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Jineth Bedoya: “El Estado colombiano asumió una actitud que me dejó completamente vacía”

La periodista colombiana Jineth Bedoya, el martes 19 de octubre en la sede de la Fundación para la Libertad de Prensa, en Bogotá.Camilo Rozo

Jineth Bedoya (Bogotá, 47 años) ha encontrado la justicia que tanto buscó. La periodista, un símbolo de la lucha contra la violencia sexual en América Latina, fue raptada por paramilitares el 25 de mayo del año 2000 a la entrada de la cárcel La Modelo de Bogotá, mientras esperaba ingresar para una entrevista previamente acordada como parte de una investigación sobre tráfico de armas, desapariciones y homicidios en las prisiones colombianas. La retuvieron 16 horas y luego la abandonaron en una carretera. Después de más de 20 años, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó este lunes al Estado colombiano por el secuestro y tortura de Bedoya, una trampa tendida con la participación de agentes estatales.

El padecimiento de Bedoya a lo largo de estos años se vio agravado por las 12 ocasiones en que la Fiscalía la hizo declarar sobre su violación, así como la decisión sin precedentes del Estado colombiano de retirarse de la audiencia pública virtual del pasado 15 de marzo, cuando intentó recusar a los magistrados en un alegato rechazado por el más alto tribunal americano de derechos humanos.

“Tal vez yo nunca pueda ver tras las rejas al general de la policía que ordenó mi secuestro, ni a los hombres que lo secundaron. Eso quedará en la consciencia del Estado, y en la inoperancia de la Fiscalía General de la Nación que contribuyó a esta impunidad, pero mi resarcimiento está sellado. La Corte Interamericana se ha pronunciado, y la reivindicación que tanto busqué hoy está aquí”, dijo Bedoya este martes en su primera comparecencia ante sus colegas, por momentos con lágrimas en los ojos, en la sede de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), que ha acompañado su caso. “Lo que me alivia el alma y compensa en algo tanto dolor, todo lo que he tenido que padecer, es que no lo logré solo para mí. Miles de mujeres víctimas sobrevivientes de violencia sexual, y mujeres periodistas violentadas, perseguidas y estigmatizadas por hacer su trabajo, por fin son reconocidas y escuchadas. Eso es justicia”.

Bedoya, editora del periódico El Tiempo, se ha convertido en una reconocida activista contra la violencia sexual. Desde que decidió hablar sobre su violación, hace más de una década, ha encabezado la campaña No es hora de callar, que busca que las víctimas alcen la voz y denuncien las agresiones. “Una campaña que hoy, por orden de la Corte, se convierte en un centro de memoria para este país”, el único en el mundo dedicado a la violencia sexual, destaca al día siguiente de la sentencia durante una entrevista en la sede de la Flip, una antigua casona de ladrillo en Bogotá.

Menuda, viste un abrigo verde y una pañoleta morada, la combinación de los colores de las luchas feministas. La pañoleta está estampada con mariposas violetas, “que en la cultura oriental significan dignidad, que es mi símbolo y el de No es hora de callar”, apunta. La entrada está custodiada por el esquema de seguridad con el que ha tenido que aprender a convivir, un recordatorio de que ha sido blanco de incesantes amenazas desde antes incluso de su secuestro.

Pregunta. ¿La sentencia le ha ayudado a sanar?

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Respuesta. Después de la audiencia del 15 de marzo entré en un momento muy difícil, el más difícil de mi vida. El Estado asumió una actitud que me dejó completamente vacía. Entré en una crisis de salud muy grave, y de depresión severa. Duré cinco meses sin ir al periódico, con todo el respaldo, afortunadamente, pero no me pude reconectar con el periodismo. Y en todo ese tiempo pensé, primero, si iba a alcanzar a llegar a hoy. Si mi voluntad y mi cuerpo me iban a permitir conocer la sentencia. Y, segundo, cómo me iba a sentir con la sentencia. Puedo decir que hay cosas que son irreparables, y que no voy a poder recuperar nunca, pero sí tengo paz adentro. Hoy veo las cosas diferentes. Creo que nada me va a poder volver a ese estado de sentir rabia, o de entrar en esas crisis de tratar de conseguir justicia, pero patinando sobre el dolor. Hoy siento que me descargué.

