Jesse Jackson lleva comida a los activistas atrincherados de la Embajada de Venezuela en Washington



Matthew Burwick, ingeniero caraqueño de 51 años, no supo hasta este miércoles quién era el reverendo Jesse Jackson. Se enteró el mismo día que lo conoció, pero no fue un encuentro placentero. Al igual que en los últimos 36 días, Burwick se presentó fuera de la embajada de Venezuela en Washington para reclamar que los activistas estadounidenses atrincherados abandonen el edificio. Para forzar la desocupación, los simpatizantes de Juan Guaidó, reconocido como presidente por una cincuenta países, han obstruido el acceso a la electricidad y a la comida durante la última semana. El veterano activista de los derechos civiles, de 77 años, llegó esta tarde hasta la sede diplomática para entregarles bolsas con alimentos, agua y suministros a los cuatro chavistas que permanecen dentro. El ingeniero intentó evitar que Jackson lograra su cometido, pero los acompañantes del líder afroamericano frustraron su plan al forcejearlo, dando pie a una caótica escena.
Una de las imágenes que ha dejado esta guerra fría que se libra en la embajada venezolana fue la de los activistas pro Nicolás Maduro lanzando un cordel desde la segunda planta a sus compañeros de Code Pink, el movimiento que lidera la ocupación. El objetivo era que les amarraran comida y ellos pudieran ingresarla por la ventana. Sin embargo, alguien cortó la cuerda. Este miércoles volvieron a lanzarla, y a pesar de los intentos del ingeniero por retenerla, el reverendo consiguió que la bolsa con víveres llegara a puerto en cuatro ocasiones.

Jackson defendió su presencia en Washington por un asunto de derechos humanos. “Estoy aquí porque me preocupa más la paz que la guerra. No podemos matar de hambre a los venezolanos”, sostuvo. Cuando Burwick protestó por la entrega de los alimentos le dijo al reverendo: “Mande la comida a Venezuela, allá no tenemos”. Jackson adelantó que volverá a la embajada el próximo domingo y que representantes de la Coalición Rainbow Push, fundada por él, visitará el recinto todos los días hasta que se resuelva la situación.
La indignación del puñado de venezolanos que se congregaron esta tarde fuera el edificio era mayúscula. Victoria Mattiuzzo, de 32 años, levantaba un cartel en el que se leía “Señor Jackson no deje que Code Pink o Maduro manchen su nombre”, al tiempo en que le gritaba que la gente a la que estaba alimentando apoyaba a un dictador asesino. “El señor Jackson siempre ha luchado por los derechos civiles en el mundo y ahora mismo, en esta situación, está en el lado incorrecto de la historia”, sostuvo Mattiuzzo. “Si lucha por la libertad en EE UU, también lo tiene que hacer por la de Venezuela”, agregó.
El reverendo Jackson fue uno de los oradores en el funeral del expresidente venezolano Hugo Chávez en 2013. En su discurso afirmó: “No estamos aquí porque Chávez haya muerto, estamos aquí porque vive”. En su paso por la embajada se dejó ver con Ajamu Sibeko Baraka, activista político y excandidato para vicepresidente de EE UU por el Partido Verde. Sibeko Baraka calificó a su país como “deshonesto” por violar el derecho internacional, en sus palabras, y celebró la labor de “los protectores de la embajada” por oponerse. “Lo que vemos aquí es el poder de las personas”, afirmó. Los ocupantes de la sede diplomática no quieren que el equipo de Guaidó en Washington entre a la embajada porque, a diferencia de la Administración de Donald Trump, no reconocen al líder opositor como presidente de Venezuela.
Desde hace un mes que por el elegante barrio de Georgetown se escuchan rumores de que van a desalojar al autodenominado Colectivo de Protección de la Embajada. Este miércoles parecía inminente. La policía federal despejó el perímetro del edificio, hasta entonces ocupado por decenas de tiendas de campaña donde dormían los venezolanos opositores a Maduro. Tres de los siete activistas que continuaban en la sede -llegaron a ser una treintena- salieron por temor a ser arrestados. Pero finalmente las fuerzas policiales no sacaron a los ocupantes. En vez, leyeron un aviso por megáfono notificándoles que si permanecían dentro estaban violando la ley y serían procesados. “Fue una tremenda sorpresa. Pensamos que era el acto final de nuestra estancia”, dijo este martes Madea Benjamin, directora de Code Pink. La líder del movimiento, que fue una de las primeras en ocupar la embajada, no fue testigo de la visita de Jackson porque se tuvo que ir durante la víspera a Nueva York por un asunto familiar.


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