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La barranca que funcionó como cementerio clandestino en Veracruz; ahí terminó Laura

En 2016 se descubrió casi una veintena de cuerpos en una barranca cerca de Xalapa y de la Academia de Policía. Pocos cuerpos regresaron, la mayoría se ocultaron. Y algunas de las víctimas fueron privadas de su libertad a más de 250 kilómetros.

Por Violeta Santiago

Xalapa, Ver.- La infancia de dos hermanas en el sur de Veracruz fue hermosa; ahora, Veracruz significa muerte, peligro, horror, un estado irreconocible, uno al que Laura Adriana no quiere regresar. La maestra de Coahuila comparte el primer nombre con su hermana, Laura Soveira: “A mi mamá se le acabaron los nombres”, comenta, “así se llamaba una novia de mi papá, pero a mi mamá le gustó”. Una Laura que vive para recuperar a una Laura muerta.

Laura Adriana y Laura Soveira Muñoz Castor vivieron hasta los 6 años es en un poblado de Veracruz que se llama Nopaltepec, perteneciente al municipio de Cosamaloapan. En 1993 falleció su padre en un accidente aéreo; él trabajaba como piloto agrícola fumigando los cañales para los ingenios cañeros. “Llegamos a Veracruz por el trabajo de mi papá y nos regresaron a nuestra tierra natal, en Coahuila”.

Mientras que ella, Adriana, se desarrolló en el estudio hasta convertirse en maestra, su hermana no terminó la secundaria y se fue a los 13 años “porque se enamoró; era muy joven cuando se casó”. A los 15 años tuvo a su primer hijo y a los 20 llegó el segundo.

Convertida en madre de familia, Laura Soveira trabajaba en un supermercado y posteriormente se separó de su pareja, aunque sus suegros le pidieron que les dejara a los niños por cariño y accedió, lo que derivó en una buena relación en los siguientes años.

Por cuestiones del destino, la joven regresó a Veracruz y se instaló en Poza Rica, en donde comenzó a trabajar en un supermercado de carnes. Fue en esa ciudad en donde conoció a Alonso, su pareja. “Estuvieron casi 4 años juntos, ella nos contó de él, que se dedicaba a la renta de maquinaria y que sus papás tienen taxis; como todo el mundo nos quiere vender lo mejor”, recuerda Laura Adriana.

Ella se fue a vivir con Alonso a la casa de sus papás, mientras ella sigue trabajando para mantener su Seguro Social. Fue en julio de 2015 cuando Adriana y su mamá visitan a Laura Soveira y le llevan a sus hijos para pasar las vacaciones. En ese momento, Adriana recuerda que no había “nada fuera de lo normal”, pero agrega que “Alonso no salía a trabajar y todo el día estaba con el teléfono y mi hija, Chove, así le decíamos, en Carnemart ya con un embarazo”.

El 7 de enero de 2016, a tres meses de que naciera su tercera hija, Chove desapareció. “El día que mi hermana desaparece todavía habló con mi mamá a las 4 de la tarde: ‘Mamá, está haciendo norte y Fernanda anda malita y yo me siento muy cansada, pero la voy a ir a dormir para descansar yo. Más tarde te marco’, fue lo último que supimos de mi hermana”.

Ellas no se enteraron hasta el sábado 9 de enero, cuando a las 11:30 horas de la mañana uno de sus primos le asestó: “¿No te han hablado de Poza Rica? ¿No te ha hablado Chove?”.

Laura Adriana estaba embarazada en ese momento. “Me estaba preparando y cuando llegó mi primo me dijo que le habían hablado los papás de Alonso, que les marque por favor”.

El teléfono sonó varias veces hasta que alguien contestó.

–¿Qué pasó Doña Socorro?

–Ay, Laura, es que es un dolor muy grande– en ese momento, Adriana pierde el control y su mamá toma la llamada– Ay señora, es que Laura no aparece. Laura y José Alonso están desaparecidos desde las 6 de la tarde. Fueron a una parcela juntos y nunca regresaron. Como estaba haciendo norte iban a meter los animales. Mi hijo (Hugo) les está marcando y no contestan.

