Pide una bebida fría y se enfrasca en una discusión por WhatsApp con un Gobierno europeo por los intereses de la UE en Oriente Próximo. Josep Borrell (La Pobla de Segur, 75 años) viene de una cumbre en Camboya, para apenas dos días en San Lorenzo de El Escorial y va camino de Santander y la inevitable Bruselas. El jefe de la diplomacia europea arranca una larga conversación con El PAÍS en la mesa de un restaurante a dos pasos de la tumba de Felipe II con un dibujo esquemático de las tres grandes incertidumbres globales: “Ucrania, el estrecho de Formosa [entre Taiwán y China] y el avispero de Oriente Próximo”.
Borrell ataca una docena de costillas con excelente apetito, pero cuando se enciende la grabadora se olvida de la mitad del plato. Para lidiar con esos tres focos de conflicto, y también para la política española, tiene un consejo que es en realidad una frase de Terminator: “Espera lo mejor, pero prepárate para lo peor”.
Pregunta. La vuelta del verano va a ser delicada, con una inflación del 10% y una enorme incertidumbre. Si Rusia cierra la llave del gas, ¿resistirá la unidad europea?
Respuesta. Nadie sabe qué va a hacer [Vladímir] Putin, pero lo racional es prepararse para lo peor. Si quiere usar la energía como arma, no esperará a que rellenemos nuestros stocks en invierno.
P. ¿Le preocupa lo que pueda ocurrir en septiembre en las elecciones italianas, además de la posición de Hungría?
R. Putin piensa que las democracias son sistemas vulnerables porque tienen opiniones públicas que pueden expresarse. Eso no ocurre en Rusia. Si, además, hay cambios políticos en algún país que inclinen de su lado a futuros gobiernos, mejor para él. Hay que explicar a nuestros ciudadanos que la de Ucrania no es una guerra de los demás. Nos va mucho en ello: la ciudadanía tiene que estar dispuesta a pagar un precio para mantener el apoyo a Ucrania y la unidad de la UE. Estamos en guerra: esas cosas no son gratis, aunque sí hay que tratar de repartir los esfuerzos de forma equitativa. Pero repito: esta guerra nos afecta directamente, aunque nuestros soldados no mueran allí.
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P. ¿Cuál es el riesgo de la crisis política en Italia, azuzada por el malestar económico?
R. Las elecciones de septiembre en Italia pueden cambiar un Gobierno liderado por alguien de sobradas credenciales europeístas y muy comprometido con la defensa de Ucrania por dirigentes que no están necesariamente en esta misma posición. Pero de momento la unidad está ahí. Nunca he visto a la UE tan unida. Sí, con puntos débiles, pero poco significativos: Hungría quedó fuera del pacto para recortar las compras de energía, pero supone solo un 6% de las importaciones europeas.
“Europa debe prepararse para un conflicto de larga duración en Ucrania”
P. ¿Qué efecto tendría en Europa una recesión en Alemania?
R. Nuestras economías están muy interrelacionadas. Si le va mal a Alemania, habrá problemas para todos.
P. Todo esto dispara el riesgo de fractura.
R. Más que en los riesgos hay que centrarse en las soluciones y seguir haciendo más deprisa lo que estamos haciendo. España, por ejemplo, ha presentado su plan de ahorro energético, como deben hacer todos los gobiernos. Sería bueno que eso no fuera el escenario de una lucha hispano-española y que todo el mundo contribuyera al ahorro energético.
P. ¿A qué atribuye la guerra de guerrillas de España?
R. Quizá en España no tenemos tanta conciencia de lo que esa guerra representa como los países que la viven más cerca. Diez millones de ucranios han cruzado la frontera y han solicitado asilo en Europa. ¿Cuántos de ellos lo han hecho en Polonia y cuántos en España? Los problemas se ven con puntos de vista distintos en función de la geografía y la historia.
P. ¿Se ha alineado en esta guerra la UE demasiado con Estados Unidos?
R. Entre la UE y EE UU ha habido desde el estallido de la guerra una absoluta cooperación. Occidente tiene un imperativo moral con Ucrania. ¿EE UU se habría comprometido tanto si hubiera tenido un presidente como [Donald] Trump?
P. Ucrania dice que la única solución es una derrota absoluta de Rusia y una vuelta a las fronteras anteriores a 2014. ¿Comparte este diagnóstico?
R. Ucrania está sufriendo una invasión, está siendo destruida sistemáticamente por los bombardeos rusos. Se está defendiendo de la agresión. No voy a entrar en qué consiste la victoria y la derrota: solo sé que tenemos que ayudar. Si Rusia gana esta guerra y ocupa parte del territorio ucranio, entonces los europeos sí que habremos perdido y nos enfrentaremos a una amenaza mucho mayor.
P. Da la impresión de que, hasta hace poco, EE UU y Europa armaban a Ucrania para combatir con Rusia en pie de igualdad, pero que ahora la están armando para negociar.
“Todas las guerras se acaban con una negociación. Cuanto antes llegue, mucho mejor”
R. Todas las guerras se acaban con una negociación. Cuanto antes llegue, mucho mejor. Que ayudemos militarmente a Ucrania no quiere decir que no hagamos lo que podamos para negociar. Pero por desgracia podemos poco: Putin no quiere parar. Nuestro objetivo es que cuando llegue la hora de negociar, Ucrania llegue en las mejores condiciones. Y eso pasa por la defensa de su territorio.
