Está de bolos por radios, teles y prensa promocionando el nuevo Más vale tarde y luce como el rockero que dice ser “mucho antes que periodista”. Camisa blanca de manga corta, tupido tupé cano, cadena de acero sujetando la cartera del “peligroso hijo de puta” de Pulp Fiction amarrada a los vaqueros negros. Aún así, solo la mascarilla le libra de ser reconocido en plena Gran Vía de Madrid como el tipo que repartía el juego y sacaba la tarjeta si hacía falta a los viscerales tertulianos de La sexta noche sin perder la paciencia ni la retranca. Pese a que ha confesado públicamente que consideraba “un marrón” sustituir a Mamen Mendizábal antes de recibir, y aceptar, él mismo la oferta de ser su sustituto, López vende su nuevo programa con apabullante entusiasmo. Se embala, se gusta, se pisa él mismo sus palabras y se autorreivindica como un tipo de Bilbao, muy de Bilbao y mucho de Bilbao, que diría el expresidente Rajoy, uno de sus invitados más recordados y “surrealistas”. Está que exulta. O lo parece.
Le han sentado bien las vacaciones. ¿De dónde saca tanta energía?
Soy hiperactivo desde crío, y disléxico. Mi madre también es un torrente y mi hijo Roke, a sus cuatro años, igual. No sé si es buena herencia la que le dejo al chaval. A mis 48, aún no he logrado encauzarla del todo.
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Le vendrá bien para pastorear a políticos y tertulianos en el plató.
Para eso lo más importante es no perder el humor. Ellos pueden perderlo, es evidente, se calientan y se ponen más serios de lo que debieran, pero yo no puedo y no debo. Templarlos sin que se sientan atacados es la mejor manera de reconducirlos sin que se reviren.
¿No le dan a veces vergüenza ajena?
De quien más vergüenza siento en plató es de mí, y eso es producto de mi inseguridad, que tapo, también, con humor. Soy muy inseguro. A veces no controlas la información, haces un chiste fuera de lugar, un comentario inapropiado… Meto mucho la pata, pero la saco pidiendo perdón, cosa que hago muchísimo en lo profesional y lo personal.
Me refería a si no le abochornan las broncas que montan los tertulianos en plató.
Eso son muy pocos minutos en un programa de seis horas. Los debates en la tele tienen que ser calientes. Lo que no paso son las faltas de respeto personales. Ahí corto y reconduzco. La tele tiene que entretener, no es el Congreso de los Diputados. Me dan más vergüenza ajena los políticos que se echan zascas en la tribuna, o que te mienten a la cara en un programa. No les pido que acierten siempre, sino responsabilidad y que te digan la verdad. Y no, te mienten a la cara. Yo he tenido de tertuliano a Francisco Granados, le he preguntado por su inocencia, me ha mentido y me lo he tragado. Una semana después estaba en la cárcel. Granados, no yo.
Revilla es un revulsivo, un seguro de audiencia. Hay otros: Bono, Pérez Reverte, Loquillo, Cristina Almeida y el exministro Margallo
¿Y qué cara se le queda a uno?
Pues de tonto, pero nadie es infalible. Hay quien dice controlar la mentira y la manipulación, pero a mí me la han metido doblada muchas veces, y las que puede que me entere con los años. Me han mentido y manipulado más de una vez. Entonces, procuro aprender.
¿Es un periodista de raza?
Nunca he sabido muy bien qué es eso. Si eso significa que tuviste una epifanía, que viste una vez a Larry King y se te reveló tu destino, no. Soy periodista por una serie de casualidades. A mí lo que me gustaba es la comunicación. Hubiera querido ser creativo publicitario, pero me hicieron un casting para una tele local y me enganchó. La información es mi forma de vida, pero no es mi gran pasión. Tengo muchas otras.
Eso es anatema en el gremio.
Sí, no digo que yo sea peor ni mejor. No vivo para trabajar, sino que trabajo para vivir, y desconecto totalmente en cuanto salgo de plató. Tampoco soy el que más horas le echa a esto, y las que le echo, procuro que me cundan. No me considero un tipo con una misión, y no quiero ser ejemplo de nada. Solo les quiero entretener, no venderles ninguna moto.
