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Juan Manuel Santos: “El Gobierno de Petro está bien orientado pero le falta rigor y método, y también afinar las narrativas”

Juan Manuel Santos: “El Gobierno de Petro está bien orientado pero le falta rigor y método, y también afinar las narrativas”

Juan Manuel Santos, a sus 72 años, ha llegado a ese punto de la vida desde el que podría ver pasar la historia como algo lejano y dedicarse solo a sus nietos. Pero su nervio político, el mismo que le llevó a ser dos veces presidente de Colombia y forjador de un acuerdo con la guerrilla de las FARC que le valió el Premio Nobel de la Paz, se lo impide. Santos vive la actualidad con pasión. Disecciona los problemas de Ucrania, Estados Unidos o Nicaragua con igual detalle que los arcanos del laberinto colombiano. Un espacio que conoce al dedillo y donde le aguardan algunos enemigos, como su antecesor Álvaro Uribe, por más que él lo lamente.

– “Uribe, infortunadamente, sigue aferrado al poder, que es una enfermedad demasiado común en muchos expresidentes”, dice con calma.

La entrevista con transcurre en sus oficinas de Bogotá, un piso elegante y bien protegido donde reina un silencio agradable. Santos responde, como viejo periodista, sopesando cada palabra, aunque en ocasiones no puede evitar que una chispa de ironía asome en sus ojos. Detrás de él, a su derecha, un atril sostiene un ejemplar de los Acuerdos de Paz de 2016, y a su izquierda, en la librería, hay una fotografía de cuando era cadete de la Armada. Dos puntos que, unidos por los años, forman una línea maestra de su vida.

Pregunta. ¿Cómo ve la Colombia que ahora recibe el presidente Gustavo Petro en comparación con la que usted dejó a Iván Duque hace cuatro años?

Respuesta. Infortunadamente, hemos retrocedido en casi todo. Le dejamos hace cuatro años al presidente Duque una economía con grado de inversión, con el desempleo en un dígito, la inflación controlada, la deuda externa y la situación fiscal en niveles aceptables, la pobreza y la desigualdad en mínimos históricos y una situación de seguridad e internacional muy mejoradas. Petro recibió un país en condiciones mucho peores de lo que se ha dicho en la propaganda oficial: perdimos el grado de inversión, una bomba de tiempo fiscal, la deuda incrementada en casi un 50%, la inflación más alta de este siglo, el desempleo en dos dígitos, la pobreza disparada y la desigualdad nuevamente incrementada. Duque no logró lo que todo mandatario quisiera: dejarle a su sucesor un país un poco mejor del que recibió.

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P. Duque no mencionaba su nombre. ¿A qué se debía?

R. Es una paradoja porque Duque comenzó su carrera conmigo. Yo lo llevé al Ministerio de Hacienda y lo envié a un cargo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Era un funcionario aplicado. Él incluso me ayudó en la primera campaña. Pero después Uribe le lavó el cerebro, lo trajo al Senado y entonces se volvió un opositor acérrimo de mi Gobierno. Cuando llegó a la presidencia, le ofrecí toda mi ayuda, como debe hacer todo exmandatario. Sin embargo, como en una novela de Orwell, decidió que yo no existía. Ni siquiera mencionaba mi nombre. Una actitud un poco infantil y ridícula que nadie entendió.

El expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en su oficina en Bogotá, el 7 de septiembre de 2022.VAnnessa jiménez

P. ¿Y con Uribe? ¿Cree que su relación pueda volver a ser la que fue alguna vez?

R. Uribe, infortunadamente, sigue aferrado al poder, una enfermedad demasiado común en muchos expresidentes. Mientras siga así, cualquier reconciliación va a ser difícil porque él necesita pelear para mantenerse vigente. Es su ADN. Cuando se dé cuenta que es mejor dedicarse a los nietos y dejarle a las nuevas generaciones la responsabilidad de la política, espero que se abra esa oportunidad para una reconciliación. Una vez comenté públicamente que hiciéramos lo que Jefferson y Adams, segundo y tercer presidente de Estados Unidos: ambos fueron amigos y luego duros adversarios, como Uribe y yo, pero al final de sus vidas se reconciliaron e inclusive intercambiaron cartas maravillosas. Le dije: “Sigamos su ejemplo, no lleguemos a la tumba con esta enemistad. Dedíquese a sus nietos como yo estoy dedicado a los míos, y hasta de pronto pueden ser amigos”. Creo que no lo tomó muy bien.

