Faltan pocos minutos para el mediodía cuando se abren las puertas del teatro Nuevo Apolo en Madrid. Aunque los carteles anuncian al Mago Pop, el pasado miércoles 3 de noviembre era el turno del veteranísimo programa Ilustres ignorantes (martes a las 22.30 en #0 de Movistar+ y bajo demanda). Aquella fue una grabación excepcional por doble motivo: no es habitual que estas tertulias humorísticas se celebren por la mañana y, además, suponía el regreso de los ilustres a la que ha sido su casa durante los últimos seis años. Atrás ha quedado ya un confinamiento que les obligó, como a otros programas, a reinventarse para poder seguir adelante y grabar primero desde casa y, después, desde un plató sin público, donde los chistes rebotaban en la pared y solo estaban acompañados de las risas de los técnicos. Ahora, con aforo completo, las carcajadas vuelven a fluir en el patio de butacas.
Ni en los peores tiempos Ilustres ignorantes ha dejado de lado ese humor absurdo, casi surrealista y siempre ingenioso, que lleva ya en antena 15 temporadas. Todo un superviviente que permanece inalterable en una televisión en constante cambio. “En realidad no cambiamos porque somos unos vagos”, resume Javier Coronas, director de orquesta de estas tertulias y una de las patas de su trío central junto a Pepe Colubi y Javier Cansado. “Si algo funciona, no lo toques, y eso pensamos el primer año. Además, dura tan poco que no puedes cambiar muchas cosas. Es una tertulia, un Café Gijón de Hacendado, y ya está, no hay que complicarse mucho”, cuenta Coronas unos días antes de la grabación. Porque cuando toca programa, Coronas, Colubi y Cansado se concentran antes de salir al escenario en un ritual que les lleva del camerino a maquillaje y a recibir a los invitados del programa. “Nos han cambiado todo de sitio y hoy es todo un jaleo”, confiesa Coronas, que se asoma un momento a uno de los estrechos pasillos del teatro.
En una escalera, sentada apartada del resto, la humorista Susi Caramelo repasa anotaciones. Ella es la encargada de una tarea compleja y esencial: lograr que el público entre en calor antes de que las cámaras se pongan a grabar. Unos minutos antes de que Cansado, Coronas, Colubi y los invitados del día salgan al escenario, Caramelo ya ha arrancado algunas carcajadas para romper el hielo en la sala. Y poco antes, en otro rincón del teatro, los invitados han grabado la breve promo con la que el programa anunciará el tema de esta entrega.
En días de grabación —dos al mes, con dos programas por jornada—, el equipo de Ilustres ignorantes crece hasta el medio centenar de personas, pero en el día a día se reduce a la mínima expresión, con dos personas de producción, dos en realización y un guionista. “Es un programa que tiene mucho de preproducción”, explica Miguel Balanzategui, productor de este y otros espacios de la televisión de Telefónica como Nadie al volante, Sesiones Movistar o los programas de Jon Sistiaga. “El productor es el chico para todo. Coordino los equipos, recibo a los invitados, coordino la entrada de público, el día antes se organiza la escenografía, la iluminación…”. ¿Y en los días en que no se graba? “Lo más complicado es cuadrar las fechas de los invitados. Este inicio de temporada además ha sido muy ajetreado, hemos grabado en tres teatros diferentes [Calderón, Nuevo Alcalá y Nuevo Apolo] y ha sido una locura, porque cada teatro tiene una infraestructura diferente y es como empezar de cero”, explica Balanzategui mientras no para de contestar llamadas.
Una de las claves de Ilustres ignorantes es la improvisación. Pero aun así, el programa no podría existir sin un guionista, Dani Rodríguez, miembro del equipo desde que se hicieron las primeras pruebas para este formato hace ahora 13 años en el antiguo Canal+. “El programa empezó en un plató de Tres Cantos, y cambió mucho cuando fuimos a la sala Galileo Galilei. No duramos mucho en el plató, con público de pago, de espaldas, no entendían nada… Al ir a una sala donde la gente estaba bebiendo, todo mejoró mucho. Cuando entró Movistar y quisieron hacerlo en teatros grandes, tuvimos miedo porque al final no deja de ser un programa de señores sentados. Pero sí que funciona, lo han salvado muy bien”, repasa Rodríguez.
Él se encarga, de acuerdo con Coronas, de proponer los temas, el vídeo de presentación y las preguntas que sirven para estructurar los 25 minutos de programa. Rodríguez asegura sentirse “un poco impostor”. “Al final, es una escaleta con la que tienen que jugar, pero es un programa muy improvisado. Muchas cosas de los podcasts y otros programas que vemos ahora en plataformas están en esto. Fue un poco avanzado a su tiempo. Por eso ha permanecido tanto”, defiende. Los ilustres solo conocen el tema y la pregunta inicial, lo mismo que los invitados. “Nunca, nunca, nunca hemos comentado entre nosotros de qué vamos a hablar cada uno”, asegura Coronas sobre su método de trabajo. “Yo muchas veces antes de ponerme el micro pregunto el tema de que vamos a hablar, y Javi [Cansado] a veces lo pregunta en la mesa. Quizá esa es otra clave del éxito, que no lleva ensayo”.
Y así, solo con la red de unas preguntas y mucha habilidad mental, la mesa rodeada de, entre otros, una cebra, un forzudo y una ficha de rey de ajedrez gigante se llena poco después de las 12.30 para comenzar la prueba de sonido. Antes, Coronas se dirige al público para explicar lo que van a presenciar. “Yo siempre digo que las pruebas de sonido de Ilustres son emitibles, a veces son mejores y duran más que los programas. Es un espectáculo, porque no vas a hacer una prueba de sonido contando números con público delante”. Si un micrófono falla durante la grabación, se corta unos minutos, se arregla y se continúa como si no hubiera ocurrido nada. Para el espectador en el teatro todo es parte de un mismo show, una fiesta con la que evadirse unos minutos.
¿Humor sin límites?
En estos 13 años, el humor y los humoristas han evolucionado. “El humor es un ser vivo en cambio permanente”, resume Javier Coronas. Y según el guionista de Ilustres ignorantes, Dani Rodríguez, el humor que se hace en el programa también ha variado. “En la sala Galileo Galilei el programa era más canalla. Ahora se cuida todo más, desde la edición hasta los chistecitos. Si te ves programas de hace más de ocho años, seguramente habrá más barbaridades. Ahora no es que nos cortemos, pero se ha refinado un poco”, defiende.
En 13 años de un espacio lleno de improvisación y humor irreverente, los ilustres han cruzado líneas rojas con frecuencia. El propio Coronas lo reconoce. “No hay un guion que pase el filtro de los directivos, son cosas que surgen. Y sí, lógicamente ha habido veces que nos han dicho que no nos metamos con determinados temas. Al final, las empresas de televisión son empresas. Nosotros solemos meternos en muchos charcos. Pero una cosa es que nos lo digan y otra que hagamos caso o no. Hacer humor en España en televisión no es tan fácil como pueda parecer. Todo son empresas y tienen sus intereses, y a veces están por encima de que tengas libertad creativa”, explica. No aclara qué temas en concreto han sido los más conflictivos: “van cambiando cíclicamente cuando van pasando las temporadas, hay tantos… Pero nosotros intentamos no moderarnos. Es mejor defender lo que piensas que autocensurarte. Pero si te dijera que tengo una libertad absoluta para hacer lo que me dé la gana, ni yo ni nadie la tiene”, concluye.
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