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Kosovo se encamina hacia el relevo político y generacional


Kosovo se encamina hacia el relevo político y generacional, a tenor del resultado de las elecciones legislativas celebradas este domingo. El escrutinio del 95% de los votos otorga una clara victoria a Vetevendosje (Autodeterminación), un partido nacionalista de izquierdas aupado por el apoyo de los jóvenes que ha hecho bandera de la lucha contra la corrupción y el nepotismo, males que atribuye a dos décadas de gobiernos de los partidos tradicionales surgidos de la guerrilla que luchó por la escisión en los noventa. Logra el 48,0% de los sufragios, lo que le obliga a negociar para formar Gobierno. El apoyo de las minorías, que tienen asignados 20 de los 120 escaños, se vislumbra clave.

En segundo lugar, con el 17,4% de los votos, queda el Partido Democrático, que estuvo 20 años seguidos en el Gobierno; y en tercero, con un 13,2%, la Liga Democrática, de centroderecha y actualmente en el poder. La Alianza para el Futuro, otro partido de exguerrilleros, obtiene un 7,4%. Los partidos albanokosovares optaban a 100 de los 120 escaños en el Parlamento de esta exprovincia serbia que declaró su independencia en 2008, reconocida por unos cien países. El resto están reservados para las minorías: 10 para los serbios (todos van para la Lista Serbia, conectada con Belgrado) y 10 para otras minorías, como romaníes, bosniacos y turcos.

“Estaba claro que estas elecciones eran un referéndum, y este referéndum en torno a la justicia y el empleo ha sido ganado”, ha asegurado el líder de Vetevendosje, Albin Kurti, en su comparecencia tras la victoria. “Mañana es un nuevo día. Nos queda un largo camino por delante, pero nuestros objetivos son buenos y nobles”.

Estos comicios anticipados, los terceros en dos años, se han celebrado por decisión del Constitucional, tras descubrirse que un voto decisivo (aprobado con 61 de 120) para nombrar al que terminó siendo primer ministro desde junio, Avdullah Hoti, no debería haber contado, porque ese diputado había sido previamente condenado por fraude.

De los 2,6 millones de kosovares, dos tercios de ellos en el país y uno en el exterior, cerca de 1,8 millones estaban convocados este domingo a las urnas. La participación fue del 47,1 %, casi tres puntos más que en las elecciones de 2019, pese a la pandemia y a una ola de frío que ha dejado las calles cubiertas de nieve y una sensación térmica de 14 grados bajo cero.

La coincidencia de la nieve y la jornada electoral ha dejado atascos en Prístina, con las centralitas de taxis colapsadas, e imágenes curiosas, con padres dirigiéndose al colegio electoral tirando del trineo en el que iban sus hijos. Otros entraban a depositar su voto con una rosa en la mano, por ser también San Valentín.

A la salida del centro de votación ubicado en la Facultad de Económicas de la Universidad de Prístina, los partidarios de Vetevendosje apenas escondían la euforia que les otorgaban los sondeos, que ya auguraban una victoria contundente. Un sentimiento que resumía medio en broma medio en serio Ina, trabajadora hotelera de 25 años: “He votado lo mismo que todo Kosovo”. O Vigan, de 36 años, que iba cambiando de opción en cada elección, sin mucho entusiasmo, hasta la explosión de Vetevendosje, al que ha votado, esta vez convencido, por segunda vez.

Rina, una joven de Prístina que salía del centro tras votar nulo, se indignaba ante este auge: “¿La alternativa es un partido nacionalista? ¿La respuesta a los problemas de Kosovo es el nacionalismo? ¿De verdad? Yo viví la guerra y sé lo que generan las ideas nacionalistas”. O Merdite Sekirizqa, de 35 años, que acababa de apostar por la Liga Democrática con la confianza de que mejore la situación de las madres solteras como ella. “Kurti tiene todos los rasgos de un dictador en potencia. Ese yo, yo, yo… quiere hacerlo todo, y todo él”, decía con su hijo de la mano.

Vetevendosje prácticamente dobla el porcentaje de votos (25,5%) que le dio la victoria en octubre de 2019, seguido muy de cerca por la entonces opositora Liga Democrática (24,8%). Formaron un Gobierno de coalición —tras una larga negociación— que convirtió a Kurti en primer ministro. La experiencia apenas duró 50 días: la Liga rompió y Kurti perdió una moción de censura.