Confiese, ¿qué tiene con Miguel Ángel Revilla para llamarlo tanto a su programa?
Personalmente, he logrado tener una amistad con él. He tenido un desprendimiento de retina y el tío me ha llamado todos los días. Es un fenómeno de masas y, en la tele, un revulsivo, un seguro de audiencia. Hay otros: Bono, Pérez Reverte, Loquillo, Cristina Almeida y el exministro Margallo. Personas de ideología diferente que crean opinión, arrastran a gente y funcionan como un tiro.
No vivo para trabajar, sino que trabajo para vivir, y desconecto totalmente en cuanto salgo de plató
¿Como Inda y Marhuenda?
Eduardo Inda, Paco Marhuenda, y el resto de tertulianos son parte importante del éxito del programa. Son periodistas opinando, es un debate de opinión, no un informativo. Es imposible gustarle a todo el mundo. Y sobre Inda te diré que quizá es el tertuliano con el que más he aprendido a moderar porque es el que más trabajo me da.
Y usted, ¿se considera objetivo?
No existen los periodistas objetivos. Nadie es blanco y puro como la nieve. Desde que eliges un titular estás opinando. Lo que hay que ser es honesto y dar cabida a todas las voces.
¿Qué le sugiere el verbo ‘blanquear’ referido a sus entrevistas o invitados, digamos, polémicos?
A mí me parece que blanquear es obviar o disculpar las presuntas actividades ilícitas del rey emérito, por ejemplo. Esa palabra, además, solo la leo en las redes sociales, y muchas veces es una forma de presión para intentar silenciar opiniones distintas a las de cada uno. Encuentro mucho más interesantes escucharlas y, llegado el caso, desmontarlas contraponiendo datos o testimonios de expertos. Es lo que hicimos, por ejemplo, con la entrevista a Victoria Abril, inmediatamente después de sus declaraciones sobre la covid. Ocho expertos desmontaron sus palabras en plató.
No me considero un tipo con una misión, y no quiero ser ejemplo de nada. Solo les quiero entretener, no venderles ninguna moto
En ‘Más vale tarde’ deja el ‘prime time’ por la franja de tarde y va a pringar más. ¿Le sale a cuenta el cambio?
Estoy muy bien pagado, no me quejo, y, sí, voy a currar más, pero es un gran reto. Muy pocos programas funcionan y Mamen ha dejado el listón altísimo. Ella y yo llevábamos nueve años en nuestros programas, y sabemos que un año de tele es como uno de perro, siete seguidos. Podía haberme quedado ahí, tan segurola, con mucha calidad de vida, pero tengo una edad y no quería jubilarme en La sexta noche.
A los 48 un presentador es joven para eso, pero ¿y una presentadora?
No quiero ni pensar en que tuviera que pedir curro en esto: no me contrataría de redactor ninguna tele. Y, sí, en televisión, a partir de los 35, las mujeres tienden a salir de la primera línea de cámara. Estamos perdiendo un capital humano y profesional brutal. Una joven periodista lo va a tener más fácil si es guapa, y el siguiente paso es que esa mujer puede ser desplazada por otra mujer guapa más joven. Eso está cambiando, pero muy poco a poco. Es así, tenemos que hacer autocrítica.
PRAGMÁTICO Y DISFRUTÓN
Iñaki López (Portugalete, Bilbao, 48 años) quería ser creativo publicitario, pero en la cola de la facultad se presentó a un ‘casting’ para una tele local y le picó el veneno de la imagen. Informaba, editaba y, sí, también vendía publicidad por las mercerías del barrio. Después de presentar varios programas en la televisión autonómica vasca y dar, hace nueve años, el salto a la parrilla de las privadas conduciendo con mano izquierda los encendidos debates de La sexta noche, presentará junto a Cristina Pardo el nuevo Más vale tarde tras la salida de Mamen Mendizábal. Trabajará más, admite, pero podrá coincidir los fines de semana con su esposa, la también periodista Andrea Ropero, y su hijo Roke, de cuatro años, que ha heredado la hiperactividad del padre, y dedicarse a lo que más le gusta: disfrutar de la vida: “Tengo muchas pasiones, y desconecto del plató en cuanto me quito el maquillaje”, admite.
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