Contenedores en el puerto de Hamburgo (Alemania) el pasado 26 de octubre.Michael Probst (AP)
El canciller alemán, Olaf Scholz, viaja este jueves a China, donde el viernes se reunirá con el presidente Xi Jinping. Se trata de la primera visita de un líder occidental desde que Xi fuera reelegido para un inédito tercer mandato. Su visita, la primera también de un mandatario extranjero en más de tres años por la pandemia, ha concitado críticas tanto en Berlín como en Bruselas y París. Se ha acusado a Scholz de mantener la misma visión mercantilista de su predecesora, Angela Merkel, al priorizar los intereses económicos alemanes sobre la postura geoestratégica común de la Unión Europea, para la que China ya no es solo un socio comercial, sino también un rival. La polémica ha obligado a Scholz a salir al paso con un artículo en el diario alemán Frankfurter Allgemeine en el que defiende su visita y asegura que no pretende hacer “lo de siempre”, sino descubrir cómo es la nueva China tras el Congreso del Partido Comunista.
“China sigue siendo un importante socio económico y comercial para Alemania y Europa, incluso en circunstancias cambiantes. No queremos desvincularnos de China. Pero, ¿qué quiere China?”, se pregunta el canciller en el texto. La visita de Scholz tiene un claro componente económico, porque se desplaza con varios empresarios alemanes como hacía Merkel. La excanciller estuvo 12 veces de visita oficial en China en una fórmula híbrida de viaje diplomático y de negocios. Durante su mandato, en 2016, Pekín se convirtió en el mayor socio comercial de Berlín, condición que mantiene hasta ahora. Scholz subraya que es consciente de las intenciones de China. Su estrategia económica, asegura, “tiene como objetivo fortalecer el mercado interno chino y reducir la dependencia de otros países”, a la vez que aumenta la dependencia de otros países de China gracias al papel de su tecnología en las cadenas productivas internacionales.
El canciller es consciente de que su viaje será observado muy de cerca en Europa para evaluar cómo de seriamente se toma Alemania la necesidad de reducir su dependencia económica del gigante asiático. Las acusaciones de estar tropezando dos veces en la misma piedra —primero con el gas ruso; ahora con la tecnología china— han hecho mella en el entorno del canciller, que también ha dedicado estos días previos a la visita a explicar sus argumentos. “No es un viaje de continuidad, de business as usual [expresión inglesa que indica que todo sigue como antes]”, sino para sondear a una China que no es la misma que hace cinco o 10 años, señalan fuentes gubernamentales. Scholz viajará con empresarios, sí, pero es una delegación muy reducida, centrada en sectores muy determinados, y también se reunirá con la sociedad civil china, añaden.
“Es precisamente porque el business as usual ya no es una opción en estas circunstancias por lo que viajo a Pekín”, escribe Scholz en el artículo. El viaje del canciller será muy breve, tanto que no pernoctará en suelo chino, debido a las restricciones que todavía impone el país por culpa del coronavirus. “De todos los países del mundo, Alemania —que tuvo una experiencia tan dolorosa de división durante la Guerra Fría— no tiene ningún interés en que surjan nuevos bloques en el mundo. La nueva estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos también hace hincapié, con razón, en el objetivo de evitar un nuevo enfrentamiento entre bloques opuestos”, subraya el dirigente socialdemócrata. Scholz reconoce que en algunos productos se están desarrollando “dependencias peligrosas”, y pone como ejemplo las tierras raras y algunas tecnologías de vanguardia. El Gobierno alemán, asegura, está ayudando a las empresas a diversificar sus proveedores.
Venta del puerto de Hamburgo
El canciller tampoco rehúye la controvertida entrada de capital chino en una terminal del puerto de Hamburgo, que ha provocado una tormenta política por la negativa de seis de sus ministros a autorizar la operación. En el caso de las inversiones chinas, explica Scholz en su artículo, hay que “diferenciar” si se crean o se agravan “dependencias de riesgo”. Según su relato, el Gobierno hizo ese cálculo y aprobó una participación “minoritaria” de la naviera china Cosco. La terminal seguirá “totalmente bajo el control de la ciudad de Hamburgo y el operador portuario”, subraya.
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Los medios alemanes han relatado que fue el propio Scholz quien presionó para mantener el acuerdo original con Cosco, que permitía la compra del 35% de la terminal. Sus socios de coalición, verdes y liberales, pero también varios ministros socialdemócratas, rechazaban el acuerdo y al final se llegó a una solución de compromiso con el 24,9% de entrada de capital chino. El Ministerio de Exteriores, en manos de Los Verdes, llegó a alertar por escrito de que la venta aumentaba “desproporcionadamente” la influencia estratégica de China en las infraestructuras de transporte alemanas y europeas.
Los verdes en el Gobierno alemán comparten con Estados Unidos y Francia las preocupaciones acerca de la dependencia de China, aparentemente más que el canciller. La ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, insistió esta semana, durante una visita a Uzbekistán, en que Berlín debe cambiar su enfoque hacia China. El Gobierno federal está redactando una nueva estrategia respecto al gigante asiático que debe seguir las líneas marcadas, mucho más duras, en el acuerdo de coalición que firmaron socialdemócratas, verdes y liberales el año pasado. “El sistema político chino ha cambiado enormemente en los últimos años y, por lo tanto, nuestra política sobre China también debe cambiar”, dijo Baerbock. Los Verdes presionan para que Berlín sea más crítico con Pekín y tenga en cuenta las violaciones de los derechos humanos. China es un socio en temas globales, como la crisis climática, pero también “un competidor y cada vez más un rival sistémico”, subrayó la ministra.
Estados Unidos advirtió a Alemania para que China no se hiciera con una participación mayoritaria en el puerto de Hamburgo, aseguró este miércoles un alto funcionario del Departamento de Estado citado por Reuters. “La Embajada fue muy clara en cuanto a que sugerimos encarecidamente que China no tuviera una participación mayoritaria y, como puede ver, cuando el acuerdo se ajustó, ya no la hay”, aseguró esta fuente bajo condición de anonimato. Washington trabaja con sus socios europeos para asegurarse de que las inversiones chinas en áreas estratégicas se estudien cuidadosamente, añadió.
En Europa crece la sensación de que Berlín mira solo por sus intereses. El presidente francés, Emmanuel Macron, llegó a decir que Alemania está “aislada” en la UE. Scholz rechaza en el artículo la crítica de que Berlín vaya por libre. Asegura que antes del viaje se ha coordinado “estrechamente” con los socios de la UE y con Estados Unidos. La prensa francesa ha publicado que Macron le sugirió un viaje conjunto para trasladar la imagen de una Europa unida y con los mismos objetivos, pero Scholz rechazó la idea. “Si viajo a Pekín como canciller federal de Alemania, también lo hago como europeo”, insiste Scholz en el artículo. “No para hablar en nombre de toda Europa —eso sería presuntuoso y erróneo—, sino porque la política alemana sobre China solo puede tener éxito cuando se inserta en la política europea sobre China”.
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