P. Ha sido ministro tres veces, presidente en dos mandatos consecutivos, forjó un acuerdo de paz que le valió el Nobel de la Paz. ¿Soñaba con algo parecido cuando entró en política?

R. Dicen que yo estaba obsesionado desde pequeño por ser presidente pero no es tan cierto. He sabido aprovechar las oportunidades y he corrido con suerte. En cierto momento buscar la paz se me volvió una prioridad. Hasta me acusaron de conspirar con la guerrilla y los paramilitares para tumbar a Samper. Fue mi primer intento de poner en marcha un proceso de paz apoyado inclusive por Gabo y Felipe González. Mirando hacia atrás, le doy gracias a Dios de haberme dado la fortaleza de llegar a ser presidente y lograr, entre otras cosas, la paz con las FARC. Pero respondiendo a su pregunta, la respuesta es no, nunca me imaginé que llegaría tan lejos.

P. ¿Y ha sufrido en su trayectoria?

R. Mucho. La política es dura e ingrata y hacer la paz es más difícil que hacer la guerra. La derrota del plebiscito fue un tremendo golpe, sin duda, pero lo que más me dolió siempre fue ver las consecuencias de la guerra: las madres enterrando a sus hijos, ver el drama de las víctimas, los funerales de tantos soldados y policías, confrontar a las viudas y madres preguntando por qué habían matado a sus esposos o a sus hijos…

P. Y en un país que ha vivido una guerra civil de medio siglo, con 450.000 muertos y millones de desplazados, ¿cuánto tardan en sanar esas heridas?

R. Puede tardar generaciones. Heridas de una guerra de 50 años no sanan de un día para otro. La reconciliación es muy difícil, pero necesaria; se trata de convencer a víctimas de atrocidades que acepten y perdonen a los victimarios. Por eso, una comisión de la verdad es tan importante en todo proceso de paz. Recuerdo a Mandela diciéndome: “La verdad es lo que más ayuda a sanar esas heridas”.

P. ¿Durante el mandato de Duque, llegó a temer en algún momento por el proceso de paz?

R. Duque quiso descarrilar y luego detener el proceso, pero no pudo. El Congreso no se lo permitió y la comunidad internacional tampoco. Al final, no tuvo otra opción que montarse al tren y sacar pecho por lo que había hecho, que fue muy poco. Con Duque, el proceso de paz pasó por una prueba ácida y paradójicamente salió fortalecido. Lo vimos en las últimas elecciones. Ahora falta que este Gobierno cumpla lo que prometió; si lo hace, con solo implementar el acuerdo haría un buen gobierno.

P. ¿Y cuáles son los mayores escollos para lograrlo?

R. El Gobierno necesita más organización, más gestión para implementar lo que ya está en el acuerdo y no dejar opacar el acuerdo con las FARC por lo que llaman la paz total. La gente quiere y necesita resultados pronto.

P. Hay quien dice que la llegada de Petro y Francia Márquez al poder no habría sido posible sin ese acuerdo de paz.

R. La democracia es hoy más incluyente de lo que era antes del acuerdo de paz, pero todavía nos falta mucho. Lo que le puedo decir es que, por ejemplo, se le quitó el miedo a la gente para salir a protestar y se borraron ciertos estigmas que la derecha colombiana utilizaba para frenar a las fuerzas de izquierda.

