Tania Bruguera, una de las mayores representantes del arte cubano contemporáneo, conocida por su oposición al régimen de su país, contesta a EL PAÍS a través de un sistema de mensajería encriptado desde Harvard, en Massachusetts, donde vive desde finales de agosto tras llegar a un acuerdo con el Gobierno de Díaz-Canel que, a cambio de su exilio, permitió la salida de la cárcel de algunos de los presos políticos encarcelados tras las protestas del pasado 11 de julio. Esta manera de comunicarse, aunque está fuera de su país y cuando el tema de conversación es una buena noticia, pues acaba de recibir el Premio Velázquez de Artes Plásticas, que concede cada año el Ministerio de Cultura español, dotado con 100.000 euros y considerado el equivalente al Cervantes en literatura, da una idea de la persecución a la que sigue sometida a miles de kilómetros de la isla.
Por eso, sus primeras palabras son para los artistas y para el resto de los cubanos que siguen en las cárceles a la espera de juicio. “Este premio llega en el contexto en el que los artistas independientes cubanos estamos diciendo no a la participación, no a la colaboración, no a la promoción de la Bienal de la Habana del 2021, porque nuestros hermanos artistas están presos, porque el pueblo cubano está preso”, escribe Bruguera (La Habana, 53 años) en referencia a una campaña que un grupo de artistas ha iniciado para tratar de boicotear una de las citas culturales más importantes del país.
En su comunicado sobre la artista tras anunciar la concesión del premio, el Ministerio de Cultura ha destacado precisamente “su defensa de la libertad de expresión a través de sus performances o de sus protestas”, lo que “la ha llevado en distintas ocasiones a confrontaciones directas con el poder establecido”. En este caso, el régimen castrista y su férrea y restrictiva idea de la cultura encapsulada en la frase de Fidel Castro: “Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”. En ese espacio de la nada, Bruguera ha construido su patrimonio artístico.
Bruguera destruye las barreras entre el arte y la política desde que en 1993 creara un periódico con textos de artistas para una exposición. A esta manera de concebir su trabajo la denomina artivismo. Es una artivista desde los 12 años, cuando tras una temporada en Panamá por el trabajo de su padre, conoció la realidad de una isla que no era la Cuba que le habían contado, imaginado e idealizado. Una de las primeras consecuencias de ese baño de realidad fue ese periódico que le condujo a su primer interrogatorio. Fue su padre, fundador del Partido Comunista Cubano, el que la llevó a declarar. Después vendrían más. Hasta acabar detenida en varias ocasiones, la última vez en arresto domiciliario durante casi nueve meses (tiempo en el que el Gobierno le cortaba su conexión a internet para mantenerla incomunicada). A finales de agosto aceptó exiliarse a cambio de su liberación y ahora trabaja en Harvard, Massachusetts.
“Todo el pueblo cubano tiene un amigo, un hijo, un esposo, una persona conocida que está presa por haber salido el 11 de Julio, por haber dicho que pensaba diferente”, continúa su relato la artista. “El Gobierno cubano se ha llenado la boca durante todos estos meses en una pretendida movida democrática para decir que ellos sí entienden que las personas pueden pensar diferente. Sí, pero cuando una persona piensa diferente, y lo manifiesta, entonces es penalizado”.
La artista se formó en La Habana, estudió en el Instituto de Arte de Chicago. Ha expuesto en las catedrales de la cultura contemporánea, desde el MoMA de Nueva York hasta la Tate Modern de Londres. Su principal herramienta ha sido la performance, con una línea narrativa netamente política. “Este premio habla mucho de que el mundo se ha despertado y está empezando a ver a Cuba como lo que es: una dictadura”, zanja contundente.
Bruguera no se olvida tampoco de sus antecesores en el premio y de esa vertiente estrictamente artística que este galardón significa para ella. “Este premio también me permite estar al lado de artistas a quienes admiro, a quienes quiero, algunos son mis amigos como Antoni Muntadas, Doris Salcedo, y personas que admiro muchísimo como Cecilia Vicuña”, confiesa. “También el hecho de tener una exposición personal en el Reina Sofía es una gran satisfacción porque por muchos años eso había sido un sueño”, adelanta sobre una muestra que se celebrará en la pinacoteca madrileña próximamente según estipula el galardón. “Y un deseo de estar en ese museo a donde tanto he ido y desde donde he aprendido muchas veces qué cosa es el arte contemporáneo”.
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