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Jóvenes no binarios y de género fluido: “Las etiquetas están anticuadas y nos limitan”

Alex Román tiene 19 años y nunca se ha sentido solo hombre. Tampoco mujer. Se lo confesó a su familia con 15 años, tras una infancia llena de dudas. A su padre, Alonso Román, jamás le supuso un problema: “Mi hijo me lo contó entre lágrimas y muerto de miedo porque pensó que le trataría como un monstruo”. La madre no lo acepta y sufre. “Me pregunta por qué no puedo ser una persona normal”, cuenta el joven, cabizbajo. El progenitor asegura que no hay que darle importancia a “algo natural” y mira con orgullo a “su niño” mientras este critica que le encasillen y pide que respeten su identidad: el de una persona no binaria, de género fluido. El estudiante de Diseño explica que su orientación, homosexual, no tiene que ver con su identidad de género. Él nació con pene, pero se siente a la vez mujer y hombre. Simplemente dice que fluye entre ambos. “Las etiquetas están anticuadas y nos limitan. ¿Por qué tiene que haber cosas femeninas como los vestidos rosas y otras masculinas como el fútbol?”, pregunta con hastío.

Vidas marcadas por la LGTBIfobia: “Sé cómo salgo de casa, pero nunca cómo voy a regresar”

Uno de cada cuatro jóvenes en España no se identifica al 100% ni con la categoría de femenino ni con la de masculino, según el informe Juventud en España 2020, una radiografía social de los menores de 30 años elaborada por el Instituto INJUVE. Alex lamenta que el anteproyecto de ley trans que aprobó el Ejecutivo no incluya el reconocimiento legal de las personas no binarias y no permita dejar en blanco la casilla del sexo en el DNI, una posibilidad que contemplaba el primer borrador pero que fue descartada. Los colectivos pedirán su inclusión durante la tramitación legislativa, con la posibilidad de dejar en blanco la casilla del sexo en el DNI o incluyendo un tercer apartado.

Este vallisoletano asegura que los jóvenes tienen una mentalidad más abierta que sus mayores gracias a las redes sociales: “Sirven para conocer gente parecida a ti y sentirte acompañado”. El estudio de INJUVE demuestra que internet (46%) es el principal canal de información para ellos. Su padre, de 58 años, señala que en su época no se hablaba de esto y que la cultura es clave. Juntos ven programas de Drag Queens, como años antes veían películas de princesas Disney. La brecha generacional existe, reconocen, pero aprenden el uno del otro a diario. Román se siente afortunado: “Muchos padres siguen sin aceptarlo”.

Estas son las historias de otras personas no binarias y de género fluido.

“Me fui de casa por miedo a que mi padre me matara”

Lilo Szewc, de 22 años, residente en Barcelona.El País

Lilo Swezc conoce de cerca el rechazo. Acaba de cumplir 22 años y se define como transgénero y no binaria. Es trans, explica, pero no quiere transicionar —es decir, someterse a una operación de cambio de sexo—. Ella no se ve reflejada en el género que le asignaron pero tampoco se identifica totalmente con uno concreto: “Todos tenemos una parte masculina y femenina, pero no nos educan para planteárnoslo”. El presidente de No Binaries España, Darko Decimavilla, explica que ser trans no es hacer una transición: “Esa es una posibilidad pero no una obligación. A partir de ahí, puedes ser mujer trans, hombre trans o persona no binaria trans”. Lilo concuerda: “No existe una única manera de ser trans”.

Esta joven residente en Barcelona no recuerda cuándo tomó conciencia de su identidad, pero cuenta que de pequeña ya le molestaba no poder ir sin camiseta, como su hermano: “No quería que me crecieran los pechos, los odiaba”. También recuerda la primera denuncia que le puso a su padre por agredirla. Tenía 18 años y aguantaba palizas y comentarios discriminatorios constantes. Su madre se limitaba a gritarle y suplicarle que no contara esas “rarezas que sentía”. La justicia absolvió a su progenitor porque no vio maltrato, simplemente rencillas familiares.

Lilo habla de su familia con la voz entrecortada y llora cuando relata la decisión que tomó el año pasado: “Me fui de casa por miedo a que mi padre me matara”. Ahora vive sola y es trabajadora sexual. Tiene estrés postraumático y no suele salir: “La calle es un campo de guerra, sufro acoso por mi aspecto de mujer”. Apenas tiene contacto con sus padres: “Nunca me aceptarán como soy”. Lilo insiste en la importancia del arte y la ropa como medio de expresión: “Vestir y moverse como uno quiere es un acto político”. Lucas Platero, activista LGTBI e investigador del departamento de Psicología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona, señala el adultocentrismo de muchos padres que les impide escuchar a sus hijos: “Faltan información y pedagogía, pero sobre todo actitudes abiertas para escuchar ideas que confrontan lo tradicional”. Lilo agradece la ayuda de una tutora en su instituto que habló con el claustro para exponer su situación: “Que te escuchen es el primer paso, especialmente en el colegio”.

