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Liz Truss promete seguir adelante con su plan económico en el reino unido aunque provoque perturbaciones

“Cada vez que se impone un cambio, provoca perturbaciones”. La primera ministra británica, Liz Truss, ha intentado convencer este miércoles a los afiliados del Partido Conservador reunidos en Birmingham para su congreso anual de que sabe lo que tiene entre manos, después de casi dos semanas de turbulencias en las que los mercados desplomaron el valor de la libra, y la rebelión interna en su propio partido ante la rebaja de impuestos a los más ricos puso en duda la continuidad de Truss en Downing Street.

No llevaba más de diez minutos de un discurso rígido y temeroso, que apenas arrancaba aplausos de los congregados, cuando dos mujeres activistas de Greenpeace infiltradas entre el público han comenzado a interrumpir a gritos a la primera ministra. “¿Quién ha votado a favor del fracking [fractura hidraúlica para la explotación de hidrocarburos]?”, coreaban mientras mostraban un cartel que decía “¿Quién ha votado esto?”. Los asistentes, y el equipo de seguridad, han sacado a estirones, y con malas maneras, a las dos activistas, acalladas con abucheos y aplausos a Truss.

Dos activistas de Greenpeace irrumpen este miércoles durante el discurso en Birmingham de la primera ministra, Liz Truss OLI SCARFF (AFP)

Ni diseñado previamente el efecto podría haber sido mejor. Nada moviliza más a los tories que la sensación de ser ellos contra el resto del mundo. La primera ministra, con una sonrisa forzada pero suficientes reflejos, utilizaba el incidente para introducir el eslogan con el que pretende salvar su accidentado mandato: la “coalición anticrecimiento”. Como su predecesor, Boris Johnson, Truss ha querido aferrarse a un mensaje populista contra las élites, en busca de la unidad y el apoyo de un Partido Conservador fragmentado por sus controvertidas medidas económicas. “No permitiré que la coalición anticrecimiento nos obligue a seguir detrás. Los laboristas, los liberales demócratas, los nacionalistas escoceses, los sindicatos, los intereses establecidos que se disfrazan de centros de pensamiento, los tertulianos, los que niegan el Brexit, los ecologistas de Extinction Rebellion o algunos de los que han venido hoy aquí a gritar… prefieren protestar a actuar, escribir en Twitter a tomar decisiones difíciles”.

Es decir, ellos contra nosotros. Ha sido uno de los momentos en los que Truss ha sido capaz de estimular algo de energía en un auditorio entregado al derrotismo de los últimos días.

Truss ha vuelto a repetir que la retirada del tipo máximo del 45% a las rentas más altas, a la que se vio forzada por la protesta de figuras muy relevantes del partido, había sido “una distracción”. “Lo he entendido. He escuchado”, ha dicho la primera ministra británica. Pero la mayor parte de su rebaja fiscal (IRPF, impuesto de sociedades, cotizaciones a la Seguridad Social o transmisiones patrimoniales), que supone casi 50.000 millones de euros de deuda pública, sigue en pie. “Rebajar impuestos es lo correcto, moral y económicamente”, ha defendido. “El Partido Conservador será siempre el partido de los impuestos bajos”, prometía.

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SuscríbeteApoyo al ministro de Economía

Truss ha tenido palabras de apoyo para su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, cuya continuidad ha sido cuestionada por muchos diputados conservadores. Y como él, también ha querido dejar claro su compromiso de mantener de un modo equilibrado las cuentas públicas. “Yo también creo en la responsabilidad fiscal, en extraer el máximo valor al dinero del contribuyente, en una economía sana y en un Estado en forma”, ha dicho.

El ministro británico de Economía, Kwasi Kwarteng, aplaude este miércoles el discurso de Liz Truss en BirminghamKirsty Wigglesworth (AP)

No han sido sus palabras, sin embargo, las que tranquilizaron a los mercados, sino la intervención extraordinaria del Banco de Inglaterra, que se lanzó a comprar deuda pública la semana pasada. Truss arremetió durante el verano, a lo largo de la campaña de primarias, contra la autoridad monetaria británica, y puso en duda su independencia. Un mes después, el discurso era otro: “Lo correcto es que sea el Banco de Inglaterra quien establezca de un modo independiente los tipos de interés, y los políticos no deben inmiscuirse en esto. Trabajaremos en estrecha colaboración con el banco”, ha prometido.

La primera ministra ha sido despedida con aplausos, y cuenta aún con casi una semana antes de que se reanude la actividad parlamentaria. Las encuestas dan una ventaja abrumadora (hasta un 33%) a la oposición laborista, y ningún conservador desea ahora un adelanto electoral que supondría la ruina definitiva del partido, después de doce años en el poder. En teoría, Truss dispone de dos años para enderezar el rumbo del país y demostrar si sus planes de cambio funcionan, o si son puro humo ideológico. Lo que sí le ha quedado claro en esta semana es que ni siquiera goza de los cien días de cortesía de cualquier nuevo primer ministro. Ya hay una poderosa corriente interna en el partido dispuesta a vigilarla de cerca y a amenazar constantemente su continuidad.

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