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La agresión de Bielorrusia empuja a Polonia a mejorar sus relaciones con la UE


“Es bueno tener amigos”, repite a menudo la cuenta de Twitter de la delegación española ante la OTAN. El saludo al resto de aliados pasa desapercibido en tiempos de aguas calmadas, pero gana relevancia cuando las turbulencias sacuden la nave. Polonia, miembro de la OTAN y de la UE, lo ha descubierto de manera brutal con la repentina y novedosa agresión lanzada por Bielorrusia, cuyo Gobierno presiona a migrantes llegados desde terceros países para violar las fronteras polacas.

El zarpazo del régimen de Aleksandr Lukashenko ha sorprendido a Varsovia en plena campaña de denuncia contra las presuntas interferencias de la UE en Polonia. Una batalla campal con sus socios europeos iniciada a raíz de los continuos expedientes de la Comisión Europea para exigir a las autoridades polacas que respeten la independencia judicial y la igualdad de derechos de todas las personas con independencia de su orientación sexual. Ya antes, durante la crisis migratoria de 2015, Polonia, con la ayuda de Hungría, boicoteó cualquier solución europea para la acogida de cientos de miles de refugiados sirios. Ambos países se negaron en redondo a participar en los mecanismos de reparto para compartir de manera solidaria esa acogida.

Con la crisis bielorrusa, sin embargo, fuentes comunitarias aprecian un cierto giro en el Gobierno polaco de Mateusz Morawiecki que podría facilitar la reconciliación con Bruselas o, al menos, una convivencia menos conflictiva. “Morawiecki empieza a aceptar algunos de nuestros mensajes y recomendaciones”, apuntan esas fuentes.

Este mismo jueves, la Comisión Europea ha anunciado que Varsovia acepta la asistencia de la unidad de Europol especializada en el tráfico de migrantes (EMSC, por sus siglas en inglés). Polonia sigue resistiéndose a contar con la ayuda de la agencia europea de fronteras (Frontex) y a facilitar el acceso a organizaciones no gubernamentales a una zona fronteriza donde podía estar fraguándose una crisis humana. Pero la presencia del EMSC se interpreta como un primer paso de Varsovia para intentar garantizar que la respuesta contundente a Bielorrusia se compagina con un respeto a los valores fundamentales de la UE.

En otras circunstancias, Polonia podría haber ignorado a la UE y haber buscado la ayuda de la Alianza Atlántica. Pero el Gobierno de Morawiecki ha comprendido que la ayuda de la OTAN es limitada ante un ataque híbrido que no responde a los patrones tradicionales de una contienda militar. A Varsovia no le queda más remedio que llamar, sobre todo, a la puerta de la UE.

Apoyo de la OTAN y de la UE

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“Tenemos el apoyo total de la OTAN y de la UE”, ha equiparado Morawiecki a ambas organizaciones internacionales. Pero el primer ministro polaco solo ha pedido una reunión urgente del Consejo Europeo, el máximo órgano de la UE. Y en Varsovia solo se ha presentado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, para hacer visible la solidaridad europea con Polonia frente a las agresiones de Bielorrusia.

Fuentes comunitarias apuntan que la reunión de Morawiecki y Michel en la capital polaca puede marcar un punto de inflexión en la tensa relación de Polonia con la UE, que, en las últimas semanas, incluso había alentado las especulaciones sobre un potencial abandono del club. A mediados de octubre, el propio Morawiecki intervenía ante el Parlamento Europeo para denunciar las supuestas injerencias de Bruselas en su país y para acusar a las instituciones comunitarias de socavar la identidad de Polonia.

“¿Alguien quiere llevar la anarquía a Polonia?”, se preguntaba entonces el primer ministro polaco tras los continuos expedientes de la Comisión por violar la independencia judicial. Y Morawiecki concluía que “con esto no estaría de acuerdo ningún país soberano”. Pocos días después, el Tribunal de Justicia europeo imponía a Polonia una descomunal multa de un millón de euros diarios hasta que Varsovia acate las medidas cautelares de la UE para proteger a los jueces polacos.

Evitar el choque de trenes

El choque de trenes entre Bruselas y Varsovia parecía inevitable. Y en los pasillos comunitarios no se descarta que Lukashenko o su padrino, el presidente ruso, Vladimir Putin, estén buscando precisamente fomentar esa tensión obligando a Polonia y al resto de la UE a reaccionar frente a una crisis aparentemente migratoria.

La Unión Europea, de momento, ha optado por esquivar el envite, alineándose claramente del lado de Polonia. “Estamos ante un ataque sin precedentes y no se trata en general de un tema migratorio”, ha insistido este jueves un portavoz oficial de la Comisión Europea. La misma fuente ha asegurado que las instituciones comunitarias son partidarias de velar “por la seguridad de unas personas que están siendo usadas de manera cínica por el régimen de Lukashenko”. Pero ha recordado que el objetivo debe ser “organizar el retorno seguro de esas personas a sus países”.

La Comisión también ha iniciado ya los contactos diplomáticos para cortar de raíz el tráfico de migrantes desde terceros países hacia Bielorrusia. El vicepresidente del organismo, Margaritis Schinas, volaba este jueves a Emiratos Árabes Unidos para frenar el flujo. Y a continuación viajará a Líbano con la misma tarea. Fuentes europeas indican que en cada país “se utilizará la palanca necesaria para lograr la cooperación”. En el caso de Emiratos, por ejemplo, Bruselas esgrime la negociación del acuerdo de liberalización de visados, de sumo interés para ese país. La negociación podría frenarse o cortarse si no hay voluntad de cooperar.

Morawiecki parece haber entendido que para toda esa labor diplomática, imprescindible para neutralizar la crisis, necesita de la ayuda de la UE y no de la OTAN. El drama de la frontera bielorrusa podría así reconducir la relación entre Varsovia y Bruselas. Fuentes europeas señalan que cabe la posibilidad de reducir la tensión este mismo año y que Polonia pase de ser un freno a una fuerza motriz de iniciativas europeas de tanta trascendencia como la transición energética, la política de migración o el desarrollo de una incipiente política de defensa. “A nadie le interesa una Polonia cada vez más aislada y más radicalizada”, resume una fuente europea.

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