En la reunión de este pasado viernes en la Puerta del Sol, Ciudadanos trató de convencer a la presidenta madrileña de que evitara el choque de trenes. La vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, defendió la propuesta ante Isabel Díaz Ayuso.
-—Isabel, yo daría lo que fuera por dar la rueda de prensa que tú podrías dar ahora mismo. Sales y dices: miren, a mí de forma autoritaria se me imponen estas tres opciones, pero yo tengo que pensar en los madrileños y tengo que evitar un estado de alarma. Voy a trasponer la orden y voy a demostrar que Madrid se sitúa fuera de ese baremo de contagios que fija Sanidad en tres días. Así, retas a Sánchez y le demuestras que tus medidas eran buenas.
—No, no… ¡No puedo aceptar su chantaje! —respondió la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Villacís, según fuentes presentes en la cita, intentó con esa argumentación que la presidenta aceptara una vía intermedia: que el Ejecutivo madrileño se acogiera a la primera de las opciones que le daba el presidente, Pedro Sánchez, y dictara una nueva orden, bien formulada jurídicamente, para aplicar el confinamiento perimetral de la capital que exigía Sanidad. Así evitaba que el Gobierno impusiera el estado de alarma en Madrid. Pero ella lo rechazó sin espacio a la duda.
Ayuso sí escuchó, sobre todo a Villacís, y menos a Ignacio Aguado, su vicepresidente, también de Cs, con quien tiene una relación muy deteriorada. Aguado está “frustrado”, cuentan en Cs, por lo difícil que le resulta entenderse con la presidenta, mientras que en el PP lamentan lo complicado que es gobernar con un número dos “desleal” que protagoniza continuos desmarques. Por eso, en la reunión del viernes, Aguado tenía poca influencia en el análisis de Ayuso.
La presidenta tenía la última palabra y se enrocó en el no. Para entender su respuesta hay que comprender cómo vive la tensión con el Gobierno de Sánchez. “Ella se siente agredida por Sánchez, y ha respondido agrediendo”, cuenta uno de los presentes en esa reunión. En el entorno de Ayuso explican que tanto por las formas como por el fondo, Ayuso ha sentido que Sánchez le presentaba un chantaje, y que la decisión de intervenir Madrid estaba tomada de antemano. “Vive esto como una especie de afrenta personal. Miguel Ángel Rodríguez [su jefe de gabinete, exsecretario de Estado con José María Aznar] se lo hace vivir como una caza de brujas sobre ella”, analiza un consejero de su Gobierno, de Cs.
Ayuso es una creyente, una política muy ideologizada con mucho rechazo a la izquierda, pero sus socios afirman que también sigue una “estrategia diseñada de confrontación” con el Gobierno de Sánchez, que en su equipo niegan. En Cs sitúan el momento clave en enero, cuando Miguel Ángel Rodríguez (al que llaman MAR) se convierte en su asesor áulico. “Cambió mucho su forma de actuar”, dice un consejero.
En marzo, en los peores momentos de la pandemia, Ayuso acusó al Gobierno de retenerle material sanitario en la aduana; en mayo, criticó el “mando único dictatorial”, y en junio, cuando decayó el estado de alarma, le reprochó dejación de funciones — “No se puede pasar del Estado de alarma a la nada”—. Los socialistas también le han lanzado invectivas. El ministro José Luis Ábalos cargó contra el Gobierno madrileño por “poner por delante la economía a la salud”.
Movida por esa sensación de agravio, y sin tener en cuenta a sus socios, la presidenta no va a cambiar de plan. Se dedicará, dicen en su equipo, a reclamar al Gobierno que retire el estado de alarma en Madrid. Día tras día.
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