Josep Borrell, alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, en El Escorial.claudio álvarez
P. Ninguno de los bandos parece tener la capacidad de imponerse. ¿Estamos condenados a un conflicto cronificado?
R. Ese conflicto está llamado a durar. Rusia quería una guerra relámpago, ocupar Kiev en una semana y tener una Bielorrusia bis. Eso no le ha salido bien. Y ahora se enfrenta a dos cosas que no esperaba: la feroz resistencia ucrania y la desacostumbrada unidad del mundo occidental. Esos son los dos grandes errores de Putin. Los europeos tenemos que estar dispuestos a enfrentarnos a un conflicto de larga duración, buscando soluciones políticas. Cuando alguien me dice que dejemos de ayudar a Ucrania porque así duraría menos la guerra, mi pregunta inmediata es si nos da igual cómo acabe esa guerra.
P. Ahora se abre un nuevo frente con China, tras una visita a Taiwán de Nancy Pelosi que incluso en EE UU se ha juzgado como inconveniente. ¿Cómo ha vivido Europa ese despertar de China?
La reacción de Pekín a la visita de Pelosi a Taiwán ha sido desproporcionada. El mundo necesita que EE UU y China cooperen
P. He oído a portavoces muy autorizados de la Administración de [Joe] Biden decir que la visita era una iniciativa individual de un cargo político que no representa al Ejecutivo. La reacción de China ha sido desproporcionada, con una formidable movilización de medios militares.
P. ¿Ha sido este viaje un error no forzado que da argumentos a China para impulsar su agenda de reunificación con Taiwán?
R. No hay nada nuevo en esta actitud china de querer la reunificación con Taiwán. Lo importante es que esta voluntad se produzca de manera pacífica, que estos momentos de tensión no produzcan un incidente no deseado que desencadene un conflicto mayor.
P. Pero sí hay consecuencias económicas. También para Europa: la industria alemana va a sufrir.
R. El mundo necesita que EE UU y China cooperen. Los problemas globales no se pueden resolver sin la cooperación de las dos grandes potencias. Porque, sin ellos, problemas como el cambio climático no tienen solución. Y por eso es muy mala noticia que China ya se haya retirado de la mesa de negociación climática. Pero la interrelación tan estrecha entre las economías de ambos países hace que ninguno de los dos desee la derrota absoluta del otro.
P. En respuesta a los planes de ahorro energético europeos, la vicepresidenta Teresa Ribera dijo que, a diferencia de otros países, España no ha vivido por encima de sus posibilidades. ¿Cómo ha sentado en Bruselas esa frase con ecos de la crisis del euro?
R. Los países del sur no podemos ahora aparecer como los frugales de la energía. No podemos mostrar una falta de solidaridad argumentando que el norte podía haber pensado antes que Putin no era un suministrador de energía fiable. Es el momento de mostrar solidaridad con los países que se van a ver más directamente afectados por el corte del gas. Hay que arrimar el hombro, mostrar solidaridad. España puede hacer mucho, porque tiene un tercio de toda la capacidad europea para licuar gas natural. Podemos ser la puerta de entrada en Europa del gas alternativo al ruso. Ahí tenemos un papel que jugar. Y estoy convencido de que lo haremos.
P. ¿Qué grado de crisis económica espera para el otoño? El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, habla de un escenario catastrófico, mientras que el presidente, Pedro Sánchez, le ha quitado hierro al asunto.
R. España tiene ventajas: no somos tan dependientes del gas ruso. El mercado laboral está funcionando. Y tenemos el colchón amortiguador de 70.000 millones de fondos europeos. Estas ventajas hacen que este no sea el momento de poner peros: no podíamos pedir la solidaridad europea hace meses, cuando estábamos más afectados por el virus, y ahora ponernos de perfil cuando otros se ven más afectados por la dependencia del gas. Y no lo estamos haciendo. Estamos siendo solidarios de la forma más eficiente posible.
P. ¿No comparte entonces el diagnóstico apocalíptico?
R. No tengo dotes de adivino. No sé lo que va a pasar. Pero tengo una fórmula: espera lo mejor y prepárate para lo peor.
P. Al empezar la guerra usted anticipó el despertar de la Europa geopolítica. Con la perspectiva de casi seis meses de guerra, ¿qué cambios ve ya Europa?
R. Estoy muy satisfecho. En pocos días pasamos de decir que no se pueden usar los fondos comunitarios para gasto militar a poner sobre la mesa 2.500 millones. Esa ayuda militar ha sido muy importante: sin ella Ucrania no habría podido rechazar a las tropas rusas que estaban a las puertas de Kiev. He visto las columnas de tanques rusos reventados en las calles de Kiev. Eso no se hace con tirachinas.
P. A diferencia de Ucrania, la UE ha sido mucho menos asertiva con el conflicto en Gaza.
R. Resolver la situación de la gente atrapada en esa cárcel al aire libre que es Gaza no está en manos de la UE. Es una situación escandalosa, una vergüenza, pero no está en nuestras manos resolverla. La comunidad internacional debería buscar una solución para la gente hacinada, sin electricidad, casi sin agua potable. Se nos critica con mucha frecuencia por tener un doble rasero. Pero la política internacional es en buena medida la administración de los dobles estándares. No nos enfrentamos con los mismos criterios a todos los problemas. El conflicto de Oriente Medio no tiene solución sin un compromiso muy fuerte por parte de EE UU. Y, tras intentarlo sin éxito tantas veces en el pasado, ahora mismo no lo hay. Aunque nada de esto sirve de consuelo a la gente que vive allí.
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