El próximo martes se estrenará la cuarta temporada de Lazos de Sangre, en TVE y la primera entrega la protagonizará María Jiménez. Siempre recuerdo la ocasión en que la cantante acudió a Crónicas Marcianas para denunciar los malos tratos de su pareja, en varios matrimonios, Pepe Sancho. No fue una visita fácil, la tensión era absoluta en parte porque ambos, y sobre todo él, eran amigos del programa. Jiménez relató con detalle episodios de violencia y al día siguiente de la emisión, Pepe Sancho respondió colérico a los periodistas que lo esperaban en el aeropuerto. El testimonio de maltrato fue ninguneado, reduciéndolo en los medios a una “típica reacción de celos”(Sancho mantenía una relación con la escritora Reyes Monforte). O también como “la típica exclusiva de una persona acostumbrada a venderlo todo”.
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Los titulares infravaloraban estos testimonios aprovechándose de circunstancias personales de Jiménez. Es un problema que tenemos con la violencia y que podría estar repitiéndose con la muerte de Samuel Luiz. Nos negamos a aceptar que está presente en nuestro entorno y eso cuesta vidas. Los que la practican se aprovechan de esa debilidad. Por eso, El País Semanal organizó un amplio reportaje sobre la homofobia en el que he participado y donde respondí a preguntas de si alguna vez he sido agredido por mi condición sexual. Como muchos, tengo una lista. Pero preferí rescatar aquella vez en que me dieron un puñetazo en la cara mientras compraba mi entrada para ver el estreno del King Kong de Dino de Laurentiis en un cine de Caracas. No tenía 13 años, pero llevaba meses esperando ese estreno. Siempre fui fan de King Kong. Junto a James Bond y Superman constituían mi altar íntimo de deidades masculinas. De King Kong me encanta su corazón, versión tras versión se enamora de las damiselas que aprieta en su mano peluda con textura de cuero. La primera de sus novias fue Fay Wray. En la producción de De Laurentiis, era Jessica Lange, en su primer papel. Todo eso estaba en mi cabeza cuando sentí que me estallaba con un golpe duro, seco, aturdidor. El agresor no me conocía de nada. Me golpeó de esa manera porque le irritó mi amaneramiento. Y me rompió la cara, sintiéndose con todo el derecho a hacerlo. No recuerdo que viniera nadie a auxiliarme, ni siquiera la taquillera del cine. Estaba solo, siempre me encantó ir a los estrenos solo. Esperé a que se marchara y me levanté del suelo. Y entré al cine. Y vi a King Kong con la cara ensangrentada y dolorida. Pero fui a mi estreno.
Quizás debido a ese golpe en mi vida se acumulan estrenos. Y cambios de Gobierno. Esta semana en mi gimnasio se ha hablado del Gobierno. Un socio me interrogó, con la desfachatez de estar desnudos ambos, sobre si me habían llamado para entrar a formar parte de ese cambio. Un amigo interceptó el mal rollo diciendo que pese a que ahora no lo asimilemos, los cambios de ministros y asesores le vendrán bien al nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. Luego, aseado, en el kiosco observé que Ramón García y su esposa se divorciaban, pero en el plan amoroso de “seguiremos siendo familia”. ¿Habrá pasado lo mismo entre Pedro Sánchez y su exasesor estrella Iván Redondo, que se despertó fuera del Gobierno la mañana del domingo? Como las separaciones son cada vez más amigables, lo es también la de Paloma Cuevas y Enrique Ponce, que resulta muy diplomática, pero en la estrategia de que nadie cede un centímetro. Hasta los duques de Sussex, separados de la familia real británica, serían recompensados con un Emmy por su entrevista con Oprah. No soy meiga, pero a lo mejor Iván Redondo regresa a los brazos del PP. ¿Quién sabe qué más puede pasar? Todos tenemos un King Kong dentro y el derecho a un reestreno.
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