Para entonces, el hermano de Alonso ya había acudido a la Fiscalía a las 12 de la noche para reportarlo como desaparecido, pero no pudo levantar la de Laura porque no es familiar directo, de modo que Adriana se trasladó hasta Poza Rica para iniciar la denuncia. “Le toman muestra de ADN a mi mamá y les pedimos que rastreen la llamada”.

La Fiscalía General del Estado (FGE) en ese entonces dependía, como su Fiscal General, de Luis Ángel Bravo Contreras, durante el último año de gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Como sucedió en otros casos documentados durante el sexenio, la Fiscalía no solicitó la sábana de llamadas para poder identificar el paradero de los desaparecidos o, incluso, de los responsables.

“Hasta la tarde estuvo activo (su teléfono), hasta el sábado 9. Sobre la solicitud de la revisión de las llamadas, nada más dijeron que sí, pero hasta que vamos a Xalapa nos damos cuenta que no hicieron nada”.

Desde enero, Laura buscó a su hermana con el apoyo de los colectivos de familiares de desaparecidos, especialmente del colectivo de Familiares en Búsqueda María Herrera A.C., de Poza Rica.

Muchas veces, Laura encontró que su cuñado, Alonso, aparecía “activo” en redes sociales y aplicaciones telefónicas, incluso hasta el 11 de mayo. “Yo lo escribía y me dejaba en visto y yo me preguntaba por qué él no nos dice qué está pasando”.

Pero ni Laura Soveira ni Alonso estaban vivos para ese entonces. Ambos fueron privados de su vida apenas días después de que desaparecieran: fueron encontrados en el municipio de Emiliano Zapata, en la barranca de “La Aurora”, cerca de la Academia de Policía de El Lencero, en Xalapa, a cientos de kilómetros de Poza Rica.

Ahí quedó Laura con su bebé en el vientre junto a, cuando menos, otros 18 cadáveres, pero nada más se reconocieron seis y del resto no se tuvo conocimiento, pues presuntamente se ordenó que los restos fueran desaparecidos.

En la barranca de “La Aurora”, presuntamente los policías arrojaban los cuerpos para deshacerse de las víctimas de desaparición forzada. El descubrimiento de este sitio se logró debido a la gran cantidad de zopilotes que sobrevolaban la zona. Los casos se atribuyeron a un grupo de “élite” de la Policía Estatal de Arturo Bermúdez Zurita que se dedicó a realizar desapariciones forzadas sistemáticas en un supuesto combate contra el cártel de Los Zetas.

Fue hasta el jueves 15 de diciembre, 11 meses después de que Laura Soveira desapareciera y fuera asesinada, cuando el teléfono en casa de la familia Muñoz Castor fue marcado por la FGE. Eran las 19:30 horas cuando les dijeron que, con base en los estudios realizados de ADN, un cuerpo tiene las características genéticas de la joven. Al final, ella pudo ser entregada a su familia, pero la mayoría no tuvo el mismo destino.

“Tuvimos paz y, al mismo tiempo, esperábamos que ojalá no fuera ella”. Durante todo ese tiempo de búsqueda, mientras Laura permanecía en una fosa común en un panteón de Xalapa, su familia tenía la esperanza de que la tuvieran en algún lado, de que estuviera viva.

El sábado 17 de diciembre madre e hija llegaron a la Fiscalía y descubren que los resultados habían estado listos desde agosto, pero la unidad de Poza Rica jamás se comunicó con ellas, hasta que intervino directamente Xalapa.

