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Joyce Carol Oates: Brillante música dentro de casa oscura


Querida señora Ada Colau, alcadesa de Barcelona…

Señores regidores y regidoras…

A veces, el paso del tiempo juega en contra de la obra de un autor. No es el caso de nuestra flamante Premio Pepe Carvalho, la señora Joyce Carol Oates. Su escritura siempre está conectada –de una manera directa y prodigiosa– con lo contemporáneo, con nosotros, con lo que vemos y no vemos de las sociedades en las que vivimos, aquello que permanece oculto a lo cercano y próximo.

La literatura de la señora Joyce Carol Oates nos llega con la impronta del ahora y, a la vez, resuena en ella prosa la mirada lúcida de la experiencia, de lo clásico. Forever young, sí pero también Younger than yesterday que cantaba uno de sus ídolos, y también nuestro, hace eso sí, mucho tiempo, Mr.Zimmerman.

Permítame ahora, señora Oates, una pequeña digresión. Discúlpeme también que con tantos libros suyos hable ahora de uno que no escribió usted. Me refiero, eso sí, a una de nuestras novelas favoritas, El halcón maltés, porque estos últimos días nos ha parecido, que los contratiempos sufridos por su protagonista, Sam Spade, no eran nada con los que hemos sufrido usted y nosotros, su agente y su editorial en el intento de hacerle llegar a tiempo nuestro Pepe Carvalho, ese pequeño trofeo que, tarde o temprano, tendrá usted consigo.

Y que me perdone Dashiell Hammett que debe estar en los cielos. Porque es cierto que Sam Spade tuvo que enfrentarse en pos de rescatar esa valiosísima reliquia, ese dichoso halcón incrustado en joyas, a peligrosos delincuentes internacionales, damas misteriosas y letales, asesinos sin escrúpulos… Sí, Sam Spade, valoramos su trabajo pero ya nos hubiera gustado verle enfrentado a:

Aduanero 1,

Aduanero 2,

Aduanero 3 y, el más peligroso de todos, el estricto Jefe de Aduaneros.

Comparado con ellos, los villanos a los que se enfrentó, Sam Spade ya fueran Joel Cairo, Wilmer o Kasper Gutman palidecen, son un juego de niños.

Nuestro Carvalho ha sido retenido,

manejado,

escaneado

interrogado

pesado y

valorado en varias aduanas.

Ahora duerme en la de New Jersey como el Arca de la Alianza en el primer Indiana Jones.

Nos gusta su prosa clara y efectiva que nos muestra la violencia como un impacto, una trasgresión, una explosión de la propia existencia, una evidencia vital

Estuvimos tentados a punto de llamar en nuestro auxilio a Bruce Springsteen –Nueva Jersey nos suena siempre a él–, a lo que quede de la banda de Tony Soprano o a las protagonistas de uno de sus libros, las chicas de Foxfire pero, al final, confiamos en la burocracia y en el buen corazón del estricto Jefe Aduanero.

Lo conseguiremos.

Palabra de BCNegra.

Palabra de Pepe Carvalho.

Pero no quiero dejar de explicar en qué mágico momento Sam Spade, Dashiel Hammett y Joyce Carol Oates, Pepe Carvalho y BCNegra estuvieron en el mismo argumento, en la misma novela. Aduanero 2 o Aduanero 3, perdonen que no pueda concretar más, nos preguntó de qué material estaba hecho nuestro Pepe Carvalho.

Nos tentó la literatura: “del material del que están hecho de los sueños”.

Ahora sabemos que en la aduana de New Jersey, son más de Raymond Chandler.

De todos modos, señora Oates: confíe en nosotros.

En tono menos épico le diré que es para este Festival un lujo y un placer inmenso poderle entregar nuestro premio Pepe Carvalho, en homenaje al escritor Manuel Vázquez Montalbán, uno de los padres de la novela negra no solo en nuestro país sino en la denominada novela negra mediterránea.

Gracias por no evitar ningún tema, ninguna posición incómoda. Por ser sincera. Por entretenernos. Por hacernos mirar de otra manera. Gracias por la belleza a veces morbosa de lo literario.

Señora Oates, la hemos leído mucho y desde hace tanto tiempo que solo podemos darles las gracias por sus novelas, ensayos y cuentos. Son libros que nos leen, que no nos dejan indiferentes, de los que no salimos igual que hemos entrado en ellos. Todo el talento y el oficio de un escritor en cada libro.

Nos gusta The Falls y nos gusta, y de qué manera, Blonde.

Nos gusta Missing Mom y My Sister, My Love.

Nos gusta Fox Fire y nos gusta Lovely, Dark, Deep.

Nos gusta su prosa clara y efectiva que nos muestra la violencia como un impacto, una trasgresión, una explosión de la propia existencia, una evidencia vital que, muchas veces, no tiene nada que ver con lo justo o lo importante sino con el azar y el deseo, la frustración y la imposibilidad de comunicación entre nosotros, entre quién eres y lo que quieres y puedes o no retener contigo. Nos gusta sumergirnos en su escritura, sí, clara y precisa pero que al leerla siempre se tiene la sensación de andar sobre unas arenas en la que sabemos que, enterradas y abiertas, hay tijeras fijas. Gracias, señora Oates, por no dejar que nos confiemos. Usted, sus libros, nos permiten mirar desde la víctima y desde el agresor. Nos enseña cómo un asesinato afecta no solo a dos personas sino a toda una comunidad. Nos deja mirar desde el dolor y el espanto pero también desde la esperanza y la luz. Pase lo que pase, usted nos dice que la vida sigue adelante. Te caes, te rompes, te levantas y sigues. Siempre. Música brillante sonando dentro de casa oscura, señora Oates.

Gracias por no evitar ningún tema, ninguna posición incómoda. Por ser sincera. Por entretenernos. Por hacernos mirar de otra manera. Gracias por la belleza a veces morbosa de lo literario. Porque en sus libros también encontramos la furia adolescente, la vida nueva que aniquila a la vieja y la biografía de cada uno como un jardín que ya no nos da tiempo de cuidar. Gracias por hacer que la literatura de género se siente a tomar una cerveza o un café con la novela social, la novela de iniciación, la novela gótica, el thriller o la biografía. Gracias por colarnos en la fiesta de los grandes escritores y sentirnos orgullosos de autores como usted, de lectores como nosotros.

Hay algo que los aduaneros no podrán entender nunca y es que los buenos libros, los libros que cambian miradas y corazones están hechos del material del que están hecho los sueños. Son los trofeos, los que son de bronce.

La esperamos con nosotros, señora Oates. Los aduaneros del mundo no podrán con nuestro entusiasmo por tenerla con nosotros en próximas ediciones de nuestro Festival.


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