Javier Milei era hasta hace poco menos de dos años un economista provocador de pelo negro ensortijado e insulto fácil. Los programas políticos de televisión lo amaban: con su verba incendiaria y sin filtro aseguraba el espectáculo. Pero en 2021 decidió dejar el análisis económico, se postuló a diputado y ganó. Nadie se lo tomaba muy en serio hasta que anunció su intención de ser presidente y comenzó a ascender en los sondeos. Cuanto peor le va a Argentina, mejor le va a Milei, que ha sabido atraer el voto bronco de los descreídos de la política. Esta semana, el candidato libertario grabó un video para presentar su “plan motosierra”, una mezcla de ideas ultraliberales donde no hay ministerios de Educación, Salud, Obras Públicas ni Desarrollo Social, se permite la venta y compra de órganos y la delincuencia se resuelve armando sin restricciones a los civiles.
La crisis que vive Argentina está pasando la factura a los políticos. El estancamiento económico y la frustración social por la falta de futuro da alas a figuras emergentes que prometen dinamitarlo todo para empezar de cero. La fórmula le sirvió a Jair Bolsonaro en Brasil en 2018, cuando se temió un contagio en Argentina. Pero el peronismo, en su versión kirchnerista, encontró la fórmula para neutralizar cualquier aventura individual antisistema y se impuso en las elecciones de 2019. El fracaso de aquel experimento, con Alberto Fernández como presidente y Cristina Kirchner como vice, abrió la puerta del Congreso a Milei en las elecciones de medio mandato. Y desde entonces, su figura no para crecer.
La Libertad Avanza de Milei es hoy la tercera fuerza política en Argentina, y ya nadie se ríe de sus posibilidades electorales. Un promedio de seis encuestas nacionales elaboradas por el diario Clarín dio al economista el 17% de los votos. Está, cuando faltan cinco meses para las elecciones primarias obligatorias y siete para las generales, apenas por detrás de las dos grandes coaliciones que hoy dominan el escenario argentino: el gobernante Frente de Todos (25%) y Juntos por el Cambio (27%).
Milei ha logrado quebrar la polarización, instalándose desde el margen como un árbitro electoral. Los últimos días concentró todas sus fuerzas en un armado nacional que le dé fortaleza en el interior del país. Pesca en río revuelto. Cuando el peronismo no ordena, la estampida de dirigentes locales abunda.
Javier Milei en un acto de campaña en Buenos Aires. Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)
Milei se asoció a todo tipo de personajes. En Tucumán (norte), por ejemplo, lleva como candidato a gobernador a Ricardo Bussi, hijo de un exmilitar condenado por delitos de lesa humanidad. Bussi presentó su candidatura con un video donde dispara a un blanco fijo en medio de imágenes de asaltos a civiles. “Que la próxima vida no sea la tuya”, dice a cámara. Milei tomó el guante desde Buenos Aires. Consultado por una periodista del canal de noticias TN por qué defendía la libre portación de armas, respondió con el estilo que ya es su marca de campaña: “¿Por qué estás vos a favor de que los argentinos de bien padezcan como ratas frente a los delincuentes?”.
El votante de Milei no necesariamente defiende ideas del diputado ultraliberal como el porte libre de armas, la venta de órganos, el fin de la educación gratuita o a quemar el Banco Central para terminar contra la inflación. Los une la protesta contra todo lo establecido y coinciden en que los políticos son “una manga de delincuentes y ladrones”. “Tiemblen políticos. Sigan mintiéndole a la gente. No le gusta nuestro plan porque de ahí ustedes no pueden morder, se van a quedar sin robar y van a tener que laburar como personas honestas” dijo Milei durante la presentación de su plan. Su frase de cabecera es “odio a los zurdos de mierda”. Y para diferenciarse de “la casta”, cada mes sortea su sueldo de diputado nacional.
El crecimiento electoral de Milei ya es un problema para los partidos tradicionales. Sus votantes son en su mayoría jóvenes y de clase media, pero también crecen en las barriadas pobres del extrarradio de Buenos Aires que fueron tradicionalmente peronistas. El Gobierno poco puede hacer. El dato de inflación de febrero difundido el martes alcanzó el 6,6% y el interanual superó por primera vez el 100% desde 1991. A medida que se profundiza la crisis y crece el malhumor social, el ministro de Economía, Sergio Massa, pierde fuelle como posible candidato de consenso en un peronismo que hoy se desangra en peleas intestinas.
No le va mejor a Juntos por el Cambio, la coalición opositora creada por el expresidente Mauricio Macri. El discurso de Milei obliga a los precandidatos de centro, en particular el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, a pendular hacia la derecha. Y da alas al mismo tiempo a las figuras más extremistas de la alianza, como la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el propio Mauricio Macri.
Que Milei terminara fagocitado por Juntos por el Cambio parecía una obviedad meses atrás. Pero el diputado crece en las encuestas y conseguir su apoyo cotiza cada vez más alto. Su aspiración es pasar a una segunda vuelta en las elecciones de octubre y captar todo el malestar posible en las urnas. Milei ya no provoca risas.
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