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“El fiscal en turno, el de guardia, nos atendió de maravilla, muy humano. Nos atendieron de periciales, un persona llamada Gaby, no sé que sea, pero muy amable”. No obstante, el panorama cambió cuando el lunes finalmente ven al fiscal que llevaba su caso, quien tajantemente les dice: “¿Sabe qué? Se atraviesan festividades navideñas, Salubridad se va de vacaciones y regresan el 5 de enero. ¿Por qué no se da su vuelta para entonces?” “Nosotras desde Coahuila y que nos digan ‘¿cómo ven? Váyanse y regresen en enero’”.

Laura tenía 29 años cuando fue asesinada. Había alcanzado a terminar la secundaria en la escuela de educación para los adultos. “Fue buena para el negocio, para las ventas. Era buena como cajera o recepcionista, le gustaba eso”.

Adriana y su familia se enfrentaron con los trámites burocrático para recuperar el cuerpo de Laura Soveira. Durante todos los meses que pasaron hasta que fueron notificados, creyeron que podía estar con vida y confiesan que la incertidumbre es la peor de las situaciones. “Hemos descansado, nos guste o no nos guste ya encontramos”, lamenta.

Todos los días desde que su hermana desapareció vivieron cada uno de ellos pensando cómo estaría, si estaba viva, si había comido. Cada bocado de alimento era una tortura pensando en si ella ya se había alimentado. “Es más desgastante el no saber si está aquí”. Y el escuchar a sus hijos preguntar: “‘¿Tía, que han sabido de mi mamá?’”.

Laura Adriana también remarca que el apoyo de los colectivos fue fundamental, sobre todo el que dirige María Herrera, que tomó el caso y lo expuso en días pasados ante el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares. “Tuvimos mucho apoyo, ahora nos han dicho que 15 días a lo mucho para recuperar el cuerpo”.

Los colectivos han formado lazos de apoyo estrechos entre sus integrantes que cada día se vuelven más en en Veracruz que se trata de una gran fosa clandestina. “Las contacté por lo de mi hermana. Las conocí en Xalapa, no las conocía en persona. A veces obtenemos mas por la gente que esta pasando por nosotros que de nuestros familiares directos o amigos; sin los colectivos, no hubiera avanzado”.

También la profesora cuenta que, antes de pasar por esta situación, como muchos otros “piensas que por algo lo llevaron”. Ahora entiende que “no había por qué, pero les tocó”. En el caso de las mujeres, cree que son vulnerables por la compañía, que así como le ha sucedido a muchas jóvenes desaparecidas de Veracruz, su hermana estuvo en el momento equivocado “con las personas equivocadas”.

–Hace como 7 años fui a pasar unas vacaciones de Semana Santa a Veracruz y dije que estaba muy bonito el mar, pero no, no ese no es el Veracruz que yo conocí -hace una pausa y la voz se eleva por la tristeza– Regresé por Laura. Pero no… No… –se vuelve a detener y finalmente lo suelta– ¡No quiero regresar nunca más a Veracruz!

A tres años de este caso, tres exfuncionarios duartistas investigados por desaparición forzada en el ocultamiento de los cadáveres de la barranca de “La Aurora” quedaron libres por un amparo que les permitió cambiar las medidas de prisión preventiva a arresto domiciliario.

La primera en salir, el 21 de mayo de 2019, fue la exdirectora de Investigaciones Ministeriales de la Fiscalía General del Estado (FGE), Rosario “N” alias “La Chacala”. Al día siguiente también recuperaron su libertad el exdirector general de Servicios Periciales, Gilberto “N”, y la exdelegada de la Policía Ministerial en la zona de Xalapa, Carlota “N”, todos vinculados con el ocultamiento de cuerpos de “La Barranca de la Aurora”.

Es cuestión de tiempo de que también salga Luis Ángel Bravo Contreras, el exfiscal veracruzano, investigado por el mismo caso.

Mientras tanto, los colectivos claman un alto a la simulación de la Fiscalía de Jorge Winckler Ortiz que basó estas detenciones no en la búsqueda de la justicia, sino de un interés político y perverso, por lo que los casos comienzan a caer y los presuntos responsables, a quedar libres.




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