Castigo

Esa maniobra es, precisamente, la que los albanokosovares han castigado este domingo en las urnas y explica el gran incremento de votos para Vetevendosje en menos de año y medio. “Es un voto por Vetevendosje, pero también de protesta por lo que pasó. Se generó entonces la sensación de que la voluntad de los ciudadanos no estaba siendo respetada”, señala en un hotel de Prístina Jeta Krasniqi, investigadora senior del Instituto Democrático de Kosovo, la rama local de la ONG Transparencia Internacional.

Para muchos, fue una irresponsabilidad tumbar a un Gobierno en un momento tan crítico de la pandemia —que ha causado unos 1.500 muertos en Kosovo— como finales de marzo de 2020. “Un momento para los libros de historia por parte de una deplorable e irresponsable clase política”, lo calificó en su momento la redactora jefa de la publicación digital Kosovo 2.0, Besa Luci. Para otros, fue además una jugarreta del establishment promovida por Richard Grenell, el entonces enviado especial de Estados Unidos para las negociaciones entre Serbia y Kosovo, en su deseo de que la Administración de Donald Trump obtuviese una foto de apretón de manos que Kurti —que abraza una postura dura en el diálogo con Serbia— se resistía a dar. Medio año más tarde, el presidente serbio, Aleksandar Vucic, y Hoti firmaron en la Casa Blanca ante el dirigente estadounidense un acuerdo principalmente económico. Acudió el entonces primer ministro, en vez del presidente y exlíder guerrillero Hashim Thaci, que no podía viajar por la acusación de que cometió crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en la guerra de Kosovo. Thaci dimitió el pasado noviembre, cuando el Tribunal Especial para Kosovo —con sede en La Haya, pero parte del sistema judicial kosovar— confirmó la imputación.

La dimisión de Thaci abrió las puertas de la presidencia de forma interina a un personaje clave de estas elecciones: Vjosa Osmani, símbolo de una nueva generación política. En las anteriores elecciones fue la mujer que más votos ha obtenido en la historia del país como candidata a primera ministra, entonces con la Liga Democrática. Dejó el partido para presentarse en esta ocasión con Vetevendosje, atrayendo previsiblemente voto joven y femenino. Ella tiene 38 años; Kurti, 45, y aparecen juntos en varios carteles electorales.

Durante la campaña, acortada por la pandemia a escasos diez días, Kurti basó buena parte de su mensaje en la necesidad de alcanzar mayoría absoluta. “Solo una victoria con más de 61 diputados puede garantizar la aplicación de los cambios deseados y del tan necesario progreso”, insistía. Finalmente, tendrá que pactar. No solo para convertirse en primer ministro, al no haber alcanzado la mayoría absoluta, sino también porque se precisa el acuerdo de dos tercios de la cámara para nombrar presidente, lo que posiblemente le obligue a ceder esa posición. Algunos analistas prevén incluso que las discrepancias en torno a la jefatura de Estado lleven a nuevas elecciones anticipadas en un país en el que los Gobiernos duran de media dos años y ninguno ha completado su mandato desde la declaración de independencia.

“El primer reto es reconstituir el liderazgo nacional después de los acontecimientos del año pasado —la caída del Gobierno de Kurti y la imputación de Thaci, entre otros—”, explica por correo electrónico Marko Prelec, analista experto en los Balcanes del think-tank International Crisis Group. “Nada más —ni el diálogo con Belgrado, ni las reformas nacionales, ni la integración europea— pueden avanzar mucho sin un liderazgo nacional consolidado con una clara estrategia”.

Una de las paradojas de estos comicios es precisamente que la presidenta aspiraba a un escaño, pero tiene complicado mantener la jefatura de Estado, mientras que Kurti podría en principio convertirse en primer ministro, pero no en diputado. Lo tiene legalmente prohibido porque han pasado menos de tres años desde que fue condenado por lanzar un bote de gas lacrimógeno contra el Parlamento en protesta por la demarcación fronteriza con Montenegro y la creación de una asociación autónoma de municipios de mayoría serbia que se votaban.


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