De Cádiz al Elíseo. Anne Hidalgo —nacida en la población gaditana de San Fernando hace 62 años en una familia represaliada por el franquismo, que emigró por motivos económicos a Francia en los años sesenta, y alcaldesa de París desde 2014— prevé anunciar oficialmente este domingo lo que desde hace tiempo es un secreto a voces: su candidatura a la presidencia de la República francesa.
La socialista Hidalgo intentará romper el duopolio que el actual presidente, el centrista Emmanuel Macron, y su principal opositora, la ultraderechista Marine Le Pen, mantienen en este país desde las elecciones de 2017 en las que el primero se proclamó presidente. La alcaldesa aspira a representar a una izquierda que vaya más allá de su formación, el Partido Socialista (PS): un espectro ideológico que abarque a ecologistas, socialdemócratas europeístas como ella e izquierdistas de la vieja escuela.
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Una idea clave en la candidatura es el gobierno de las ciudades, anclado en los territorios por oposición al ejercicio del poder durante los años de Macron, vertical y concentrado en el palacio del Elíseo. “Anne Hidalgo se apoya mucho en el PS y en los alcaldes: para que haya una descentralización verdadera, los alcaldes deben conquistar el poder central”, dice en un café parisino Jean-Louis Missika, quien fue adjunto de Hidalgo en la alcaldía durante su primer mandato y hoy es responsable editorial del laboratorio de ideas Terra Nova. “Si gana”, añade, “será con la idea de que hay que cambiar la naturaleza de la gobernanza francesa”.
Si ganase, Hidalgo sería la primera mujer presidenta de Francia y la primera nacida en el extranjero. La alcaldesa ostenta la doble nacionalidad, francesa y española, explica el periodista Serge Raffy en la biografía Anne Hidalgo. Une ambition qui vient de loin (Anne Hidalgo. Una ambición que viene de lejos), recién publicada.
Raffy recorre en una conversación con EL PAÍS la geografía particular de Hidalgo. Primero, la Andalucía donde ella nació, donde su abuelo había sufrido una persecución cruel durante la guerra y la posguerra, y donde su padre vivió una infancia dickensiana. “Toda la infancia de Hidalgo está arropada por esta leyenda familiar: nunca olvidar la guerra civil y el franquismo”, comenta Raffy. Segundo escenario, el extrarradio obrero de Lyon, la ciudad francesa donde los Hidalgo se instalaron en busca de oportunidades económicas. La candidata in pectore no ha pasado por las instituciones educativas de la élite de su país; tiene la fe en Francia —en los valores de la República y de la laicidad— de quienes son franceses por voluntad. “Su padre era un obrero, un proletario”, dice el biógrafo. “Y ella vivió en su infancia y adolescencia con un padre que tenía un miedo visceral al accidente laboral”. Según Raffy, que Hidalgo fuese inspectora laboral de profesión se explica por este contexto.
Hay un tercer escenario: París, donde Hidalgo hace carrera política y, en la alcaldía deja en herencia una revolución verde, acelerada por la pandemia, pero también una imagen de dirigente que polariza, una alcaldesa que, como escribe Raffy, “posee el arte tanto de hacerse adular como detestar”.
Cádiz, Lyon, París: el último tramo, el camino al Elíseo no es fácil. En los sondeos apenas llega al 10% de votos, lejos de la segunda vuelta, a la que se clasifican los dos candidatos más votados.
Otro problema es que, desde que Macron llegó al Elíseo, el PS se ha visto varias veces al borde de la extinción. Y la izquierda está dividida en fracciones irreconciliables. Juntas, estas fracciones sumarían en torno al 30% de votos, pero si la izquierda populista, la ecologista y la socialista de Hidalgo se presentan por separado, se arriesgan a neutralizarse.
“Nadie sabe si Anne Hidalgo puede ganar”, explica por teléfono Frédéric Dabi, director general del instituto demoscópico Ifop. “A siete meses del voto, como ahora, ha habido elecciones presidenciales en las que todo estaba escrito”, dice. “Pero ha habido otras con muchas sorpresas”. A estas alturas, hace cinco años, Macron era una hipótesis remota y se daba por hecho que el presidente sería el conservador Alain Juppé.
“Anne Hidalgo no es favorita, ni de lejos”, continúa Dabi. Pero añade: “Tiene una imagen presidencial. Es mujer. Dirige la primera ciudad de Francia. Tiene una imagen internacional más bien excelente. Encarna una corriente social y ecologista”.
Para clasificarse a la segunda vuelta y tener alguna opción para llegar al Elíseo, deberían darse una conjunción de circunstancias que hoy, con Macron y Le Pen liderando los sondeos desde hace meses, parece improbable.
Missika, que fue clave en la campaña para reelección de Hidalgo en las municipales de 2020, esboza un posible camino para la remontada. “Número uno: ganar el pulso con los ecologistas”, explica. Es decir, conseguir o bien que los ecologistas se unan a ella, o que estos elijan en las primarias que han organizado a un candidato tan radical que el votante ecologista moderado prefiera a Hidalgo, cuyas credenciales medioambientalistas ha dejado fuera de duda en París. “Número dos: lograr el voto útil”, añade Missika. Esto requería una subida de Hidalgo en los sondeos y un efecto de arrastre que llevase a los votantes de Jean-Luc Mélenchon, el candidato de la izquierda populista, a concentrar su voto en la candidata con más opciones. “Y número tres: apostar porque la señora Le Pen se vea debilitada por una candidatura de Éric Zemmour”, añade, en alusión al polemista de extrema derecha que sopesa lanzarse a la carrera y que podría quitar votos a Le Pen. Un derrumbe de Le Pen dejaría un espacio a Hidalgo, o a un candidato de la derecha tradicional como el exministro Xavier Bertrand, para clasificarse.
Son muchos síes, muchos condicionales. Pero incluso una derrota con un resultado honorable daría oxígeno al debilitado PS. Las presidenciales de 2022 no tienen por qué ser el final de la historia. También pueden ser un ensayo para las siguientes, en 2027.
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