Israel ha anunciado este martes un importante acuerdo con Líbano para la delimitación de la línea de explotación de los yacimientos de gas en el Mediterráneo. El pacto, cuyo contenido no se ha hecho público, llega tras dos años de negociaciones con la mediación de Estados Unidos, ya que ambos países carecen de relaciones diplomáticas tras enfrentarse en varias guerras. El acuerdo abre la puerta a la exploración de yacimientos offshore (aquellos que se realizan mar adentro) y evita un potencial conflicto. El partido-milicia libanés Hezbolá, que el pasado febrero introdujo un dron en territorio israelí, había advertido de que respondería con fuerza si Israel comenzaba la extracción de hidrocarburos en uno de los yacimientos, Karish. Y la pasada semana, el ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, amenazó con “destruir” Líbano si Hezbolá atacaba el Estado judío y se desencadenaba una guerra.
“Hemos alcanzado un acuerdo histórico sobre la línea marítima con Líbano […] Fortalecerá la seguridad de Israel, inyectará miles de millones en la economía israelí y garantizará la estabilidad de nuestra frontera norte”, ha indicado el primer ministro israelí, Yair Lapid, en un comunicado en el que señala que el borrador final “cumple todos los principios que presentó Israel en los ámbitos de seguridad y económico”.
El reloj apretaba a ambas partes para cerrarlo. Israel celebra elecciones el próximo día 1 y el líder de la oposición, Benjamín Netanyahu ―con opciones de regresar al poder, según los sondeos― es muy crítico con el acuerdo. Y en Líbano, el presidente, Michel Aoun, estaba decidido a hacerlo antes del fin de su mandato, el último día de este mes.
Israel ya había comenzado a producir y exportar gas. De hecho, el pasado junio anunció un acuerdo de suministro con la UE, ansiosa de alternativas al gas ruso. La Unión impulsa un proyecto de gasoducto para conectar —a través de Chipre, Grecia e Italia— los yacimientos marítimos del Mediterráneo Oriental.
En Líbano, inmersa en una brutal crisis económica exacerbada tras la explosión en el puerto de Beirut que ha sumergido al 80% de la población por debajo del nivel de pobreza y hundido el 95% del valor de la moneda frente al dólar, la explotación seguía, en cambio, paralizada. Su ministro de Energía, Walid Fayyad, ha dicho este martes que el gigante francés TotalEnergies comenzará la exploración de gas en las aguas territoriales libanesas tan pronto como se concluya el acuerdo. Los analistas calculan que Beirut tardará años en recibir los frutos económicos y que los cálculos de reservas no están acreditados por prospecciones, pero el pacto manda un mensaje importante a los mercados, en plena negociación con el Fondo Monetario Internacional, y a la población, sometida a apagones eléctricos.
Poco antes del comunicado de Lapid, Aoun tuiteó que el contenido del borrador es “satisfactorio” para Líbano y que esperaba anunciar el acuerdo lo antes posible, mientras que el jefe negociador israelí, Eyal Hulata, señaló en un comunicado que “todas las peticiones” y “todos los cambios” solicitados por Israel fueron aceptados.
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El anuncio llega tras semanas de tira y afloja y escenificaciones. El Gobierno de Israel tenía un ojo puesto en no llegar a las elecciones con una imagen de negociador débil que pueda capitalizar Netanyahu; y el de Beirut, otro en Hezbolá, un auténtico Estado dentro del Estado. La pasada semana, Israel rechazó la última contraoferta libanesa, que incluía cambios que Washington consideraba menores y el Gobierno israelí, de sustancia. Lapid anunció públicamente el rechazo y su ministro de Defensa se apresuró a comunicar el refuerzo de las tropas en la frontera norte.
Israel rechazó dos modificaciones que proponía Beirut, según el diario Haaretz. La primera tenía que ver con la línea de boyas de cinco kilómetros que Israel había demarcado ya unilateralmente. Los libaneses pedían que fuese reconocida solo de facto. La segunda está relacionada con el porcentaje de beneficios que obtendrá Israel de la parte de la reserva gasística de Kana en su territorio marítimo.
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