Por segunda vez en tres semanas, los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y Rusia, Vladímir Putin, han hablado este jueves por teléfono de la tensión en torno a la frontera de Ucrania, ante la que el Kremlin ha concentrado miles de tropas en los últimos dos meses. El contacto, a petición de Putin, anticipa la reunión bilateral que EE UU y Rusia celebrarán el 10 de enero en Ginebra, a la que no asistirá ninguno de los presidentes. En su nombre negociarán el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Ryabkov, y la subsecretaria de Estado estadounidense, Wendy Sherman.
Moscú insiste en llevar a las reuniones una serie de exigencias, entre ellas garantías legales de que la OTAN no llevará a cabo refuerzos militares en las fronteras europeas de Rusia, especialmente la de Ucrania. El portavoz del presidente ruso, Dmitri Peskov, aclaró antes de la llamada que esta sería “una continuación de la discusión que comenzaron con el encuentro virtual” hace tres semanas, y que en ella abordarían los temas previstos en la agenda de enero. “Las conversaciones tienen un único propósito: alcanzar un compromiso teniendo en cuenta la postura del otro”, dijo Peskov, subrayando que Moscú cree que “solo con las negociaciones es posible resolver los abundantes problemas urgentes”. “Estamos listos para una conversación, queremos esa conversación”, recalcó.
Washington considera los movimientos de Rusia en su frontera con Ucrania como un intento de rediseñar el mapa del flanco oriental de Europa. Pese a que la Casa Blanca defiende como primera opción la vía diplomática, también ha advertido que tiene preparada una batería de sanciones a la economía y al sistema financiero ruso si el Kremlin rompe con el statu quo. Estas irían “mucho más allá de las de 2014″, cuando Moscú se anexionó la península ucrania de Crimea y auspició la rebelión del este ucranio contra Kiev. “Estamos preparados para la diplomacia y para avanzar por esta vía, pero también para responder si Rusia va más allá con una eventual invasión de Ucrania”, advirtió este miércoles, en una llamada con periodistas, un alto funcionario de la Administración Biden.
Washington no percibe el menor signo de desescalada sobre el terreno. “Seguimos viendo una presencia significativa de tropas rusas alrededor de la frontera de Ucrania. Y el presidente Biden ha indicado al presidente Putin que para que haya un progreso real, y alcancemos un escenario de seguridad y estabilidad en Europa, se requerirá un contexto de desescalada”, explicó el funcionario.
El Gobierno de Kiev ha rebajado la tensión al afirmar que no ve una amenaza de agresión abierta por parte rusa. “Sí, hay un aumento de las fuerzas del Ejército. Pero no vemos una concentración importante en nuestras fronteras, como publican algunos medios en el extranjero”, matizó ayer el secretario del Consejo de Seguridad y Defensa de Ucrania, Oleksiy Danílov, según la agencia Interfax.
Paraguas multilateral
Washington mantiene su compromiso con los acuerdos sobre la crisis del este de Ucrania, subrayó el alto cargo de la Casa Blanca. Pero siempre bajo un paraguas diplomático multilateral que Rusia parece reticente a asumir. “Rusia ha presentado una propuesta de acuerdo completa entre Rusia y la OTAN. Evidentemente, eso debe debatirse en el contexto de la OTAN. Y las cuestiones relacionadas con Ucrania encajan en el contexto de la OSCE”, recalcó la fuente de la Casa Blanca.
Tres semanas de frenéticas negociaciones a varias bandas han dejado de manifiesto que EE UU no desea mover ficha en solitario en este espinoso asunto. El secretario de Estado, Antony Blinken, contactó el miércoles con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y con sus homólogos británico, francés y alemán. El Kremlin, al contrario, se muestra más proclive a tratar directamente con la Casa Blanca, aunque a la vez insta a EE UU a regresar a los acuerdos internacionales que el presidente Donald Trump abandonó.
Rusia ya ha presentado sus exigencias para lograr lo que considera que son “garantías de seguridad”. Estas propuestas fueron publicadas por el Ministerio de Exteriores el 17 de diciembre y el silencio de Washington en los días siguientes impacientó al Kremlin. Cuatro días después, Putin celebró un encuentro con la cúpula del ejército en la que amenazó con tomar “medidas de represalia técnico-militares” si la OTAN protegía a Ucrania, entre otros países que Moscú considera bajo su órbita. “Necesitamos garantías vinculantes a largo plazo (…). Sabemos que, incluso con garantías legales, no se puede creer en EE UU porque se retira con facilidad de los acuerdos internacionales”, advirtió a sus altos mandos Putin, comandante en jefe de la Federación Rusa.
El Ministerio de Exteriores ruso difundió un borrador con sus propuestas “para prevenir actividades militares peligrosas y reducir la probabilidad de incidentes entre sus fuerzas armadas”. Según la propuesta rusa, la Alianza Atlántica “asume la obligación de impedir una ampliación de la OTAN a otros Estados, incluida la adhesión de Ucrania”, y renuncia a hacer ejercicios militares en esa región, el Cáucaso y Asia Central. Además, Moscú exige a la Alianza a que “se comprometa a no desplegar sus fuerzas armadas y armamento en territorio de todos los demás países europeos” y, en caso de amenaza a la seguridad, que los despliegues solo se hagan “con el consentimiento de todos los participantes”. Es decir, en una guerra como la del Donbás, Rusia tendría que dar el visto bueno al envío de armas de EE UU a Kiev.
Moscú exige a Washington que vuelva al acuerdo iraní
Horas antes de la llamada telefónica, la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso reiteró dos de las ideas clave para Moscú: que la OTAN no admita a más países del este y que EE UU regrese a los acuerdos internacionales. El Kremlin exige a Washington que demuestre “de manera tangible” su intención de volver al pacto nuclear iraní de 2015, que abandonó en 2018 durante la presidencia de Trump.
“No se trata de concluir un nuevo acuerdo. Esto requerirá un esfuerzo metódico, literalmente pieza a pieza, para reparar el equilibrio perdido por las acciones de EE UU”, apuntó la portavoz, quien lanzó otro dardo al afirmar que “obviamente, la condición de violador de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU hace sentir incómodos a los americanos”. La Casa Blanca apuntó que el pacto nuclear con Irán estaría sobre la mesa en la llamada de ayer, aunque subrayó las “conversaciones realmente constructivas” que se celebran en Viena.
Entre Moscú y Washington y, por extensión, la OTAN, hay más contenciosos pendientes que el del este de Ucrania. La instalación de misiles Iskander en el enclave ruso de Kaliningrado en 2018 y la retirada de Washington del tratado de misiles de medio y corto alcance en 2019 son vistos como una amenaza por sus contrapartes.
“La frecuencia de los contactos de los actores hablan claramente de su interés en encontrar un resultado digno”, afirma Aleksandr Borisov, profesor del Instituto Internacional de Relaciones Exteriores de Moscú. Para los think-tanks más pro-Kremlin, la responsabilidad de la situación actual recae en mayor medida en Occidente. “Los estadounidenses y sus aliados de la OTAN han ido demasiado lejos al mostrar a Rusia como antagonista, y Rusia, como dijo Putin, no tiene ningún otro lugar a donde retirarse”, agrega Borisov en un intercambio de correos antes de citar una frase del canciller alemán Otto von Bismarck sobre el país eslavo: “Hay 100 formas de sacar a un oso ruso de una madriguera, pero ni una sola de llevarlo allí”.
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