P. ¿Y cuál es su relación con Petro?

R. Tengo una relación buena, normal aunque hemos sido contradictores casi toda nuestra vida pública. Él me apoyó en mi reelección, y debo decir que lo hizo sin ninguna condición. Y hoy en día, me identifico plenamente con sus tres pilares, que en cierta forma eran los míos: la implementación del proceso de paz, la transición a una economía verde y la justicia social. Eso es lo que el país necesita y ojalá le vaya bien. No apoyé a Petro en la campaña ni a ningún otro candidato. No he sido petrista ni lo soy ahora. Lo que sí creo es que si a él le va bien en este momento, le irá bien al país. Hay quien dice que porque hay exministros y varios exfuncionarios míos en su Gobierno, yo estoy detrás, pero eso no es cierto. Quienes están ahí es por mérito propio, no son cuota mía ni me representan. Yo estoy retirado de la política. Sin embargo, como con Duque, si me necesita ahí estaré.

El expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos, junto a un retrato suyo.VANNESSA JIMENEZ

P. ¿Cómo juzga los primeros pasos de Petro?

R. El Gobierno está bien orientado pero le falta rigor y método, y también afinar las narrativas. Las políticas públicas, sobre todo cuando hay cambios de políticas, hay que explicarlas muy bien. La gente tiene que entender el porqué y el cómo. Lo que no se entiende, por naturaleza se rechaza. Por eso, es tan importante ofrecer narrativas claras.

P. Petro ha reactivado la negociación con el ELN. ¿Prosperará?

R. Creo y espero que sí. Nosotros dejamos esa negociación bastante avanzada, aunque faltaba muchísimo, y este gobierno ha dicho que va a continuar a partir de ese punto. Esa es la dirección correcta. Una paz con el ELN sería muy bienvenida por el país y todos los que están sufriendo por la violencia de esta insurgencia.

P. El ELN pide que no se le equipare con las bandas criminales…

R. Y tienen razón. No se puede meter a todos en el mismo costal. Es necesaria una diferenciación. Las organizaciones políticas pueden acogerse al Estatuto de Roma, como lo hicieron las FARC, y se les puede aplicar la justicia transicional. Pero a ese carril no pueden entrar las bandas criminales. Con ellas se puede negociar las penas y la reincorporación a la vida civil, pero desde el sometimiento a la justicia.

P. ¿Pero tratar ahora con las bandas criminales, con el puro narcotráfico, no puede intoxicar la negociación misma? ¿No habría sido mejor esperar a que primero avanzase la discusión con el ELN? ¿No es quizá el concepto de paz total demasiado ambicioso?

R. A eso me refiero cuando digo cuando hay que afinar las narrativas. Todavía hay mucha confusión sobre lo que llaman la paz total. ¿Con cuántos grupos? ¿Bajo qué condiciones? ¿En qué regiones? Todo eso hay que aclararlo. Y mientras no se aclare, la gente va a ser cada vez más escéptica. Por eso es tan importante que lo más pronto posible se dé algún tipo de claridad sobre cómo va a ser eso.

P. Y las Fuerzas Armadas, ¿pueden interferir en la negociación?

R. Ese es otro de los legados negativos del Gobierno anterior. Politizaron y dividieron las Fuerzas Armadas, ascendieron a los oficiales no por mérito ni por capacidad, sino por lealtad. Petro y su ministro de Defensa van a tener que restablecer su legitimidad y favorabilidad. Y tienen que recuperar el control territorial en muchas zonas. Pero, con todo, no creo que las Fuerzas Armadas vayan a ser un obstáculo. Hay una idea equivocada de que los militares se oponen automáticamente a los procesos de paz, porque como me decían muchos oficiales: “Nosotros somos los que ponemos los muertos; nosotros no estamos a favor de la guerra”. Todos mis antecesores se equivocaron, creyeron que las fuerzas se iban a oponer y las apartaron, y al hacerlas a un lado, las volvieron saboteadoras de los procesos. Nosotros las incorporamos. Pusimos a dos de los generales más populares de la Policía y del Ejército como negociadores, y eso ayudó muchísimo.

