Italia acusa a cuatro miembros de las fuerzas de seguridad de Egipto del asesinato de Giulio Regeni


Desde el inicio, todas las sospechas apuntaron a las fuerzas de seguridad egipcias. Regeni se esfumó mientras se dirigía al centro de El Cairo, que aquel día estaba literalmente tomado por la Policía para evitar cualquier posible protesta contra el régimen dirigido por el mariscal Abdelfatá Al Sisi. Además, las marcas en su cuerpo coincidían con las torturas que practican a algunos disidentes los verdugos del régimen: uñas arrancadas, quemaduras con cigarrillos o descargas eléctricas. De acuerdo con la autopsia, el joven, de 28 años, padeció un auténtico calvario durante aproximadamente una semana. ¿Quién podría estar interesado en su muerte? ¿Y por qué el asesino se ensañó de aquella manera con el joven estudiante?

En parte, las repuestas a estas preguntas podrían estar vinculadas al tema que investigaba para su doctorado en la prestigiosa universidad británica de Cambridge: los sindicatos alternativos egipcios. Para una dictadura implacable como la actual, responsable de la desaparición forzosa de centenares de personas, cualquier institución que pueda servir de vivero del activismo político debe ser estrictamente controlada. Y el movimiento obrero no es una excepción. No hay que olvidar que la conclusión que ha extraído el régimen de la caída del exdictador Hosni Mubarak es que su colapso se debió a haber otorgado un margen de maniobra demasiado amplio a la sociedad civil. Por ello, los estudios que llevaba a cabo Regeni podían resultar más sensibles de lo que parece a simple vista.

La actitud de las autoridades egipcias, que siempre han negado categóricamente cualquier relación con el asesinato, no ayudó precisamente a neutralizar estos recelos. En un primer momento, la Policía atribuyó la muerte del chico a un accidente de tráfico. Posteriormente, señaló como responsables a una banda de criminales de medio pelo, que fueron todos acribillados al proceder a arrestarlos. Una mochila con la documentación de Regeni apareció en la habitación de uno de los presuntos asesinos. Fue tan evidente que se trataba de un montaje, que la estrategia resultó contraproducente.

Desde entonces, las pesquisas policiales han estado marcadas por la polémica, sobre todo por la falta de colaboración de los investigadores egipcios con sus homólogos italianos. En consecuencia, las relaciones entre Roma y El Cairo han pasado por un periodo de fuertes turbulencias. Por su parte, la prensa ha podido aportar solo un poco más de luz al caso. The New York Times publicó un artículo en el que citaba a tres fuentes de seguridad egipcias que admitieron que Regeni fue arrestado el 25 de enero. Y en la prensa egipcia, se filtró una grabación de una conversación entre Regeni y el responsable del sindicato de vendedores ambulantes, demostración última de que la Policía lo estaba investigando durante las semanas previas a su desaparición.

A pesar de la presión mediática y política, el Gobierno egipcio todavía no ha encontrado a los verdugos de Regeni. Y, probablemente, no lo hará nunca. Ante esta falta de expectativas, y habida cuenta de los ingentes intereses empresariales italianos en Egipto, el Ejecutivo de Paolo Gentiloni aprobó a finales de septiembre el pleno restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Egipto, enviando a El Cairo un nuevo embajador casi un año y medio después de haber retirado el anterior.

Recientemente, la Policía italiana ha dirigido los focos mediáticos hacia la tutora de tesis de Regeni, Maha Abdelrrahman, sugiriendo que podría haberle forzado a escoger un tema de tesis demasiado delicado. No obstante, la Universidad de Cambridge ha reaccionado con una defensa sin ambages de la profesora, destacando que “siempre ha colaborado completamente” en las investigaciones. “Por lo tanto, es muy perturbador descubrir que ella ha sido víctima de unos esfuerzos coordinados para implicarla directamente en la muerte de Giulio”, reza la nota firmada por el vicerrector de la institución, Stephen Toope. Efectivamente, las repuestas a este cruel asesinato, todas, hay que buscarlas en El Cairo, no en Cambridge.


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