Boris Johnson tiene enormes defectos, pero también grandes habilidades. La más notable es su capacidad para otear por dónde sopla el viento de los tiempos. Esa es la razón por la que ha permitido a sus aliados comenzar a montar la campaña de su posible regreso a la arena política, mientras él mide desde la distancia la temperatura. De hecho, mientras surgía de nuevo el eterno revuelo en torno a su figura, el ex primer ministro británico seguía de vacaciones en la República Dominicana, y no fue hasta este viernes que decidió adelantar su regreso a Londres.
Los conservadores se dividen hoy entre los que piensan que la resurrección de Johnson es una idea ridícula y descabellada, que acabará de hundir al partido; y los fieles al controvertido político, convencidos de que ya ha llegado el momento de reivindicarlo. En el medio, los arrepentidos o dudosos que, visto lo visto durante el mes y medio de mandato de Liz Truss, comienzan a pensar que la expulsión de Johnson el pasado julio fue prematura, y que su magia electoral puede volver a sacarlos del atolladero en el que se encuentran.
Hasta seis miembros del actual Gobierno han expresado ya públicamente su apoyo, con algún matiz, a la posible candidatura de quien sigue siendo el político británico más popular de las últimas décadas. El ministro de Defensa, Ben Wallace —eterno favorito para muchos diputados, pero que de nuevo ha vuelto a autodescartarse como candidato— ha dejado clara su “inclinación” a respaldar a Johnson. “Todavía tiene que responder a algunas preguntas sobre el escándalo de las fiestas en Downing Street, que sigue bajo investigación parlamentaria, pero tiene un mandato [de las urnas], y esto último es algo muy importante que no deberíamos olvidar”, ha dicho Wallace.
El más notorio de los apoyos ha sido Jacob Rees-Mogg, el excéntrico líder de los euroescépticos, hoy ministro de Empresas, Energía e Industria, que ha lanzado incluso en las redes el hashtag #BorisorBust (Boris o el descalabro). Junto a Nadine Dorries, la exministra de Cultura, pertenece al reducido círculo que ha mantenido encendida la llama de la devoción a Johnson, mientras el resto del partido ha intentado pasar página en los últimos meses.
Simon Clarke, el ministro para la Nivelación de los Territorios (esa idea que Johnson no dejó de promover durante su mandato, a la que elevó incluso a rango ministerial, pero que nunca se concretó en nada), se ha sumado al vagón Johnson. “Logró una de las mayores victorias electorales de los últimos años [diciembre del 2019], con un mandato para unir y nivelar al Reino Unido, y logró inspirar a millones de personas que nunca antes habían votado al Partido Conservador, para que respaldaran una visión generosa y optimista de lo que podía llegar a ser el Reino Unido”, escribía este viernes Clarke en el Daily Telegraph.
Finalmente, Anne-Marie Trevelyan, ministra de Transporte, también se ha sumado al bando de los johnsonianos.
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Frente a esa versión nostálgica de Johnson, sus detractores recuerdan la humillación nacional que supuso el escándalo de las fiestas prohibidas en Downing Street durante el confinamiento; las mentiras y renuncias en las que incurrió el entonces primer ministro; el hartazgo que expresaron muchos ciudadanos a través de las encuestas; la dimisión en cascada de más de 60 miembros de su Gobierno, cuando su decadencia era evidente; y el hecho mismo, como admitía el ministro Wallace, de que el político siga bajo investigación, en la Comisión de Ética del Parlamento, por posible perjurio, al inducir a engaño a los diputados con sus declaraciones en la Cámara de los Comunes.
“Necesitamos a alguien competente, en unos momentos de gran desafío económico para este país. Boris Johnson se ha concentrado siempre en la foto general, nunca en los detalles”, ha dicho a la BBC David Lidington, quien fuera jefe de Gabinete de la ex primera ministra Theresa May, y quien sigue siendo una voz muy escuchada entre los conservadores moderados. “Nunca fue capaz de nombrar a un par de ministros que tuvieran autoridad delegada para hacer que las cosas salieran adelante. Solo tuvo un montón de asesores en Downing Street, más preocupados en hablar con la prensa y en gritarse entre ellos durante todo el tiempo”, ha recordado Lidington.
