Recuerda Natalia Moussienko el caso de aquel gallo de cerámica que resistió un bombazo en el inicio de la ofensiva rusa en la ciudad de Borodianka, a unos 50 kilómetros al noroeste de Kiev, la capital de Ucrania. Un proyectil había arrancado de cuajo la fachada de uno de los bloques de viviendas de la localidad y el gallo resistió en pie, impasible. Eran los primeros días de marzo y los cazas enviados por Moscú estaban machacando la ciudad con una especial voracidad. La destrucción de la guerra siempre deja imágenes que rozan el surrealismo y aquel gallo de Borodianka pasó a formar parte para siempre del archivo del horror. El misil ruso había golpeado sobre el edificio y dejado al descubierto algunas estancias. En una de ellas aguantaba una despensa con los platos apilados y, sobre el mueble, el gallo de cerámica, objeto de decoración tradicional de tiempos de la Unión Soviética.
“Se convirtió en un símbolo de la resistencia”, afirma en una entrevista en Madrid Moussienko, investigadora principal en el Instituto de Investigación de Arte Moderno de la Academia Nacional de las Artes de Ucrania. Igor Poshivailo, director del Museo del Maidán, en Kiev, rescató el gallo de aquella despensa y lo incorporó a la colección de su pinacoteca.
Es eso que Moussienko denomina museificación, esto es, un esfuerzo por salvar de la violencia objetos que forman parte del patrimonio cultural del país y darles refugio artístico. Es la cara quizá menos terrorífica del impacto que la guerra, la que perpetra Rusia, tiene sobre el arte y la cultura de Ucrania. Lo del gallo es anecdótico, pero el daño sufrido por el acervo cultural ucranio está siendo brutal. Ahí va el dato: según el seguimiento que está haciendo la Unesco, a 31 de octubre, al menos 210 bienes de interés han sufrido daños desde el inicio de la ofensiva, el pasado 24 de febrero. Un total de 91 son lugares religiosos, 15 museos, 76 edificios de interés histórico y/o artístico, 18 monumentos y 10 bibliotecas. Atentar contra el patrimonio cultural de un país es considerado crimen de guerra.
―¿Está en riesgo el patrimonio cultural de Ucrania?
― Por supuesto, están bombardeando. Cuando en abril empezamos a cubrir los monumentos, me pregunté si serían capaces de bombardear, por ejemplo, un parque como el de Taras Sevchenko [poeta y héroe ucranio] en Kiev, y lo hicieron. También cayó un misil cerca del monumento a Mijailo Jrushevski, el primer presidente ucranio. Apuntan a nuestra identidad, y estos misiles en el centro de Kiev, donde muchos museos y monumentos han sido dañados, lo prueban.
Natalia Moussienko nació hace 63 años en la capital ucrania. Es una de las voces más respetadas en el mundo del arte y el patrimonio cultural de Ucrania. Cuando las tropas rusas entraron a finales de febrero en su país, admite Moussienko, no pensó en la cultura, sino en las vidas que estaban en peligro. Tan pronto como pudo centrarse en el arte, le vinieron a la cabeza dos cosas: primero, que lo que se iba abriendo paso era la “segunda fase” del arte del Maidán ―la plaza del centro de Kiev donde acamparon en 2014 cientos de ciudadanos para protestar contra el Gobierno del prorruso Víktor Yanukóvich―, todo ese torrente de creatividad artística vinculada a la lucha popular, del que Moussienko publicó un ensayo en 2016 (Arte del Maidán).
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En segundo lugar, la guerra, señala esta experta ucrania, ha empujado a los creadores por diferentes caminos: “Muchos artistas fueron al ejército”, continúa Moussienko, “otros a los territorios que había que defender, o fueron voluntarios. Muchos también entendieron que a través del arte podían apoyar incluso mejor a Ucrania, de un modo más efectivo, como por ejemplo Andri Yermolenko y Anton Logov”. O incluso las imágenes de Dmitro Kozacki, el fotógrafo del polémico batallón Azov, que resistió la embestida rusa en Mariupol. Alguna de sus fotos andan colgadas en dependencias de la Administración presidencial ucrania.
― ¿Aquello fue arte o propaganda?
― Para mí, todo el arte ucranio que trabaja para la victoria de Ucrania, es arte.
Imágenes satelitales con el antes y después del teatro de Mariupol, en la base de datos reunida por Unesco y Unosat.AP
Esa, de nuevo, es la cara de la moneda más amable. Moussienko recomienda echar un ojo al conteo que está haciendo el Ministerio de Cultura e Información ucranio de los bienes dañados o destruidos. Según este departamento, que solicita fondos para su restauración, al menos 514 objetos pertenecientes al patrimonio cultural han sido alcanzados por la ofensiva rusa. Kiev afirma que los siete bienes ucranios patrimonio del mundo incluidos en la lista de la Unesco están en riesgo. Consultada esta organización de Naciones Unidas, ninguno de estos sitios ha sido por el momento dañado.
