Ingrid Betancourt ha materializado su amenaza de abandonar la coalición de centro en Colombia menos de dos semanas después de anunciar su aspiración presidencial. La política ha terminado por dinamitar desde adentro la alianza que en un primer momento ayudó a forjar, después de poner contra las cuerdas tanto a Alejandro Gaviria, el foco de su enfrentamiento, como a los demás precandidatos con los que competía. “Nos vemos obligados a dar un paso al costado de la Coalición Centro Esperanza. Seré candidata independiente”, ha anunciado este sábado después de que el bloque publicó unas reglas para recibir adhesiones que no satisficieron sus exigencias. “Esa falta de posición clara nos obliga a asumir el liderazgo de una batalla que tenemos que dar y ganar en Colombia, por una política limpia, justa y que no les robe las oportunidades a 51 millones de colombianos que estamos secuestrados por la corrupción”, declaró con la frase que ha convertido en eslogan de su incipiente campaña.
La coalición había intentado un difícil acto de equilibrismo para mantenerse como una opción competitiva en las presidenciales. El choque público entre Betancourt y Gaviria, dos de sus cartas más reconocidas, ha dejado en evidencia la fragilidad del bloque. En la cornisa, la alianza intentó solventar su enésima crisis existencial con unas reglas que respondieran al reclamo esgrimido por la política pero no apartaran al exministro de Salud, quien ha rechazado ese ultimátum, pero celebró el documento.
“El duro momento que atravesamos exige de nosotros la mayor responsabilidad con el país. Es decisión de Ingrid y Alejandro acompañarnos o no”, decía la esperada declaración de la Coalición Centro Esperanza, publicada al mediodía de este sábado y firmada por sus otros cinco precandidatos: Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán, Carlos Amaya, Jorge Enrique Robledo y Juan Fernando Cristo. “La aceptación de uno de sus integrantes de apoyos por parte de dirigentes que han acompañado la agenda de Gobierno del presidente Duque, a la que nos oponemos con firmeza, es una equivocación que no compartimos y lamentamos”, señala el comunicado. “También fue desacertado ventilarla públicamente, sin discusión previa, como se había procedido en oportunidades anteriores”.
Sin mencionarlos, el comunicado apunta al apoyo a la campaña de Alejandro Gaviria de políticos tradicionales como los congresistas Miguel Ángel Pinto, del Partido Liberal, y Germán Varón Cotrino, de Cambio Radical –aunque ambos partidos se han declarado formalmente en independencia, ni de Gobierno ni de oposición, han acompañado iniciativas del Ejecutivo–. El mensaje se produce al final de una semana de turbulencias, luego de que el martes Betancourt y Gaviria sostuvieron un agrio enfrentamiento durante un debate electoral. Betancourt escenificó entonces su reproche por los políticos que estaban adhiriendo al también exrector de la Universidad de los Andes. “No voy a dejar que los lobos entren a donde están las ovejas”, le espetó. Cuando llegó su turno de réplica, Gaviria señaló su “hipocresía e oportunismo”, y le dijo que hablaba con “superioridad moral”.
Los nuevos criterios para recibir o rechazar adhesiones enfatizan el carácter de oposición de la Coalición Centro Esperanza frente a la Administración Duque y el uribismo, la corriente política creada en torno al expresidente Álvaro Uribe, el mentor político del mandatario. Entre otras, vetan a los congresistas que hayan sido parte de los partidos que se declararon de Gobierno, y aquellos que hayan acompañado las iniciativas del Ejecutivo, “o del Centro Democrático, cuyo propósito haya sido debilitar la implementación del acuerdo de paz”. También rechazan a los dirigentes condenados o sancionados por corrupción, narcotráfico o por haberse aliado con organizaciones armadas al margen de la ley, o aquellos clanes que han heredado organizaciones políticas de familiares condenados o sancionados.
“Celebro que el documento recoja mis criterios y observaciones”, reaccionó casi de inmediato Alejandro Gaviria. “Comparto los principios. Los he cumplido y los cumpliré. Participaré en la consulta de la Coalición Centro Esperanza en marzo. Vamos a ganar”, escribió en sus redes sociales, aunque se reafirmó en que no va a renunciar a los apoyos ya recibidos. Una hora más tarde, Betancourt reclamó que el comunicado no anunciaba acciones sobre esos apoyos previamente declarados, por lo que ella daba un paso al costado.
El portazo de Betancourt ha puesto a tambalear la alianza que ayudó a concretar. Luego de posponer un ultimátum que no provocó mayores reacciones, la política materializó su amenaza y ahora concurrirá por su partido, Verde Oxígeno. La más visible entre todos los políticos que pasaron largos años secuestrados por la extinta guerrilla de las FARC exigía a sus compañeros de bloque que se pronunciaran, con urgencia y en sus términos, sobre la corrupción. El jueves había lanzado su primer amenaza. “Si la coalición no toma la decisión de prohibir los apoyos de personas vinculadas con maquinarias que llevan a la corrupción y si no se toma la decisión esta noche (…) yo me retiro”, había dicho entonces. Con el plazo vencido, insistió el viernes, cuando publicó un video en el que dijo que decidió darle a la coalición un nuevo plazo, hasta el sábado al mediodía, “para decidir si seguimos firmes frente a la corrupción que traen las maquinarias”.
“Yo creo en la política que une, congrega, conversa con los distintos, busca soluciones y construye colectivamente en medio de la crisis. No creo en un centro político que se esconde, se aisla y le da la espalda al país. No más #ultimatum”, trinó este sábado Gaviria cuando se acercaba el nuevo plazo impuesto por Betancourt. “Rechazo todas las acusaciones, no soy politiquero ni clientelista. Lo he demostrado una y otra vez, con el ejemplo, con hechos en mi vida, como educador primero, como funcionario y como economista”, le había contestado a mitad de semana. “Yo quiero unir al país alrededor de un propósito común y una visión compartida. Quien divide y excluye ahora, durante la elección, no podrá unir al país entorno a las reformas que necesitamos los colombianos”.
En menos de dos meses, Betancourt ha pasado de ser una amigable componedora a la candidata que resquebraja la frágil alianza entre políticos que se oponen a los extremos representados por el izquierdista Gustavo Petro, de un lado, y la continuidad del uribismo en el poder, por el otro. El bloque ha buscado presentarse como una opción de cambio responsable, pero no ha podido terminar de zanjar sus diferencias. “En esta Coalición no existen jefaturas, y esto hace más complejo alcanzar consensos”, reconocía su comunicado de este sábado.
“Los precandidatos competirán de manera franca y leal. Imperará entre nosotros el espíritu de confianza”, sostenía el primer punto del acuerdo que dio forma a la Coalición el pasado 28 de noviembre. En esencia, contempla que el ganador de la consulta del 13 marzo recibirá el apoyo de todos sus integrantes. Ingrid Betancourt firmó ese documento fundacional como “garante”, pues solo lanzó su aspiración presidencial el 18 de enero, e incluso fue la encargada de anunciar el pacto. Su precandidatura a duras penas había alcanzado a ser medida en las encuestas. Un sondeo de las firmas Guarumo y EcoAnalítica divulgada esta semana le otorgaba 4,1 % de las preferencias dentro de la Coalición Centro Esperanza, muy por detrás de Sergio Fajardo (41,6%), Alejandro Gaviria (22,1%) o Juan Manuel Galán (15,7%). Ahora, Betancourt va por su cuenta.