Ian Tarrafeta, en las semifinales del Europeo contra Dinamarca.Anna Szilagyi (AP)
Ante la inminencia del relevo generacional que se avecinaba en la selección española de balonmano, siempre que alguien tocaba la puerta para saber quién venía por detrás, los técnicos no tardaban en soltar un nombre: Ian Tarrafeta (Sabadell, 23 años). Por ser el más talentoso de su generación, exponían; por ocupar la posición más estratégica en el dispositivo de los Hispanos (central); y porque iba a aparecer en el mismo puesto y justo después del último icono, Raúl Entrerríos. Así que, de un día para otro, el futuro le cayó encima a este joven de carrocería ligera (1,88), estudiante de Ciencias Políticas y con un discurso poco habitual que excede los márgenes del deporte.
Hace dos semanas se presentó en su primer gran torneo con apenas 13 internacionalidades, sin espacio para ninguna transición, y del resultado colectivo no puede tener queja. “El núcleo del equipo se conoce hace muchos años, los automatismos se los saben de memoria y, en este nivel, donde todo se decide por detalles, eso ayuda mucho”, subrayaba este sábado al otro lado del teléfono en la previa de la final del Europeo ante Suecia (18.00, La 1). Nadie esperaba a España en la última estación, entre otras cosas por la incógnita de contar con tantos debutantes como él (cinco en total), pero la fiabilidad del grupo escribió uno de sus capítulos más inesperados al derrotar a Dinamarca en semifinales.
Al margen del presente inmediato en Budapest, la suya es una misión compleja por la herencia que recibe. “Ha habido momentos en que he sufrido cierto estrés porque Raúl [Entrerríos] y Dani [Sarmiento] han sido muy importantes en la última década, y los que entramos nuevos sí podemos sentir esta presión. Pero intento abstraerme. Ahora Agustín [Casado, el otro central] y yo tenemos que tapar ese hueco. Creo que lo estamos haciendo con nota. Tampoco se nos puede exigir en el primer campeonato hacer olvidar a una leyenda como Raúl”, expone este joven de padre español y madre francesa que, asegura, nunca dudó de cuál sería su selección.
“Esa presión viene y va. Cuando haces un buen partido y te sientes con confianza, el estrés desaparece un poco. Luego, cuando pasas por una mala racha, vuelve porque sientes que, en cierta manera, estás decepcionando. En cada experiencia aprendo a moldear las emociones. Es como una montaña rusa. No es algo que digas: ‘ya lo he superado’. Sino que va y viene”, añade.
“Entrerríos y Sarmiento han sido muy importantes y los nuevos centrales sí podemos sentir esa presión”
Hace dos temporadas dejó el Granollers, donde se amamantó desde los 12 años, y se marchó al Pauc, ahora tercero en la potente Liga francesa. “Fue un tren que no sabía si volvería a pasar. Es un buen sitio, con opciones de jugar en Europa, el salario también influye y tiene un buen preparador físico, que es una de mis cosas a mejorar. Allí es todo más físico. A los centrales no nos piden tanta inteligencia técnica y táctica”, explica Tarrafeta, que apunta que su misión en un equipo es “prender la mecha para que todo fluya”.
Su problema en defensa
Su aparición en el gran escaparate de la selección es algo que se ha venido cociendo en los últimos años. “Ian es de lo más excepcional que he tenido. Sería una sorpresa que no fuera alguien importante”, sentencia Alberto Suárez, uno de los técnicos de base de España más veteranos, que ha tenido a sus órdenes a prácticamente todos los actuales Hispanos. “Es muy complicado que lo haga mal. Para empezar, por su cabeza, porque tiene las cosas muy claras. Hace jugar y juega él. No se parece en nada a Entrerríos, pero yo he entrenado a los dos a la misma edad y es mejor Ian. Raúl tuvo un crecimiento más despacio, no podía con su cuerpo. Tarrafeta hace más cosas extraordinarias, aunque todavía le queda mucho para llegar a ser Raúl. El problema de Ian es que es flojillo en defensa y en el balonmano actual se piden jugadores equilibrados. Es listo, aunque le falta físico. Eso le quitará minutos”, advierte.
“Me gustaría transmitir los valores del deporte a la sociedad mediante políticas públicas. Me llena ayudar a la gente”
Pero la vida de este joven catalán no se agota en las pistas. De hecho, parece que estará más fuera de ellas que dentro cuando cuelgue las zapatillas. “Estudio Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Entiendo que es un poco atípico, pero es un mundo muy interesante. Cada año voy sacando asignaturas”, señala. “Me llama la atención la rama deportiva. Que los valores del deporte que me han inculcado se puedan transmitir a la sociedad a través de políticas públicas. Hacer actividades para los niños, construir instalaciones… Son valores que a veces no están presentes y con ciertas políticas se podría conseguir. Me llena mucho ayudar a la gente, hacer algo por la sociedad. Es algo que tengo en la cabeza. Por ahora de forma abstracta, pero se va definiendo con los años”, desarrolla.
El premio del que dice sentirse más orgulloso fue una mención honorífica del Consejo Superior de Deportes en 2017, en su segundo año de Bachillerato, por los resultados académicos y deportivos. “Sabía que debía sacar mucha nota en la selectividad, estaba con la titulación en bachillerato francés y empezaba a subir con el primer equipo. Fue un año de un estrés increíble y valió la pena. Me hizo una ilusión enorme tener en casa una pequeña cosa que simboliza todo ese sacrificio”. Ahora al Europeo se ha llevado la biografía de André Agassi, aunque su gran recomendación literaria en el terreno de las ciencias políticas es El príncipe, de Maquiavelo.
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