La diferencia entre los números de la Unesco y del Gobierno ucranio en el análisis de los destrozos tiene que ver con los criterios de cada uno en lo que es o no parte de ese patrimonio y la forma de verificarlo. Sirva de ejemplo que Kiev incluye los daños en el Ayuntamiento de Járkov y el listado de la ONU, de momento, no. Otro ejemplo: las dos listas mencionan el Palacio de la Cultura Taras Sevchenko de Borodianka. De nuevo, el poeta reverenciado por los ucranios, otro símbolo eterno de resistencia ante el poder ruso, como objetivo de la violencia. Pero en esta ocasión, no de forma colateral. Según pudo ver este periodista en agosto, el monumento al héroe ucranio levantado en el centro de la plaza que ordena el lugar, al margen de sufrir daños en la placa de inscripción, tiene un enorme agujero de bala en la frente del busto.
Por aquí va el comentario de la estonia Krista Pikkat, responsable de Cultura y Emergencias de la Unesco. “La situación es mala y puede seguir empeorando”, afirma en un intercambio de correos. “El patrimonio cultural suele ser un daño colateral durante las guerras, pero a veces es un objetivo específico, ya que es la esencia de la identidad de los países”. Es la clave en la que tanto insiste la ucrania Moussienko: ataques a la identidad. La Unesco trabaja en este caso codo con codo con Unosat, el centro de información satelital de la ONU. Si hay sospechas de que algún bien ha podido ser objetivo de la ofensiva rusa y el terreno es inaccesible, este departamento de la organización internacional rastrea y verifica a través de los satélites, incluso contratando fotografías a comercializadoras como las empresas Maxar y Airbus.
“Más allá de los daños en los sitios culturales e históricos”, prosigue Pikkat, “es todo el sector cultural el que está en riesgo, y al que tratamos de apoyar. Hay otros retos, relacionados con el sector creativo y los artistas, que han perdido sus medios de vida, y las comunidades que ya no pueden practicar sus tradiciones”.
Donbás, en la diana
En el listado de la Unesco se llevan la palma las provincias de Donetsk y Lugansk, con más de 120 bienes dañados. Los dos territorios, reunidos en lo que se conoce como la región de Donbás, en el este, forman parte de la Ucrania anexionada de forma ilegal por Rusia. Moussienko advierte aquí de que lo difícil es contactar con los responsables de las obras en los territorios ocupados. Que es peligroso para ellos y dificulta el conteo de las violaciones al patrimonio cultural ucranio. Pero advierte: “No solo hay destrucción [de bienes culturales], sino también pillaje de nuestras colecciones de arte en Crimea, Jersón o Mariupol”.
Es precisamente en esta última ciudad donde las autoridades locales denunciaron, antes de la ocupación total a mediados de mayo, la incautación por parte de las fuerzas rusas de más de 2.000 objetos artísticos. Entre las víctimas, el Museo de Historial Local de Mariupol, prácticamente destruido, y el Museo de Arte Kuindzhi, de la misma localidad.
Estatua cubierta y protegida con sacos terreros en la basílica catedral de la Asunción de Lviv.ALKIS KONSTANTINIDIS (REUTERS)
El Consejo Internacional de Museos (Icom, en su acrónimo en inglés) ha reunido una lista roja del patrimonio en peligro para ponerlo a disposición de Interpol en su lucha contra el contrabando.
Este otro frente de la guerra, el que sacude la identidad de un pueblo a través de su cultura, se lucha también en las bambalinas políticas. Ya con la ofensiva en curso, el Gobierno de Volodímir Zelenski solicitó que la lista de la Unesco de patrimonios del mundo hiciera hueco a otro lugar: el centro histórico de la ciudad de Odesa. Esto lo debiera discutir el Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco. Moussienko explica la paradoja: “La guerra rusa en Ucrania muestra los problemas de las organizaciones internacionales, Naciones Unidas y también la Unesco. ¿Sabes quién es el presidente de este Comité de Patrimonio Mundial? Rusia [a través de la figura de Alexander Kuznetsov]. Cada año hay una reunión y la última debiera haber sido en Kazán, una ciudad rusa junto al río Volga”, explica; “¿cómo puede presidir algo así el país que precisamente está bombardeando el patrimonio?”. La cita en Kazán, prevista para junio, se ha pospuesto indefinidamente.
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