Y la suya era una de las críticas más suaves ante una idea que resulta inconcebible para muchos tories. “Me resultaría imposible permanecer en el puesto si regresara Boris como primer ministro”, ha dicho a la BBC el diputado John Baron, exmilitar y gran defensor del Brexit, pero muy crítico aun así con el anterior inquilino de Downing Street. “Estoy convencido de que mintió al Parlamento en varias ocasiones. Tenemos que mirar hacia adelante, no hacia atrás”, ha pedido Baron, que sugería también que serían un número considerable los diputados que podrían abandonar el grupo parlamentario conservador si Johnson volviera al mando.
“El primer ministro que necesitamos en estos momentos debe cubrir todas las áreas y dar la cara. Conectar con la ciudadanía, con los mercados financieros o con los sindicatos. Todas esas cosas suponen problemas técnicos de difícil solución. Francamente, no es terreno para las habilidades de Boris”, ha dicho el exministro y diputado euroescéptico David Davis antes de pedir directamente al ex primer ministro “que se quede en la playa”.
“¿Su regreso una solución? Sería volver a dar vueltas y vueltas, en una espiral mortal para el Partido Conservador”, ha dicho a Times Radio William Hague, quien fuera líder de la formación, ungido por Margaret Thatcher. “Es la peor idea que he oído en los 46 años que llevo militando en el conservadurismo”.
Las posibilidades reales
Los partidarios del regreso de Johnson aseguran, sin aportar datos, que no tendrá problemas en superar el umbral de los 100 avales de diputados que el Partido Conservador ha impuesto para restringir en tiempo y número de candidatos unas primarias que desea acelerar al máximo. Los 100 avales deben presentarse antes de las 14.00 (15.00, horario peninsular español) del próximo lunes, para poder competir. Eso restringe a un máximo de tres el número de contendientes que, en una primera votación en la tarde de ese mismo lunes, se reducirían a dos. A lo largo del resto de la semana, hasta el viernes 28 de octubre, los afiliados votarán a través de internet.
Desde el momento en que se conocieron las reglas, cundió la sospecha de que el umbral de avales se había establecido precisamente para evitar un regreso de Johnson. Las quinielas que barajan los medios, con una fiabilidad limitada, otorgaban, en la noche del viernes, entre 90 y 100 avales al exministro de Economía, Rishi Sunak, que se convertiría en el primero de los candidatos en superar el reto; unos 45 a Johnson; y unos 22 a Penny Mordaunt.
Mordaunt, la actual líder de la Cámara de los Comunes (un cargo similar al español de secretario de Relaciones con las Cortes, pero con rango ministerial) ha anunciado este mismo viernes su candidatura. En la primera ronda de las pasadas primarias, la que se celebró entre los diputados tories antes de que la votación pasara a las bases, Mordaunt se quedó en tercer lugar, y fue durante un breve plazo la favorita entre parlamentarios y afiliados. Cosechó entonces el apoyo de 105 diputados, que aspira a tener de nuevo su parte.
En una competición más abierta, Johnson podría aspirar a arrebatar a Mordaunt gran parte de sus respaldos, la mayoría procedentes del ala más a la derecha del partido. Pero el requisito de los 100 avales pone la competición muy cuesta arriba, incluso para alguien tan popular entre las bases —pero no tanto entre los diputados conservadores— como el ex primer ministro. Y por eso muchos sospechan que Johnson solo dará finalmente el paso si se garantiza al menos una segunda posición, que le permita seguir luchando entre los afiliados. Es en ese terreno donde sus posibilidades aumentarían, y donde la fragmentación del partido se consumaría definitivamente.
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