P. El presidente Iván Duque dijo que Colombia acatará el fallo en su totalidad, y usted que la Corte les ha dado una oportunidad para hacer historia. ¿Qué espera ahora del Estado colombiano?

R. Ver el mensaje del presidente fue alentador después de todo lo que ha ocurrido. No tenía muy claro cómo iban a reaccionar, pero esa posición del representante del Estado en este momento da la posibilidad de que podamos avanzar. Y lo que espero es eso. Que nos podamos sentar muy pronto, construir conjuntamente y que, como dice la sentencia, me abran un camino donde no tengamos que volver a discutir, a pelear, a presionar, sino que ellos entiendan la grandeza del momento. Y que podamos hacer algo conjuntamente.

P. ¿Algún representante del Estado la ha contactado con respecto a la sentencia?

R. Nadie me ha buscado todavía. Espero que estén en el análisis de la sentencia, pero que lo hagan pronto. Esta es una oportunidad para intentar enderezar ese camino que quedó tan minado el 15 de marzo.

P. Hasta ahora no ha sido un proceso reparador, al punto que ha equiparado la humillación del Estado con la violencia sexual que sufrió. ¿Qué sintió en marzo cuando el Estado colombiano se retiró de la audiencia?

R. Se me volvió a acabar la vida. Fue la sensación de humillación total, y de abandono por parte de un Estado con el que, en últimas, yo había estado colaborando en los últimos años. La misión de No es hora de callar, de llegar a tantas regiones y ayudar a tantas mujeres, siempre se cruzó con alguna parte del Estado. En algunos casos hicimos alianzas con la misma Presidencia para visibilizar el feminicidio o la violencia sexual. Entonces, es sentir que de un momento a otro te dan la espalda, te ignoran. Sentí que quedé vacía, pero lo más grave es que esa situación me llevó a una crisis emocional que desencadenó un problema en la columna. Fue un momento de crisis. Bajé a lo más profundo del hueco y toqué fondo.

P. En la audiencia dijo que si algo la mantuvo en pie fue el periodismo

R. No concibo mi vida sin hacer periodismo. En los momentos más difíciles, es lo que me ha salvado, lo que me ha dado la esperanza de que tener una voz fuerte es la posibilidad de hacer cosas que transformen. Si miro hacia atrás, he hecho muchas cosas que han transformado vidas, y eso es lo que me quiero llevar de todo este proceso tan doloroso.

P. También ha recalcado el tema de la salud mental, de la tristeza y la depresión. ¿Esa ha sido una batalla más dura que la judicial?

R. Sí, y lo digo con conocimiento de causa de lo que acabo de atravesar. La depresión en la que caí después del 15 de marzo ha sido el episodio más duro en estos 21 años. La tristeza es algo contra lo que a veces no puedes pelear. Lo más difícil es cuando no encuentras motivos para seguir.

P. ¿De dónde ha logrado sacar el valor y la fuerza?

R. Cuando sentí que ya no podía caer más, que ya me había estrellado contra el piso, yo misma me cuestioné: ¿Después de tanto, es justo conmigo haber dado esta pelea y terminar así? Creo que eso fue lo que me llenó de fuerza. Y repito nuevamente, el periodismo.

P. Ustedes pedían el cierre de la cárcel La Modelo. Más de 20 años después, ¿sigue siendo un símbolo de impunidad?

R. La Modelo sigue siendo uno de los peores centros de reclusión de América Latina y del mundo. Hasta el último día que esté en ese lugar va a ser el mayor símbolo de impunidad de este país. Sobre esas estructuras donde están privados de la libertad miles de hombres, están los cadáveres de personas que fueron descuartizadas y desaparecidas, botadas por la cañería. Personas que tienen familias y tienen dolientes. No se dio la medida de reparación por la que yo aposté, pero logré que se vuelva a hablar de La Modelo. Y en eso seguiré trabajando desde el periodismo.

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