La primera vez que preguntaron a Giancarlo Giorgetti si aspiraba a convertirse en el próximo ministro de Economía, este hombre que representa la voz moderada y cercana a los empresarios del norte de la Liga respondió con aquella frase del Bartleby de Herman Melville: “Preferiría no hacerlo”. La sentencia revelaba al mismo tiempo un tipo de personalidad que oscila entre el vago que no quiere demasiados problemas en la vida y el sabio doméstico que conoce sus límites y sabe que no tiene el cuerpo para acrobacias sin red. Giorgetti, hijo de un pescador y de la obrera de una fábrica de la provincia de Varese, habló con su madre. Y esta le aconsejó que lo rechazara. Pero se encontró con que era ya la tercera opción de la futura primera ministra, Giorgia Meloni. Y que su formación, la Liga, necesitada de figuras en puestos clave del nuevo Ejecutivo italiano, quería que aceptase. Giorgetti, un soldado de partido, tuvo que decir que sí.
Italia se adentra en un invierno diabólico en el plano económico. Su dependencia del gas ruso, la desbocada inflación, la deuda ―una de las mayores del mundo― y la recesión que asoma aconsejaban a Meloni buscar al mejor para ocupar la cartera de Economía. La líder de Hermanos de Italia lo intentó primero con Fabio Panetta, consejero del Banco Central Europeo y ex director general del Banco de Italia. Pero el técnico, un hombre de gran prestigio internacional, lo rechazó varias veces. Su intención es ocupar la plaza que se liberará en noviembre como gobernador del Banco de Italia, un puesto de prestigio que le garantiza 12 años al máximo nivel. Pero había una segunda opción: el actual ministro de Economía, Daniele Franco. El problema es que Franco aspira al mismo puesto que Panetta, y declinó un ofrecimiento que, además, resultaba algo estrambótico teniendo en cuenta que es el ministro de un Gobierno en el que Meloni rechazó participar.
Giorgetti (Cazzago Brabbia, 55 años), licenciado en Economía por la prestigiosa Universidad Bocconi, se encontró de este modo sin demasiadas opciones. La Liga, el partido que siempre intentó moderar y acercar al mundo empresarial del norte de Italia, quería que ocupase el puesto. Pero él sabía que sería un problema. Primero, por la crisis que le tocará gestionar y la comparación permanente con la gestión que hizo de las finanzas el Gobierno de Mario Draghi, a quien él siempre admiró. Y segundo, porque Meloni se lo había ofrecido con una clara estrategia de desactivación del líder de la Liga, su socio Matteo Salvini. Giorgetti será el principio y el final de los problemas que pueda crear el futuro vicepresidente del Gobierno.
Meloni piensa que parte de las reivindicaciones que partirán de Salvini responderán a la necesidad del líder de la Liga de hacer una oposición interna que le devuelva vigor en las encuestas. Y una porción sustancial de esas peticiones tendrá que ver con el dinero y el irrealizable programa electoral de su partido: el déficit, la tarifa plana de IRPF, la reforma de las pensiones… Ahora Salvini tendrá que lidiar con Giorgetti, de su propio partido. Y este será el encargado de negarle todas sus peticiones y de dejar en evidencia que responden solo a impulsos electoralistas. El cortocircuito, pues, está servido. Más allá de la estrategia de blindaje interno, el nombramiento de Giorgetti asegura una cierta continuidad con las políticas de Draghi ―ya fue ministro del Desarrollo Económico en su Ejecutivo―, de estabilidad y moderación.
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