Contenedores permanecen bloqueando el Puente de Tienditas que conecta el estado Táchira (Venezuela) con el departamento de Norte de Santander (Colombia).Mario Caicedo (EFE)
La normalización de las relaciones económicas con Colombia han sido recibidas en el aparato productivo venezolano con una mezcla de alegría y aprensión. La población y el empresariado de la frontera, así como el sector comercial del país, lo celebran al verlo como una oportunidad para fortalecer sus ingresos y abandonar la ruina. “Me alegra mucho anunciar que, a partir del 26 de septiembre, daremos apertura conjunta a las fronteras entre Venezuela y Colombia. Además, reanudaremos los vuelos entre Bogotá, Caracas y Valencia”, declaró Maduro, quien además insistió en su interés de crear una zona económica especial entre ambas naciones.
“Vamos a proponerle al presidente Gustavo Petro la construcción de una gran zona económica comercial productiva entre Norte de Santander (en Colombia) y el Estado Táchira completo. Una zona binacional de desarrollo económico, comercial, productivo. Ha llegado la hora de que lo construyamos”, dijo Maduro. Los anuncios contemplan también la apertura de consultados, necesarios para la gestación de permisos sanitarios para el comercio de bienes y comida.
En las entrañas del lastimado entorno industrial del país, sin embargo, hay una inquietud creciente a causa de las asimetrías existentes hoy entre las economías de las dos naciones. Hasta 1998, el entorno productivo venezolano tradicionalmente dominaba la balanza comercial binacional. Pero los estragos ocasionados tras 22 años de chavismo han colocado a la economía venezolana en una situación de extrema vulnerabilidad ante el poderoso músculo de la economía colombiana, una de las más dinámicas de América Latina en estas dos décadas.
Parte del empresariado local ha pasado tiempo haciendo lobby ante la administración chavista del Palacio de Miraflores procurando abrir espacios para el intercambio comercial con Colombia, un horizonte que es una necesidad compartida, particularmente en las zonas fronterizas, y que con seguridad tendría un impacto positivo en el desempeño del triturado Producto Interno Bruto local. La circunstancia se ha fortalecido claramente con la llegada de Gustavo Petro al poder. Las relaciones diplomáticas entre ambos países recién se reanudan luego de una ruptura de tres años, y de varios más de tensiones políticas y graves desencuentros de orden ideológico. En los buenos tiempos, el intercambio comercial entre Colombia y Venezuela alcanzaba los 7.000 millones de dólares. El cierre fronterizo hizo del contrabando de mercancías, combustible y la apertura de trochas ilegales un tema generalizado.
“Si las condiciones fueran buenas, todo el mundo celebraría que se abriera la frontera con Colombia”, señala el empresario Jorge Roig. “El problema es que aquí no hay una política pública concreta para proteger el sector industrial del país, tan golpeado en estos años. El industrial venezolano tiene un problema grave con los impuestos parafiscales, que afectan mucho la estructura de costos y le impide competir con productos extranjeros. En los industriales hay miedo, es necesario proteger un sector que hoy tiene apenas 1.500 industrias, trabajando a un 35% de su capacidad, luego de haber tenido 12.000 hace unos años. Si no hay decisiones para proteger la industria nacional ante una economía mucho más poderosa, las consecuencias no serán buenas”, sostiene.
La economista y directora de la firma Síntesis Financiera, Tamara Herrera, coinciden en que “en este momento, la economía venezolana, la manufactura en particular, no está en las mejores condiciones para sacar provecho de esa apertura, aún a pesar de los esfuerzos de recuperación de estos meses”. “Puede que algunos nichos consigan algunas ventajas comparativas, algunas inversiones venezolanas concretas, pero los aspectos positivos que se esperan van a tardar en llegar. Colombia está mucho mejor preparada para esta apertura”, añade.
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Los anuncios oficiales de apertura económica y diplomática benefician de forma particular al universo poblacional de la frontera binacional entre ambos países. El peso colombiano es la moneda que todo el mundo reconoce como válida y pertinente en ambos lados de la frontera. Para Herrera, “si Venezuela no concreta un acuerdo nacional para resolver los entuertos de la crisis política de estos años, si no se levantan las sanciones para retornar la confianza de los capitales, si no regresa el crédito internacional, no se podrá avanzar demasiado, aunque haya muchos empresarios esforzándose en aumentar la productividad”.
Al menos dos encuentros binacionales empresariales han tenido lugar estas semanas en San Cristóbal (Venezuela) y Cúcuta (Colombia) para ir calibrando ventajas comparativas y oportunidades de inversión. “Muchas industrias venezolanas en Ureña, del lado venezolano, se han trasladado a Cúcuta por la deficiencia de los servicios locales”, dice Tiziana Polessel, directora de la patronal Consecomercio. “Hay muchas industrias establecidas en Colombia que son de venezolanos. La salida de la Comunidad Andina de Naciones nos obliga a reestablecer vínculos y mercados que hemos perdido”.
Polessel apunta, sin embargo, algunas ventajas y zonas de oportunidad en esta apertura. “En los colombianos hemos notado mucho interés en trabajar para reactivar el sector turístico, para ellos Venezuela era un destino importante, particularmente la isla de Margarita. El regreso de los vuelos comerciales es una buena noticia para todos. Hay algunos medicamentos hechos en Venezuela que los colombianos no están produciendo. En el sector educativo, hay una enorme oportunidad en materia de doctorados y postgrados. También hay ventajas competitivas en el talento humano en tecnología”.
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