Primer paso para facilitar la investigación del uso medicinal del cannabis. La ONU ha reconocido este miércoles las propiedades terapéuticas de esta planta y su resina al retirarlas de la lista IV de la Convención sobre drogas de 1961, un espacio reservado para las sustancias más perjudiciales y sin potencial médico reconocido. En la práctica, no cambia nada a corto plazo y el consumo recreativo seguirá prohibido porque esta planta se mantiene en el listado de drogas con alto potencial adictivo. Pero es “el primer paso”, explican los expertos consultados, para agilizar las investigaciones médicas sobre esta sustancia.
La decisión de la ONU responde a las recomendaciones realizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2019 para eliminar al cannabis de la lista IV al no ser “particularmente dañino”. La votación de los 53 países ha estado muy dividida: casi todos los Estados de la Unión Europea —con excepción de Hungría— y numerosos de América han sumado una mayoría simple de 27 votos para aprobar el cambio, según el recuento recogido por Efe. Gran parte de los países de Asia y África, en cambio, se han opuesto. La OMS también había recomendado cambiar de lista (hay cuatro apartados, según el nivel de riesgo) a otras menos estrictas a otros derivados del cannabis, pero todas estas propuestas han sido rechazadas en las votaciones.
“Es un primer paso. Levanta el pie del freno sobre el uso medicinal, que antes no se recomendaba. Esto puede abrir vías para que los gobiernos se sienten más libres para regular el cannabis medicinal. Pero los estados son soberanos y deciden. Hay 20 países que ya habían regulado el cannabis pese a la posición de la ONU”, sostiene Manel Guzmán, catedrático de Bioquímica de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité directivo de la Asociación Internacional por la Medicina Cannabinoide. Pese a haber caído de la lista IV, el cannabis sigue estando en el apartado I de la Convención de 1961, el listado donde están los estupefacientes que requieren alto control por su potencial adictivo, pero accesibles para actividades médicas, como la morfina.
Alrededor de 147 millones de personas en el mundo, el 2,5% de la población mundial, consumen cannabis, según los datos de prevalencia de los que dispone la OMS. El abuso de esta sustancia afecta al desarrollo cognitivo, a la memoria, puede crear síndrome de dependencia y problemas respiratorios, entre otras dolencias. Pero a la vez que tiene efectos perjudiciales para la salud, la ciencia ha encontrado beneficios terapéuticos de algunos derivados de esta planta. “Se ha demostrado su eficacia como inhibidores de náuseas y vómitos asociados a pacientes con cáncer, para la espasticidad en esclerosis múltiple, como inhibidores del dolor, para aumentar el apetito y la resistencia al síndrome de desgaste [pérdida de peso en pacientes con cáncer o sida, por ejemplo]. También tiene efectos para inhibir convulsiones en la epilepsia pediátrica”, señala Guzmán. En España están aprobados dos fármacos (para la espasticidad en esclerosis múltiples y para las convulsiones en epilepsia) con derivados del cannabis.
La inclusión del cannabis en la lista IV ha dificultado el desarrollo de la investigación médica con esta sustancia. “Es muy difícil llevar a cabo una investigación con cannabinoides porque está considerada una sustancia peligrosa. Tiene controles más estrictos en seguridad, transporte y manejo de la sustancia, algo absurdo cuando en el laboratorio hay sustancias mucho más peligrosas que esta. La fiscalización y los trámites administrativos son más engorrosos y se hace más difícil encontrar inversores”, apunta Guzmán. Medio centenar de países tienen programas de cannabis medicinal: Argentina decidió en noviembre legalizar el autocultivo y permitirá la venta de aceites, cremas y otros derivados de la planta con fines terapéuticos amparándose, precisamente, en la recomendación de la OMS. Canadá, Uruguay u Holanda también legalizaron el consumo pese a las directrices contrarias de la ONU.
Para Marta Torrens, psiquiatra experta en drogodependencias en el Hospital del Mar de Barcelona, la decisión de la ONU es correcta, pero teme que se malinterprete el significado de esta nueva directriz. “Lo que me temo es que sea recibido por la población general como que no pasa nada con el cannabis porque no es verdad. Siempre hay confusión entre la legalización y la inocuidad. Está bien que podamos usar algún cannabinoide con fines terapéuticos, pero no significa que no pase nada por fumarte un porro”, advierte. Y recuerda que el cannabis “sigue en la lista de sustancias que requieren un control estricto porque no ha dejado de ser adictiva”.
Guzmán, en cambio, apuesta por la regularización del uso terapéutico y recreativo del cannabis. “La clave es regular. Regular no significa que aumente el consumo. Regular no es liberalizar; es controlar, poner reglas del juego claras. La clave está en si queremos que el mercado lo controle el Estado o el narcotráfico”, zanja. El Ministerio de Sanidad no ha respondido si la decisión de la ONU precipitará algún cambio legislativo en España.
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