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jamás podrás volver a comprar esto en el estanco

Todos somos conscientes de lo mucho que ha cambiado el mundo en apenas unas décadas. Hace aproximadamente 20 años, no teníamos acceso a Internet y, a día de hoy, pasamos una media de cuatro horas consultando nuestro teléfono. Esta evolución y cambio de vida ha provocado una profunda transformación en forma de comprar productos, consumir servicios, comunicarnos, etc. Sin lugar a dudas, las nuevas tecnologías han dado un giro de 180 grados a nuestras vidas.

Aunque todo el mundo se centra en los beneficios de las nuevas tecnologías, también hay algunos inconvenientes de los que no siempre nos damos cuenta. Son muchísimas las cosas que hemos dejado de hacer, como por ejemplo escribir cartas a los amigos y familiares que viven lejos. Pensándolo bien, ¿cuándo fue la última vez que escribiste una carta?

Teniendo esto en cuenta, los estancos están dejando de vender sellos. Aunque todavía podemos encontrarlos en algunos establecimientos, cada vez es más complicado. Y es que, a la caída drástica de la demanda, hay que sumar que los sellos son muy poco rentables. Por lo tanto, si queremos enviar una carta, debemos ir a una oficina de Correos a por un sello.

Aunque se utilizan muy pocos sellos para el franqueo de cartas, Correos continúa fomentando el coleccionismo filatélico con diferentes actividades a lo largo del año: libros anuales de sellos, emisión de matasellos, etc. Correos señala que cada año se producen 90 emisiones de sellos y que se apuesta porque esas emisiones sean cada vez más modernas.

Datos curiosos de los sellos

Fue en 1840 cuando el servicio de correos británico empezó a utilizar el sello postal como nuevo sistema de franqueo. Anteriormente, el destinatario era quien abonaba el envío postal según la distancia que lo separara del remitente.

Desde 1840, se estableció el franqueo de la correspondencia según el peso de la misma, de manera que pasó a ser el emisor quien pagaba el importe. Para ello, se crearon los sellos postales.

El primer sello postal de la historia, bautizado como penique negro, costaba un penique y se emitieron más de 68 millones de unidades. Llevaba el sello con el rostro de la reina Victoria.  Poco a poco, el uso de los sellos se extendió por todo el mundo, y con el paso del tiempo surgió la filatelia.

En España, el primer sello se emitió en 1850 y llevaba la imagen de la reina de Isabel II. Costaba entre seis cuartos y 10 reales, según la estampación.


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