“No habrá inclusión hasta que el programa educativo no incluya temas de género y sexualidad”

Noa Martínez y Quique Suárez, de 23 y 20 años respectivamente.Facilitado por Noa Martínez

Carlos Martínez y Quique Suárez, de 23 y 20 años respectivamente, sólo se llaman así en el DNI. Para lo demás, son Noa y Joy, una pareja no binaria que vive con miedo a que les agredan o insulten por ser como son. “Algo tan sencillo como besarse atrae miradas y comentarios despectivos”, señalan. Sus padres no saben nada de su identidad. “El problema no es la diferencia de edad, sino la falta de pedagogía”, desliza Noa, que considera que no habrá igualdad hasta que toda la comunidad educativa incluya “temas de género y sexualidad” en el programa. “Las luchas sociales se ganan en la calle y luego en el Parlamento”, concluyen.

Noa se dio cuenta de su identidad al acudir a charlas sobre el tema: “Los raros no somos nosotros por preguntarnos quiénes somos, lo extraño es que la mayoría de la sociedad nunca se lo plantee”. La psicóloga y sexóloga Ana Lombardía achaca la intolerancia social a la falta de pedagogía. “La orientación sexual es independiente de la identidad de género. Es importante diferenciar la orientación, el género y el sexo, y las formas en las que las tres variables se pueden combinar en una misma persona”. Lombardía insiste en que estos términos siguen siendo “difusos” en los medios de comunicación, en lo educativo, sanitario y legislativo.

“La vida real no era lo que veía en el pueblo”

Alec López, joven estudiante de Ciencias Políticas, residente en Salamanca.El País

Andrea López no se atrevía a presentarse como Alec López, persona no binaria, bisexual y poliamorosa, en su pueblo de Zamora, Villalpando (1.400 habitantes). Es poliamorosa, explica, porque mantiene relaciones no monógamas con varias personas a la vez: “Esto era impensable en la generación de mis padres”. Ella vivió hasta los 18 años en “la burbuja cuadriculada” del pueblo “tragándose” las dudas sobre su identidad, hasta que se mudó a Salamanca a estudiar Ciencias Políticas. “La primera vez que vi a dos homosexuales besándose fue en la ciudad, la vida real no es lo que yo veía en el pueblo”, asegura. Alec siempre ha vestido “distinto” a los demás y se sentía una rémora. “Somos más complejos de lo que socialmente nos hacen creer”, defiende, y pone el ejemplo de amigos pangénero. El término alude a personas que pueden sentirse de todos los géneros. Estas personas no pasan de una identidad de género a otra, como en el caso del género fluido, sino que se identifican con distintas identidades de forma simultánea y fija.

Alec prefiere no contarle a sus padres cómo se siente: “No es por miedo, es más por pereza. Tendría que dedicar mucho tiempo para que lo entendieran. No tengo esa energía”. La joven cree que el lenguaje inclusivo ayuda a normalizar y, aunque confiesa que no le da especial importancia a los pronombres, reconoce su trascendencia. “Agradezco que la ministra Irene Montero los use porque visibiliza la diversidad”. Y concluye: “Vivir implica deconstruirse”.

“Me preocupa que discriminen a mi hija, pero ella me enseña que los tiempos están cambiando”

Alía Ramos, 22 años, estudiante de derecho, y su madre Azucena Juez, en Cantabria.Facilitado por Alía Ramos

Azucena Juez ya intuía algo antes de que su hija, Alía Ramos, de 22 años, le confesara que se identificaba como no binaria y lesbiana. Juez, de 52, aún se refiere a la joven como “ella”, aunque Ramos utiliza pronombres con el morfema e (elles, nosotres…). Es comprensiva con su madre: “La brecha generacional existe, pero no es excusa para no intentar comprender los nuevos tiempos”.

Alía destaca que el feminismo le ayudó a cuestionarse y reivindicar la diversidad de géneros y que considera clave tener referentes, así como informarse y expresarse en redes sociales, de las que es muy asidua. A su madre se le escapa una risa nerviosa cuando reconoce que comenzó a sospechar al leerla en Twitter: “Mi hija es más radical que yo, me cuesta adaptarme a este mundo tecnológico”. Alía, estudiante de Derecho en Madrid, señala que la universidad le abrió un mundo nuevo. Y pregunta con rabia: “¿Por qué tenemos que esperar a los 18, y a veces más, para empezar a vivir libremente nuestra sexualidad e identidad?”.


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