“Inquietud” entre los diplomáticos por el bloqueo en el nombramiento de embajadores

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Fachada del Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Fachada del Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores.CLAUDIO ÁLVAREZ

La Embajada de España en Londres (Reino Unido) está vacante desde el pasado 2 de febrero, cuando el Gobierno cesó al embajador Carlos Bastarreche sin nombrar un sustituto. Bastarreche se había jubilado en noviembre pasado, pero aceptó seguir en el puesto dos meses más, mientras se negociaba el decisivo acuerdo sobre Gibraltar.

La legación diplomática en el Reino Unido, un puesto fundamental en un momento en que hay que afrontar las secuelas del Brexit, no es un caso único. La silla del embajador de España en la India, el segundo país más poblado y una de las siete mayores economías del mundo, está vacía desde que, en octubre pasado, cesó por jubilación su hasta entonces titular, José Ramón Barañano. Aunque ambas embajadas siguen funcionando en manos de los respectivos encargados de negocios, el embajador tiene acceso a unas esferas de poder a las que no llega su ‘número dos’ y, sobre todo, nadie se explica en el Ministerio de Asuntos Exteriores la demora en cubrir esos puestos.

En marzo se jubilará el embajador en Bosnia-Herzegovina y, en mayo, los jefes de las misiones diplomáticas en Rusia e Irán. A lo largo de este año deberán cubrirse otras 27 embajadas, algunas tan importantes como las de Arabia Saudí, Israel, Sudáfrica o la representación en el Comité Político y de Seguridad de la UE (COPS) de la UE.

Entre los relevos previstos en 2021 no está el del embajador de España en Rabat, Ricardo Díez-Hotchleitner. A pesar de que ha batido ya todos los récords de antigüedad (lleva más de cinco años en el cargo, cuando lo habitual son tres o cuatro), la ministra lo ha prorrogado un año más, dadas las delicadas relaciones con Marruecos.

Las otras jefaturas de misión (32 en total) salieron a concurso en otoño pasado, para que los interesados pudieran optar a ellas, aunque la decisión última corresponde al Consejo de Ministros, al tratarse de nombramientos de libre designación. Más de un centenar de diplomáticos de las categorías más altas (embajadores, ministros, consejeros) optaron a esos puestos, pero el ministerio aún no ha informado de quiénes son los elegidos.

En paralelo, se ha puesto en marcha el denominado bombo, en el que se adjudican 106 puestos en el exterior de categoría inferior a embajador, desde las segundas jefaturas a las secretarías de Embajada, a los que optan diplomáticos de todos los niveles. Se trata de un proceso complejo en el que interviene la Junta de la Carrera (en la que están representadas todas las categorías del escalafón, bajo la presidencia de la subsecretaria), que concluye con una propuesta no vinculante que suele ser aceptada. La excepción la constituyen los llamados destinos “de asterisco”, por estar así marcados en la lista (este año son cuatro, la segundas jefaturas de Berlín, Rabat y París y la consejería cultural en Roma), cuya designación se reserva la ministra.

El problema es que los más de 100 diplomáticos que han optado a los 32 puestos de embajador no saben si han sido elegidos y, si no entran en el bombo, se quedarán sin destino en el exterior. En cambio, si optan a puestos de inferior categoría, se llevarán los mejores, al tener más méritos; pero nunca llegarán a ocuparlos si finalmente logran una Embajada. Lo mismo sucede con los destinos “de asterisco”. Se produce así un efecto cascada que, desde lo más alto del escalafón, acaba afectando a los escalones más bajos.

La Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE), que agrupa al 64% de los miembros de la carrera, ha expresado su “inquietud” ante esta situación, que genera incertidumbre entre cientos de diplomáticos que no saben si en los próximos meses deberán planificar su vida profesional y familiar fuera de España. La asociación, que pide “previsibilidad y tranquilidad” para los diplomáticos, ha remitido una carta a la subsecretaria del ministerio, María Celsa Nuño, quien ha asegurado ser consciente del problema y se ha comprometido a intentar resolverlo, según la ADE.

Fuentes diplomáticas atribuyen el bloqueo al hecho de que la titular de la cartera, Arancha González Laya, no delegue en materia de personal. “La ministra quiere supervisar todas las decisiones y eso produce inevitablemente un cuello de botella, dada la ingente cantidad de asuntos que tiene que despachar”, agregan las mismas fuentes. Una muestra de ello es que el año pasado, cuando el bombo ya se retrasó debido a la pandemia, la ministra quiso entrevistar, por vía telemática, a los elegidos para puestos de asterisco, como las segundas jefaturas en La Habana y Caracas.

Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores aseguró anoche que el relevo de los embajadores “forma parte de la normalidad institucional” y que, “durante estos procesos, la jefatura de misión no queda vacante ya que se asume de manera interina por quien ostenta la segunda jefatura”. Añadió que “la convocatoria ordinaria de puestos en el exterior [el llamado bombo] tiene un procedimiento y unos plazos marcados reglamentariamente. En cambio, el nombramiento de un jefe de misión [embajador] es una decisión que adopta el Consejo de Ministros en el marco de la potestad discrecional del Gobierno. Este proceso no está sujeto a ningún plazo. Son, en definitiva, dos procesos totalmente independientes y de naturaleza muy distinta”, añadió.

Esta situación se produce en un momento en que el reglamento de la carrera diplomática, el marco jurídico que regula los nombramientos en el exterior, está anulado por una decisión del Tribunal Supremo de 2017 (debido a un defecto de forma, ya que no se sometió a negociación colectiva) y aún no se aprobado el nuevo texto, que está en elaboración.


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