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Johanna Hedman: “De las mujeres se espera que usemos nuestra vida personal como moneda de cambio en el mundo literario”


“Cuando entregué mi primer libro, solo quería ganar suficiente dinero para acabar el siguiente. Nunca me vendí como una persona psicológicamente robusta, capaz de aguantar interrogatorios públicos sobre mi personalidad y mi infancia”. Es una frase que Sally Rooney escribió en su última novela, Dónde estás, mundo bello (Penguin Random House), poniéndola en boca de uno de sus personajes, Eileen, una mujer de unos 30 años que tuvo un éxito descomunal con su primera novela. También, seguramente, la podría suscribir Johanna Hedman, otra escritora, en este caso real, de 31 años que ha tenido un éxito considerable con su primera novela y a quien, irónicamente, se ha vendido como “la Sally Rooney sueca”, igual que les sucede a otras tantas autoras de la misma edad que escriben sobre conflictos amorosos del primer mundo. “Entiendo que tiene sentido desde el punto de vista del marketing”, admite la novelista sueca. “Las dos nacimos a finales de los noventa y escribimos sobre relaciones entre universitarios, pero eso tampoco es algo muy raro. En el futuro espero que me consideren por mí misma”.

Su novela de debut, Trío (Gatopardo en castellano, Amsterdam en catalán), tiene un título autoexplicativo: tres veinteañeros de Estocolmo de distintos orígenes sociales —la muy privilegiada Thora, nacida en una familia que acumula poder económico e intelectual; su amigo de la infancia August, mucho menos rico, y el outsider necesario, Hugo— se acuestan y se pelean y se separan y discuten y van a fiestas y dejan, en general, que la vida les pase por encima. Como corresponde a una novela del hiperpresente (aunque tiene un capítulo narrado desde el futuro), los personajes no necesitan explicitar si les gustan los hombres, las mujeres o todos los géneros. “Tengo la sensación de que muchas relaciones son así, sobre todo en la veintena. No son fluidas porque alguien les ponga ese nombre. Simplemente son así”, explica Hedman.

La escritora Johanna Hedman fotografiada en la librería Finestres, en Barcelona.Anna Huix

Se podría leer el libro con Google Maps a mano, geolocalizando a los personajes en distintos puntos de Estocolmo, una ciudad con la que los personajes y la propia autora tienen una relación de amor y conflicto. “Crecí en un barrio del centro, pero muy distinto al de Thora. Iba a una escuela con gente diversa y siempre estuve atenta a ese tipo de pistas. Mis padres siguen juntos, lo cual era muy raro. Muchos de mis amigos vivían en apartamentos muy pequeños solo con sus madres, otros eran suecos de primera generación. Yo me fijaba en si tenían comida en la nevera, en qué tipo de cena había en cada casa, en si estaban suaves las toallas en el baño”.

Hedman, que cambió sus estudios de Literatura por los de Relaciones Internacionales, redactó su manuscrito en forma de breves escenas casi como un entretenimiento mientras finalizaba su tesis. “Tenía que escribir un montón de trabajos académicos en inglés y echaba de menos el sueco. Sentía esa añoranza por la ficción y la poesía, por toda la libertad que puedes encontrar ahí”.

Cuando la pandemia la devolvió de la India, donde se había instalado, de vuelta a Estocolmo, revisó aquel borrador y lo envió a dos editoriales. No tardaron en decirle que sí, que la publicaban, y además el libro se vendió a otras 12 lenguas en poco tiempo. El éxito es agradable, pero también la ha hecho sentir a ratos como el personaje de Sally Rooney. “Una amiga me preguntó que qué tal era eso de ser un producto. Era broma, pero también verdad. ¿Qué pasa si eres un escritor increíble, pero eres muy tímido? Ningún editor va a quererte. De las mujeres, además, se espera que usemos nuestra vida personal como moneda de cambio en el mundo literario”. Lo dice mientras se resigna a una última foto promocional.

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