Con la decisión de Más Madrid de no acudir a las urnas en una candidatura conjunta con Unidas Podemos y Pablo Iglesias queda aclarado el campo de juego de los comicios madrileños. Los resultados dirán si la opción de concurrir separados en esta crucial cita fue acertada. Hay algunos riesgos en la división del bloque progresista, pero el balance no tiene por qué ser negativo. La alta proporcionalidad del sistema electoral de la capital despeja el miedo a perder votos por la fragmentación partidista si las formaciones en cuestión superan el umbral del 5%, algo que parece bastante probable con Iglesias representando a la opción que lo tenía más complicado. Al margen del reparto interno entre las tres fuerzas —PSOE, UP y Más País—, la apuesta de ir con tres listas separadas puede apelar a distintas sensibilidades. Y la candidatura con voz propia de Mónica García como cabeza de lista de Más Madrid puede contribuir a abrir el foco en campaña a los asuntos concretos de la Comunidad y que el choque ultraideologizado sea menos dominante. Más Madrid es una plataforma política que ha hecho una labor apreciable en el Ayuntamiento y en la Asamblea ejerciendo una oposición constante y pertinaz en una región en la que las condiciones de manejo de la pandemia son especialmente complejas. Son esos asuntos, y no otros de corte abstracto, los que deberían ser objeto de discusión durante la campaña.
Se trata, claramente, de una cita electoral que certifica la creciente relevancia totémica de Madrid en el panorama político nacional. Inquieta la proyección que puede tener un Partido Popular representado por una candidata que ha roto un acuerdo de gobierno con los liberales en mitad de una pandemia para lanzarse a una aventura en la que parece estar perfectamente dispuesta a gobernar con la extrema derecha en caso de que los resultados indiquen esa opción como camino para retener el poder. Isabel Díaz Ayuso podría ensayar el primer Gobierno en España en coalición con la extrema derecha, y consumar un lamentable giro de una formación de tradición conservadora e institucional. La entrada de Iglesias en la competición electoral también es un síntoma de la importancia trascendental del pulso político en una región capital. Su decisión de abandonar el Gobierno es, además de legítima, racional en el sentido de incrementar las opciones de su partido de superar el umbral del 5% y mantener viva la opción de cortocircuitar esa alianza perversa del conservadurismo con los ultras de Abascal. Un experimento que tendría repercusiones nacionales. Tras la negativa de Más Madrid, Iglesias tendrá que librar su batalla desde un rincón de la arena, y haría bien en no aceptar el marco retórico que Ayuso pretende imponer en connivencia con la extrema derecha. Es bienvenida una propuesta de radical defensa de servicios públicos y políticas inclusivas; no lo es, por contraproducente, una de excesos verbales en la que, por ejemplo, se criminalizan asuntos que nada que ver tienen con el derecho penal.
Ante la propuesta anarcolibertaria y nacionalista del conglomerado Vox-Ayuso, vestida con ropajes mediáticos de corte trumpista, es deseable que el resto de partidos encarrilen la campaña en el terreno de los temas de real interés para la ciudadanía. Pese a la relevancia nacional, lo que se decide no es un Gobierno para España, sino para Madrid. Los madrileños merecen soluciones; no más problemas de división y rencor creados por los políticos.
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