El régimen autoritario de Kazajistán se refrendará a sí mismo este domingo. El presidente, Kasim-Yornart Tokájev, de 69 años, mantiene un control absoluto del país y prevé lograr la reelección en unas elecciones en las que no hay una oposición libre que pueda desafiarle en las urnas. El mandatario aplastó con mano de hierro las protestas que se desataron en enero de este año, en las que ordenó disparar sin previo aviso contra los manifestantes y recibió el apoyo de tropas enviadas por el Kremlin. Tokáyev alcanzó el poder en 2019 como supuesta figura de paja designada por Nursultán Nazarbáyev, que rigió el país durante casi tres décadas, pero se ha hecho con las riendas de Kazajistán y no parece tener intención de soltarlas.
Aunque las elecciones iban a celebrarse en 2024, Tokáyev anunció en septiembre el adelanto a este noviembre y estableció, gracias a enmiendas a la Constitución aprobadas el pasado junio, la ampliación de la duración del mandato presidencial de cinco a siete años (sin derecho a reelección); es decir, hasta 2029. Para entonces, tendrá 77 años y un posible asiento en algún órgano paralelo como el Consejo de Seguridad para continuar en el epicentro del poder, desde el que ha impulsado el acercamiento a la Unión Europea con la firma de un memorando de entendimiento el pasado 7 de noviembre, en el marco de la COP27 en Egipto, sobre materias primas, baterías e hidrógeno renovable. “Abrimos un nuevo capítulo en nuestra ya profunda relación. Hemos desarrollado unos fuertes lazos económicos estos años”, dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al presidente kazajo.
Kazajistán es un país rico en hidrocarburos, y como en el caso de Azerbaiyán, la Unión Europea ha dado pasos para rebajar la dependencia energética de Rusia. “La Unión Europea es de largo el mayor inversor de Kazajistán al tener un 60% de la inversión directa extranjera. El memorando expandirá aún más esta relación y alineará las prioridades de ambas partes”, dijo Von der Leyen a principios de noviembre.
La confianza de Tokáyev en su reelección es absoluta, pese a que las protestas se saldaron con al menos 225 muertos y más de 10.000 detenidos. En los comicios de 2019, el líder autoritario se apuntó un 70,9% de los votos, y en estos comicios tampoco tiene oposición real. “Los cincos candidatos rivales son unos desconocidos, es probable que una parte importante del público nunca viera sus caras ni escuchase sus nombres antes del debate”, resume una crónica del portal independiente Eurasianet sobre el coloquio electoral del 11 de noviembre. Tokáyev ni siquiera participó en el gran debate previo a los comicios.
Pese a todo, las manifestaciones por el encarecimiento del gas para los coches casi costaron el poder a Tokáyev a principios de enero. Por primera vez en sus 30 años de historia, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la alternativa a la OTAN que Rusia ha formado con otros cinco países del espacio postsoviético, lanzaba una operación militar para defender a un Gobierno aliado. Fueron enviados miles de soldados para aplacar las protestas civiles kazajas.
“La evolución de Tokáyev puede ser descrita como la transición de un presidente nominal a un autócrata de pleno derecho que determina el rumbo externo e interno del país”, resume el politólogo Dimash Alzhanov. El fundador de la plataforma Erkin Qazaqstan, creada para intentar reformar el sistema político del país, denuncia que Tokáyev ejerce el poder igual que su antecesor, Nursultán Nazarbáyev: “Sus reformas políticas son una imitación y no cambian la esencia del sistema autoritario. Distribuye el acceso a los recursos y a los cargos a cambio de la lealtad política de las élites y de la burocracia”.
Únete para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete
Tokáyev se mantuvo a la sombra del nombrado presidente Nazarbáyev hasta enero, cuando, a raíz de las protestas, el nuevo mandatario emprendió una serie de purgas que llevaron al ostracismo a su predecesor. Nazarbáyev, presidente desde 1990 a 2019, perdió su poder en el Consejo de Seguridad y su nombre en la capital, que volvió a llamarse Astaná.
“Nazarbáyev ha perdido su antigua influencia, pero está bajo la protección de Tokáyev”, recalca el politólogo, quien cree que el antiguo mandatario recibió garantías de seguridad no solo por transferir el poder a su sucesor, sino también al contar con el presidente ruso, Vladímir Putin, “como uno de los garantes de su inmunidad”.
Kazajistán (19,7 millones de habitantes), pese a todo, ha adoptado algunas actitudes significativas. No reconoce, por ejemplo, las anexiones territoriales del Kremlin en la ofensiva en Ucrania y asegura que acata las sanciones impuestas contra Rusia. Al hablar de Donetsk y Lugansk, las autoproclamadas repúblicas del este de Ucrania, el propio Tokáyev dijo delante de Putin en el Foro Económico de San Petersburgo de junio que si el derecho de autodeterminación fuera puesto en práctica, “habría más de 600 países en vez de 193 Estados miembros de la ONU”.
“Las declaraciones de Tokáyev no deben inducir al error al público europeo. Ahora Kazajistán es un país clave para Putin, le abre el acceso al mercado mundial y le permite eludir las sanciones”, sostiene el politólogo. “Su Gobierno no impide que las empresas privadas rusas y kazajas importen paralelamente (el eufemismo ruso del contrabando) bienes sancionados, incluidos productos electrónicos e industriales”, agrega el experto. Alzhanov también recuerda la firma de un nuevo acuerdo militar entre ambos países para reforzar el sector de inteligencia, y que Astaná siempre vota a favor de Moscú o se abstiene en las resoluciones de la ONU contra el Kremlin.
Al mismo tiempo que Kazajistán, a través del negocio de los hidrocarburos y la cercanía a Rusia, se convierte en una casilla clave del tablero geopolítico, donde también juegan Turquía y China, sus habitantes viven un éxodo masivo por primera vez desde la caída de la URSS, aunque en el camino inverso. Miles de rusos se han mudado a ese país por diferentes motivos: unos, para evitar ser movilizados en la guerra contra Ucrania; otros, porque numerosas multinacionales se han movido a Kazajistán y a otros países del Cáucaso a la espera de que acabe el conflicto. Y muchos más se han ido de Rusia gracias al teletrabajo.
Los sectores nacionalistas han promovido una ley que no solo obligará a aprender kazajo para obtener el pasaporte ―muchos rusos nacidos allí no lo hablan―, sino también a conocer su historia y legislación. Aunque la diversidad étnica es una cuestión política importante del país y Tokáyev se presenta como un adalid de la multiculturalidad, la clave hoy es una sociedad que exige reformas sociales. “¿De qué le sirve saber cinco idiomas a Tokáyev si no utiliza ninguno para dialogar con su pueblo?”, denunció esta semana la periodista independiente Dinara Egueubayeva.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.