En medio del embate de la segunda ola de la pandemia en Colombia, los anuncios a duras penas generaron titulares. Al filo de las fiestas de fin de año, el presidente Iván Duque decidió retocar su Gabinete al designar nuevos ministros en las carteras del Interior, donde Daniel Palacios releva a Alicia Arango, y de Cultura, en la que Felipe Buitrago reemplaza a Carmen Vásquez. Fiel a su estilo, Duque ha venido ajustando a cuentagotas su Gobierno, que mantiene los cargos más determinantes en manos de los sectores afines al expresidente Álvaro Uribe, su mentor político. El anticipado ascenso de los hasta entonces viceministros marca también, sin hacer mucho ruido, la estocada final a la promesa que el mandatario tanto exhibió al comienzo de su mandato: un equilibrio entre mujeres y hombres –que ahora encabezan más de dos tercios de los ministerios–.
“Vamos a tener un Gabinete paritario, el primero de la historia de Colombia”, repitió Duque en innumerables ocasiones desde la propia campaña que lo llevó al poder. En un país que nunca ha elegido a una mujer como mandataria, llegaba con el impulso de que su fórmula, Marta Lucía Ramírez, era la primera vicepresidenta. En la investidura, en agosto de 2018, lo acompañó un equipo de ocho ministras y ocho ministros, y su primer acto como presidente fue posesionarlo.
“Era un mensaje importante en su momento”, valora Sofía Salas, quien hizo parte de la campaña Paridad Ya, que promueve mayor presencia femenina en puestos de poder. “Tener voces de mujeres en cargos de toma de decisión es importante más allá de cuáles sean sus posiciones. En el mundo ideal uno quisiera que llegaran a estos cargos mujeres con conciencia y perspectiva de género, con una visión feminista. Estamos hablando de un Gobierno de derecha, pero más allá de sus posiciones, que haya mujeres es importante por un tema de representación”, apunta. Esa apuesta se desdibujó. “Es un asunto que Duque no se tomó en serio”, señala sobre lo que considera tanto una promesa incumplida como una oportunidad perdida.
“Ni cumplió la promesa, ni lo tradujo en una narrativa contra el machismo, a favor del empoderamiento femenino. Lo que queda en evidencia es que fue una propuesta sin ningún desarrollo, ni comunicacional ni en términos reales del ejercicio del poder”, señala la politóloga y columnista Lariza Pizano. “Tan poco peso le daba el presidente que ni siquiera se planteó ninguna argumentación para que el Gabinete dejara de ser paritario, y tan poco peso le da la sociedad civil a este empoderamiento que ni siquiera esto ha generado cuestionamientos públicos”, reflexiona.
Duque se proponía nombrar ministros de perfil técnico que se mantuvieran los cuatro años de su periodo, pero muy pronto se estrelló con una realidad política más turbulenta. Palacios es el tercer ministro del Interior desde que el mandatario se mudó a la Casa de Nariño, la cartera que más cambios ha tenido junto a la de Justicia, que el año pasado también pasó de manos femeninas a masculinas cuando Wilson Ruiz ocupó el puesto que dejó vacante en agosto Margarita Cabello para ser elegida procuradora general.
En Colombia, la llamada Ley de Cuotas establece que las mujeres deben estar al frente de al menos el 30 % de los cargos de nivel directivo del Estado –aunque en los puestos de elección popular ese porcentaje se ubica por debajo del 20%–. Desde el Ejecutivo defienden que han logrado avances para una mayor participación en cargos directivos. Gheidy Gallo, consejera para la Equidad de la Mujer, dijo en una entrevista al periódico El Espectador que esperan alcanzar la meta de 50 % en los 20 meses que le quedan al Gobierno, aunque “la composición del Gabinete ministerial es una realidad dinámica”.
Antes de que irrumpiera la pandemia para trastocar todas las agendas políticas, Duque ya había hecho una remodelación de su Gobierno largamente esperada. A pesar de algunos cambios de nombres, las principales carteras –Interior, Defensa, Hacienda y Relaciones Exteriores– siempre se han mantenido en la órbita del uribismo, la corriente política creada en torno al exmandatario. La saliente ministra del Interior, Alicia Arango, que pasa a ser embajadora de Colombia ante la ONU en Ginebra, fue secretaria privada de Uribe, después dirigió el Centro Democrático, el partido de Gobierno fundado por el expresidente, y arrancó la administración Duque al frente de la cartera de Trabajo. Palacios, que se venía desempeñando como su viceministro de Relaciones Políticas, no representa una ruptura de esa línea. También fue secretario privado de Uribe y su carrera comenzó en las juventudes uribistas junto a los hijos del exmandatario, Tomás y Jerónimo.
En febrero, Duque abrió la puerta a otros sectores y nombró como ministros de Trabajo, Salud y Agricultura a personas vinculadas al Partido de la U, Cambio Radical y los conservadores, que no habían tenido representación, para mejorar sus relaciones con el Congreso y alcanzar las mayorías que hasta entonces le habían sido esquivas. El ministro de Salud, Fernando Ruiz, ha tenido un gran protagonismo en la atención de la crisis sanitaria. Esos ajustes, sin embargo, no alteraron la proporción entre hombres y mujeres.
Cuando escogió a Mabel Torres hace cerca de un año para encabezar el recién creado ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación –a pesar de los cuestionamientos por haber promovido sin evidencias un bebedizo contra al cáncer–, las mujeres incluso ocuparon fugazmente 10 de las 18 plazas de ese Gabinete ampliado –este Gobierno también creó el ministerio del Deporte–. Pero a la hora de nombrar a sus últimos cinco ministros, Duque no ha escogido mujeres. La promesa paritaria comenzó a resquebrajarse en junio, cuando Diego Mesa reemplazó en Minas y Energía a María Fernanda Suárez. Después, la renuncia de Margarita Cabello dio paso a Wilson Ruiz en Justicia. Y luego de los cambios anunciados en Interior y Cultura, el 2021 arranca con una proporción de 13 hombres por cinco mujeres –en Exteriores, Transporte, Educación, Ciencia y TIC–. Un desequilibrio que dista mucho de la paridad.