“Hay que salvar a la patria”. “México está en riesgo”. “Morena está llevando al país al abismo”. Esos fueron los argumentos con los que la dirigencia del PAN ha convencido al partido de la necesidad de crear un contrapeso opositor mediante una gran alianza electoral con el PRI de cara a los comicios del año que viene. La medida, sin parangón en la historia política de México, fue aprobada el sábado por el Consejo Nacional, con el 70% de votos a favor. Sin embargo, el apoyo no es unánime y ha despertado fuertes críticas dentro del partido conservador. No solo porque su adversario histórico se vaya a convertir en su nuevo socio, sino porque las últimas encuestas no dejan muy claro el supuesto respaldo ciudadano a una alianza que, según los críticos, daría aún más aliento a Andrés Manuel López Obrador y a uno de sus eslóganes favoritos: no hay alternativa más allá de Morena, no hay diferencia alguna entre la oposición, todo es un ente oportunista y corrupto al que llama PRIAN.
Pese al sí mayoritario, los críticos apuntan a que la muestra entre la militancia fue escasa −apenas el 25% del censo− y que algunos Estados fueron excluidos de la votación. Consideran que la medida es una patada hacia adelante de la dirigencia, que no fue capaz de anticipar la oleada de Morena, que tiene mayoría en ambas cámaras, y apuntalar al partido como un bastión fuerte de oposición. Y alertan de los riesgos de una aventura que no está suficientemente sustentada en los datos.
Las más recientes encuestas de intención de voto, como la publicada la semana pasada por Reforma, apuntan a que el 60% de los mexicanos no votaría por un candidato de una alianza PRI-PAN. El 40% nunca votaría por el PRI. Desde la cúpula, defienden que la medida sí tiene sustrato sobre el terreno y lleva meses siendo sopesada. “La propuesta nace de la inquietud de muchos órganos intermedios que trabajan con las bases, así como de exgobernadores, líderes sociales y empresariales”, apunta Julen Rementería, senador por Veracruz y uno de los presentes en la votación del sábado.
A falta de que las formaciones −el acuerdo incluye también al PRD, una izquierda cada vez más residual con la que el PAN se presentó en alianza a las elecciones presidenciales de 2018− vayan avanzando en la consolidación del pacto, 158 de los 300 distritos electorales contarán con candidatos comunes. “No es una alianza total y es estrictamente electoral. Se trata de reforzarnos donde creemos que podemos competir mejor”, añade Rementería, que pone como ejemplo su Estado, gobernado por Morena. “De los 20 distritos de Veracruz, a lo mejor vamos en cinco o como mucho en 10, donde el PAN no ha ganado nunca”. Los acuerdos previos apuntan de momento a Baja California Sur (gobernada por el PAN), San Luis Potosí (del PRI), Sonora (PRI), Colima (PRI) y Tlaxcala (PRD). La incógnita permanece alrededor a las 15 gobernaturas en disputa y, sobre todo, en torno a cuál será la estrategia en los Estados fuertes del PAN como Querétaro, Guanajuato o Nuevo León. “En estos feudos, el PRI les contamina y no les interesa ningún acercamiento con ellos”, argumenta una fuente del sector crítico.
Entre los cuadros que han hecho público su rechazo, el senador Damian Zepeda, expresidente del partido, considera que es una incongruencia con la que se corre el riesgo de desdibujar la identidad de la organización. “El PAN se ha basado en luchar contra el sistema que ha implementado y aún implementa el PRI. No se nos puede olvidar el uso político de la justicia, como maniobraron hace dos años para atacar a nuestro candidato [con relación a la investigación abierta por la entonces PGR en contra de Ricardo Anaya en plena campaña], la encarcelación de opositores en Hidalgo. No puedes ir de la mano con quien te ha atacado toda la vida”. Zepeda considera que la alianza mancharía la bandera anticorrupción que trata de enarbolar su partido y recuerda los recientes casos que acorralan al PRI: los exgobernadores Javier y César Duarte o los casos de Odebrecht y la Estafa Maestra.
El Pacto por México como antecedente
La referencia más aproximada a este acuerdo tripartito se encuentra en el Pacto por México, el amplio paquete de medidas liberalizadoras que inauguró el mandato de Enrique Peña Nieto a finales de 2012 y que contó con el apoyo del PAN y del PRD. “La sintonía no es nueva, hay un sector del partido que se siente cómodo cerca del PRI”, añade Zepeda. Los promotores del reciente pacto argumentan que el asunto va más allá de la ideología. “En otro momento yo había comprado los argumentos en contra, pero con la mayoría de Morena y López Obrador marcado todos las mañanas la agenda de un partido ya casi hegemónico se complica todo mucho”, defiende Rementería, que apunta a una agenda de mínimos donde los dos partidos puedan converger: apoyo a la reforma energética y recuperación del empleo.
La alianza ha sido auspiciada por la patronal y parte de la sociedad civil. La plataforma Sí por México, que asegura contar con el respaldo de 50.000 personas y amplios apoyos entre el mundo empresarial, ha sido una de las más firmes defensoras del pacto. Durante los últimos meses se han prodigado en declaraciones públicas y hasta sentaron en la misma mesa para uno de sus actos a los presidentes de los tres partidos. “Los empresarios han intervenido en algunas decisiones pero no lo suficiente para generar contrapesos. El problema ha sido la incapacidad para construir una oposición fuerte por nuestra parte. Durante los últimos años, nos hemos tirado en la hamaca”, apunta otra de las fuentes críticas que prefiere guardar el anonimato. Rementería también relativiza el peso de la patronal y reitera que “es una decisión apoyada por la militancia”.
La extensión y profundidad del pacto es otra de las preocupaciones dentro del partido conservador. Temen que si se trata de un mero acuerdo electoral, el PRI pueda quedar como partido bisagra en las votaciones en el parlamento, dificultando aún más la posición de Morena en la Cámara. “Esta es la mayor mentira del acuerdo. Es un espejismo porque el PRI nunca será oposición. No hay que olvidar que votaron en el Congreso a favor de la Guardia Nacional, de la reforma educativa o de los nombramientos de los ministros de la Suprema Corte”, añade Zepeda. El senador Rementería defiende la alianza con un símil costumbrista: “Esto es como el que se va a casar y tiene miedo de lo que pase con los años. Vamos a casarnos primero y ya veremos cómo nos va en el futuro. El objetivo ahora es arrebatar la mayoría a Morena”.
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