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Indonesia busca los restos de un avión desaparecido tras despegar de Yakarta con 62 personas a bordo

Aunque han pasado ocho meses desde que se perdió el vuelo MH370 de Malaysia Airlines cuando volaba de Kuala Lumpur a Pekín con 239 personas a bordo, el avión aún no ha sido declarado oficialmente desaparecido. Los gobiernos de Malasia y Australia fijarán una fecha para dar ese paso formal, antes de fin de año, de modo que las familias de los 227 pasajeros (la mayoría chinos) y los 12 tripulantes puedan cobrar la compensación total del seguro, según ha explicado esta semana el director comercial de la aerolínea, Hugh Dunleavy.

Algunos parientes de las víctimas, como la neozelandesa Danica Weeks, han rechazado una indemnización parcial ofrecida por la aerolínea de unos 40.000 euros. Según el Convenio de Montreal les corresponderían unos 140.000 por cada víctima. En los juzgados podrían lograr mucho más. Pero lo que quieren las familias (y la comunidad aeronáutica mundial) es saber qué pasó el 8 de marzo.

34,7º Sur, 93º Este

La búsqueda del avión prosigue ahora con sonares especiales para rastrear el fondo marino (hasta 6.000 metros de profundidad), que previamente ha tenido que ser mapeado. Dos barcos, el Fugro Equator, contratado por Australia, y el buque chino Zhu Kezhen, completaron la batimetría de 160.000 kilómetros cuadrados bajo el océano el 26 de octubre. El Fugro Discovery, junto al Go Phoenix (contratado por Malasia) se encuentra ahora rastreando el suelo marino con sonares de haz múltiple.

Se han analizado ya 3.000 kilómetros cuadrados con estos medios. Ni rastro. Los tres barcos que participan en la operación (el Equator está siendo reconfigurado para incluir en su equipamiento otro vehículo submarino de remolque a gran profundidad como el que lleva el Discovery) cuentan a su favor con el hecho de ya es primavera en el hemisferio austral (si bien las condiciones meteorológicas han seguido complicando la búsqueda hasta hace unos días) y que tras muchas ecuaciones los ingenieros han dado unas coordenadas concretas del último contacto del avión con un satélite: 34,7º Sur, 93ºEste.

A esa conclusión se ha llegado tras un análisis tremendamente complejo de los datos recibidos por el satélite. Pero el propio informe técnico de Inmarsat publicado recientemente en The Journal of Navigation (publicación del Real Instituto de Navegación británico) que señala esa posición como la más probable destaca que “la sensibilidad de la trayectoria de vuelo reconstruida a errores de frecuencia [en la transmisión] es tal que se mantiene una incertidumbre significativa sobre la posición final” del avión. Así que el área prioritaria de búsqueda es de unos 60.000 kilómetros cuadrados: el doble de la extensión de Galicia.

Se han presentado varias demandas (civiles y penales) en China y Francia. La última la interpuso en Malasia hace 10 días la familia de uno de los pasajeros, Jee Jing Hang, que acusan directamente a las autoridades malasias de negligencia. Porque tardaron en poner en marcha la búsqueda, porque no notificaron que un radar militar lo había detectado fuera de su ruta, porque dos pasajeros iban a bordo con pasaportes robados…

El padre y esposo de tres de las cuatro víctimas de nacionalidad francesa, Ghyslain Wattrelos, trata de recaudar dinero para una investigación alternativa. Wattrelos perdió a su esposa Laurence, de 51 años, y a dos de sus tres hijos Ambre, de 13, y Hadrien, de 17. La cuarta víctima francesa, Zhao Yan, de 18 años, era amiga y compañera de Hadrien en el Liceo Francés de Pekín. “Hemos perdido la confianza en la investigación oficial. Encierra demasiadas incoherencias y contradicciones, y ha acabado demasiado a menudo en falsas buenas pistas”.

El presidente australiano, Tony Abbot, ha sido tachado de imprudente en sede parlamentaria por haber dicho en abril que tenía “gran confianza” en que unas señales detectadas correspondiesen a las cajas negras. Fue un nuevo fiasco. Aquellas falsas buenas pistas no condujeron a nada y la búsqueda se ha trasladado a cientos de kilómetros al sur de aquella zona.

La versión oficial del suceso MH370 dice que el Boeing 777 desapareció de los radares de los controladores aéreos 38 minutos después de despegar; alguien a bordo desconectó los sistemas de comunicación; un radar militar detectó el avión, que ya habría cambiado de rumbo, sobre la península Malasia, y se habría dirigido al océano Índico; un satélite de Inmarsat recibió siete transmisiones del avión hasta siete horas y media después del despegue. El dispositivo de búsqueda no se puso en marcha hasta más de cuatro horas después.

Aún no hay un cálculo global de cuánto ha costado la búsqueda en estos ocho meses pero Australia ya ha presupuestado 89,9 millones de dólares australianos (63 millones de euros) en este año fiscal y el próximo para las operaciones (está, hasta cierto punto, obligado a colaborar ya que el siniestro se produjo, supuestamente en su área de rescate marítimo). Malasia, que hasta agosto había empleado unos 10 millones de euros, firmó con Australia un acuerdo (que no se ha hecho público) para sufragar parte de los nuevos gastos.

Pero los recortes también llegan a las antípodas y en el informe anual de la Oficina de Seguridad en el transporte de Australia (ATSB en sus siglas en inglés) su director, Martin Dolan, se duele de que “en marzo pasado, al mismo tiempo” que se les pedía “tomar difíciles decisiones sobre su personal y recursos” se les encargaba su “mayor reto”: encontrar el MH370. El Gobierno les concedió fondos adicionales (9,5 millones más que el anterior ejercicio) pero en verano les tocó participar en otra investigación de gran envergadura: la del otro vuelo de Malasya Airlines, el MH17, derribado sobre Ucrania, en el que viajaban 38 ciudadanos o residentes australianos.


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