzar Hong Kong como ciudad internacional y darle un nuevo impulso como centro financiero, y tomar medidas para facilitar el acceso a la vivienda en uno de los mercados más caros del mundo. También ha declarado que la puesta en marcha de otras leyes de seguridad que complementen la impuesta por Pekín en 2020 será una prioridad de su mandato. El antiguo policía, integrante del cuerpo durante más de tres décadas, ha insistido en numerosas ocasiones, y especialmente durante su campaña electoral, en que Hong Kong es una sociedad regida por la ley y toda su población debe acatarla.
Lee es objeto de sanciones de Estados Unidos desde 2020 por lo que Washington calificó entonces de su papel en la “coerción, arresto, detención o prisión de individuos” bajo la ley de Seguridad Nacional.
El Gobierno central en Pekín ha expresado su satisfacción por el nombramiento de Lee en un artículo de 5.000 palabras publicado por su oficina de Asuntos de Hong Kong y Macao, en el que destaca el amplio número de votos a favor del nuevo líder como una prueba de hasta qué punto “Hong Kong le tiene en gran consideración”. Tras destacar su papel en la respuesta a las manifestaciones de 2019 y la aplicación de la ley de Seguridad Nacional, destaca que “la gran mayoría de los residentes de Hong Kong están llenos de confianza y expectativas sobre Lee, y creen que formará un equipo de políticos llenos de talento para formar una Administración que gobierne con empuje y logre objetivos”.
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