San Sebastián festeja con moderación el título de Copa, ateniéndose en la mayoría de los casos a las recomendaciones sanitarias, pero se levantó este domingo por la mañana con una dulce resaca festiva, que puede durar varios días. Los aficionados se distribuyeron a lo largo del recorrido del autobús de la Real Sociedad, que llegó a las dos de la tarde al aeropuerto de Hondarribia; desde allí se desplazaron a Zubieta, donde un amplio dispositivo policial impidió la llegada masiva de los hinchas.
Pero hasta las nubes que tapaban parcialmente el cielo de la bahía de La Concha contribuían a un escenario plenamente txuriurdin en el firmamento, donde se supone que se ubica el Olimpo realista, en el que ya estaban, por méritos propios, Alberto Ormaetxea y John Toshack, los dos técnicos que consiguieron elevar a la Real Sociedad a lo más alto con sus títulos de Liga y Copa. A ellos se une Imanol Alguacil, el tercero de la lista de entrenadores laureados. Los añejos títulos de los primeros años no contaban con un técnico en el banquillo; entonces los capitanes elegían la alineación. Tal vez el único preparador que merece estar junto a los tres inmortales, aunque no sumara ningún título, sea Benito Díaz, que dirigió a la Real durante 15 temporadas, en dos periodos separados por 10 años. Fue él también quien dirigió a la selección española en el Mundial de 1950, en Brasil.
Alberto Ormaetxea, artífice del equipo que ganó dos ligas en los años ochenta del siglo pasado, además de una Supercopa, falleció en 2005. Tiene una estatua, ahora retirada provisionalmente, y custodiada por el Ayuntamiento por las obras de Anoeta, que recuerda su legado como uno de los mitos de la Real del siglo XX. El galés John Toshack, que cuando jugaba en el Liverpool fue el delantero que le marcó el primer gol a Arkonada en su debut con la Real, sigue siendo una de las voces más escuchadas en el entorno realista desde su retiro de Zarautz. Ambos son venerados, y ahora Alguacil, de 49 años, convierte el dúo en trilogía.
Imanol es un hombre de club. Incluso, como él mismo se encargó de recordar durante la rueda de prensa en La Cartuja, un forofo. Se despojó de la americana, se enfundó la camiseta blanquiazul y lanzó varios gritos de ánimo a su equipo, desatado. Pero también es un entrenador que sabe lo que tiene entre manos. En la final de La Cartuja, después de una primera parte igualada en la que los dos equipos demostraron mucho respeto al rival, y tras conseguir el gol que le daría la victoria a la Real, supo leer el partido para desactivar totalmente al Athletic, que no les hizo pasar ningún apuro a los suyos. Lanzó a sus mediocampistas a entorpecer el juego de los rojiblancos. Muniain no pudo darse ni una vez la vuelta con comodidad; Unai López, que salió por Vencedor, no encontró ningún espacio; Yuri se topó con cemento en la banda; y los delanteros permanecieron desactivados desde que Oyarzabal desequilibró marcando el penalti.
El planteamiento de Imanol fue muy inteligente, similar al que utilizó en San Mamés unos meses antes para ganar el derbi liguero por el mismo resultado, después de un gol de Portu en el minuto 7. En aquella ocasión, el técnico —natural de Orio— renunció supuestamente a sus principios y pertrechó a su equipo atrás, porque detectó la incapacidad del Athletic para buscar soluciones. En La Cartuja dio un paso más y ordenó una presión más asfixiante todavía, con el equipo más adelantado, aunque igual de ordenado.
Fue la culminación (por ahora) a una carrera que comenzó en las categorías inferiores del Orioko, el equipo de su pueblo, siempre de lateral, hasta que fue fichado por la Real Sociedad como juvenil. Debutó en Primera División frente al Oviedo, en el Carlos Tartiere, en 1990. Fue un paso fugaz esa temporada, pero al año siguiente, otro de los habitantes del Olimpo realista, Toshack, le ascendió al primer equipo. Nunca fue titular indiscutible, aunque permaneció en la plantilla durante siete temporadas y luego estuvo otras dos en el Villarreal. Jugó sus últimos años en el Jaén, el Cartagonova y el Burgos, donde colgó las botas.
Trabajo formativo
Volvió a sus orígenes, en el equipo de Orio, para comenzar su carrera como entrenador; después dirigió al juvenil del Zarautz, el pueblo vecino, para saltar finalmente a los equipos inferiores de la Real Sociedad. Es un hombre de la casa, así que cuando entrenaba al filial y le llamaron en marzo de 2018 para sustituir a Eusebio Sacristán, no puso ningún inconveniente. Completó la temporada y regresó al Sanse para seguir con el trabajo de formación.
Ese mismo año, en diciembre, Roberto Olabe y Jokin Aperribay le volvieron a necesitar para reemplazar a Asier Garitano. De nuevo tomó las riendas. “No tengo dudas de que tengo muchas ganas de entrenar a la Real”, decía entonces; “podía pensar que a dónde voy, porque estoy valorado y a gusto en el Sanse, pero creo que es una gran oportunidad y pienso qué es lo que puede pasar en muchos años y pesa más que cualquier riesgo”. Firmó por año y medio. Pasó que ganó la Copa del Rey frente al eterno rival. Pasó que tomó las riendas y ya no las soltó hasta llegar al Olimpo.
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