Era cuestión de días, o semanas. La ultraderechista Georgia Meloni, primera ministra italiana desde el 22 de octubre, ha acabado chocando con un socio europeo, y no menor: Emmanuel Macron. Y el presidente francés, acusado en su país de haber dado su brazo a torcer al acoger un barco con inmigrantes que Italia rechazó, quiere hacérselo pagar.
Para aislar a Meloni en Europa, el Gobierno francés ha llamado a los otros socios europeos a suspender los planes pactados antes del verano para acoger a refugiados instalados en Italia. Al mismo tiempo, exhibe una amplia coalición de países que, en solidaridad con Francia, se repartirán los 234 migrantes que el viernes por la mañana desembarcaron en el puerto militar de Tolón con el barco Ocean Viking, de la ONG SOS Méditerranée.
“Hay una ruptura de confianza con Italia”, dijo la secretaria de Estado francesa para Europa, Laurence Boone, en una entrevista con la emisora France Info. Respecto a la negativa de Meloni de aceptar en un puerto italiano al barco con náufragos, entre ellos 57 niños, y desviarlo hacia Francia, Boone afirmó: “Podemos plantearnos si ha habido una instrumentalización de estas vidas humanas”.
Meloni respondió calificando la reacción del país vecino como “agresiva”, “injustificada”, “incomprensible” y “desproporcionada”.
La victoria electoral de Meloni y su llegada al poder al frente de una coalición de derechas suscitó en Europa más incertidumbre que alarma. Sus declaraciones favorables a la Unión Europea y a la OTAN, al contrario que otros líderes de la extrema derecha o del populismo nacionalista, envió una señal de tranquilidad. La calma era relativa. Porque la mano dura con la inmigración es tradicionalmente una de las bazas de la ultraderecha en Italia, y el programa del nuevo Gobierno era claro. Meloni argumenta que los ciudadanos la eligieron “para que se ocupara de este tema de una forma distinta a como se estaba haciendo”.
Que el primer encontronazo de Meloni con un socio europeo haya sido con el presidente francés tampoco es casualidad. Macron ya chocó con Italia en los años 2018 y 2019, durante el anterior Gobierno nacionalpopulista y por el mismo motivo: la inmigración. En Francia, Macron se enfrenta a una pujante extrema derecha que ve en la primera ministra italiana una aliada.
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La derecha y la extrema derecha francesas criticaron a Macron por aceptar el Ocean Viking. Un columnista del diario conservador Le Figaro resumió esta visión de la crisis: “Emmanuel Macron fue el primero en lanzarle un pulso a Giorgia Meloni; y en perderlo”.
En una rueda de prensa en Roma, el viernes, Meloni declaró: “El Ocean Viking que hoy ha atracado en un puerto francés es la primera nave de una ONG que entra en Francia y lleva 234 migrantes, lo que ha generado una reacción muy dura contra Italia, que desde el comienzo del año ha dejado entrar a casi 90.000 migrantes en su territorio nacional”.
Se trata de una interpretación parcial de los números. Según los datos del Instituto para los Estudios de Política Internacional, Italia no está entre los países que más migrantes acogen y, de hecho, se encuentra entre los que menos, junto a Países Bajos, Dinamarca o España. Aunque Roma es fundamentalmente la encargada de gestionar la ingente labor de la primera acogida, la gran mayoría de los migrantes que llega continúa su viaje hacia otros países del norte.
El Gobierno francés sostiene que, según el derecho internacional, el país con la costa más cercana a los barcos que rescatan migrantes debe acogerlos en sus puertos. En este caso, Italia.
El Ocean Viking atracó en Tolón a las 8.40 de la mañana, hora local, después de más de 15 días navegando por el Mediterráneo. Los pasajeros, al tocar tierra, se sometieron a un examen médico. Después, los servicios de inteligencia les interrogaron para detectar si alguno representaba una amenaza para la seguridad de Francia. La tercera etapa es una entrevista con funcionarios franceses para determinar si pueden pedir asilo.
“No podrán salir del centro administrativo adonde irán”, dijo en una entrevista con la cadena TF1, el jueves por la noche, el ministro del Interior, Gérald Darmanin. “Legalmente, no están en el territorio nacional”.
Dos tercios de los pasajeros del Ocean Viking se repartirán por varios países de la UE. A primera hora de la tarde del viernes, eran 11. El ministro Darmanin exhibió el dato en la red social Twitter: “Francia puede contar con el apoyo de sus socios. Se lo agradecemos calurosamente. La solidaridad europea es un éxito”.
El día anterior, Darmanin precisó una serie de medidas punitivas contra Roma por desviar el Ocean Viking hacia sus costas. París ha suspendido la acogida de 3.500 refugiados que se encuentran en Italia y que deberían haber ido a Francia según un acuerdo europeo. Ha llamado a Alemania y a otros socios a adoptar la misma medida. Además, ha desplegado medio millar de policías y gendarmes suplementarios para reforzar los controles en la frontera franco-italiana. Y ha amenazado con otras represalias, aún por concretar, y con revisar la relación bilateral en su conjunto.
Meloni denunció que de todos los migrantes llegados a Italia este año, solo se han llevado a cabo 116 reubicaciones, de las cuales 38 en Francia. “No me parece justo hablar de poca solidaridad de Italia dentro de la UE”, dijo. “Aislar a Italia no resuelve el problema”.
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