P. ¿Qué piensa del restablecimiento de relaciones con Venezuela?

R. El famoso cerco diplomático que promovieron Duque y Trump fue un estrepitoso fracaso. Hoy Maduro está mucho más atornillado que hace 4 años. Y, desde el punto de vista bilateral, romper toda comunicación con un vecino con el cual hay una frontera viva de más de 2.200 kilómetros no tiene sentido. Por eso haber restablecido esa comunicación es un paso en la dirección correcta pero -eso sí- hay que seguir abogando por el restablecimiento de la democracia plena en Venezuela.

P. En América ahora mismo hay un pozo negro para la política, que es Nicaragua. ¿Cree que el Gobierno de Colombia se equivocó al no votar la resolución de condena en la OEA?

R. Hace 37 años nos ganamos con mi hermano el primer Premio Rey de España de Periodismo por unas crónicas que denunciaban la corrupción y el régimen opresivo de Daniel Ortega. En aquel momento, su hermano Humberto era comandante del Ejército y el vicepresidente era Sergio Ramírez, hoy los dos están en la oposición y la situación ha empeorado. Si usted me pregunta si el Gobierno colombiano se equivocó al no votar esa resolución, tengo que decir que sí, se equivocó. Afortunadamente el canciller rectificó.

P. ¿Apoya la propuesta de Petro de desnarcotizar la relación con Estados Unidos?

R. Desnarcotizar es abolir la prohibición en la lucha contra las drogas y esa es la solución, aunque sé lo difícil que es vender esa idea. Hace diez años, en la Cumbre de las Américas, propuse cambiar las convenciones internacionales para permitir un enfoque más práctico y efectivo en la muy fracasada lucha contra las drogas. Obama y el entonces vicepresidente Biden y toda América Latina aceptaron, pero en Naciones Unidas nos encontramos con la oposición férrea de China, Rusia y los países del Medio Oriente. ¿Y de qué ha servido? El mundo entero, particularmente América Latina y África, sufre por el crecimiento y el empoderamiento de las mafias… Hay que abolir la prohibición. La evidencia demuestra que de lo contrario esta guerra tendrá consecuencias cada vez peores. Por eso desnarcotizar las relaciones es totalmente adecuado, y si Asia o el Medio Oriente no quieren, pues que lo haga toda América.

P. No parece que con la polarización que hay ahora en Estados Unidos pueda prosperar una solución de ese tipo.

R. Es cierto. Infortunadamente allá, como en el resto de las democracias, se olvidó algo que George Washington recomendó en su magistral discurso de despedida de la política: “No se les olvide una palabra: moderación. Si pierden la moderación, la democracia deja de funcionar”. La falta de moderación alimenta la polarización, y la polarización hace más inefectiva la democracia. La gobernabilidad se vuelve más compleja y resolver los problemas de la gente se vuelve más difícil. Por eso las autocracias están en ascenso. Hay que recuperar a toda costa la moderación, aceptar al contrario, sentarse a dialogar, dialogar y dialogar. La costumbre de no dialogar con quien piensa diferente es fatal para cualquier democracia.

P. Un ejemplo es Rusia con Ucrania…

R. Fui a Ucrania con Ban-Ki Moon. La invasión de Rusia es censurable desde todo punto de vista, pero no viajamos allá, como parte de Los Elders, para apoyar a alguien a ganar la guerra, sino para tratar de acabarla. Infortunadamente, todavía no hay aún condiciones para ello porque las dos partes creen que están venciendo.

P. ¿Y cómo analiza la derrota del plebiscito por la nueva Constitución en Chile?

R. Chile ahora tiene una lindísima oportunidad para unirse. El proyecto de Constitución polarizó el país. Lo que ha hecho el presidente Boric después de la derrota me parece adecuado: llamar a las fuerzas del rechazo y comenzar a negociar la que ojalá sea una Constitución más corta pero al mismo tiempo progresiva, moderna, con responsabilidad fiscal y que una a la inmensa mayoría de los chilenos. Es una oportunidad de oro que ojalá la aprovechen y sería un ejemplo para el resto del mundo.

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