WASHINGTON — En alguna ocasión, Donald Trump le advirtió a Barack Obama que no “recurriera a Irán” para iniciar una guerra que mejorara sus posibilidades electorales.
Ocho años después, Trump no se ha mostrado renuente a la posibilidad de beneficiarse políticamente de su orden de abatir a un alto general iraní, generando acusaciones de atacar a una potencia extranjera por el bien de su campaña.
La campaña de reelección de Trump ha utilizado la muerte de Qasem Soleimani, jefe del cuerpo de élite Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica, como un arma contra los rivales demócratas del mandatario y para desviar la atención de su inminente juicio político en el Senado.
“Los estadounidenses quieren que su presidente actúe con decisión y defienda a los intereses del país y eso es exactamente lo que el presidente Trump hizo”, dijo el portavoz de su campaña, Tim Murtaugh.
“Los republicanos son buenos matando terroristas y este es un recordatorio”, añadió Michael Ahrens, director de comunicaciones del Comité Nacional Republicano.
Se anticipaba que el presidente reforzara esos mensajes el jueves en Toledo, Ohio, durante su primer evento de campaña desde que ordenó el ataque con dron de la semana pasada.
La campaña de Trump ha adquirido anuncios en Facebook para resaltar la muerte del general.
El Pentágono señaló que Soleimani “estaba activo en el desarrollo de planes para atacar a diplomáticos y militares estadounidenses en Irak y en toda la región”.
Pero el gobierno de Trump se ha rehusado a brindar información específica sobre el tipo de los supuestos planes, creando sospechas de que los ataques que ordenó fueron motivados, al menos en parte, por la creencia de que pudieran beneficiarle en las urnas.
Aquellos que rodean al presidente rechazan tajantemente cualquier insinuación de un motivo político. Pero no les molesta en absoluto utilizar el momento para comparar a Trump con sus rivales políticos, proyectándolo como un líder fuerte y acusando a los demócratas de satisfacer a Irán con una política exterior fallida.
A pesar del corto periodo de vida en la mayoría de las noticias que rodean a Trump, allegados del presidente admitieron inmediatamente después del ataque —que fue aprobado por el mandatario desde su club privado durante su vacación invernal— que podría ser un factor decisivo en la próxima campaña, particularmente en caso de represalias de Irán que suman a la región en un caos.
Ese escenario comenzó a aparecer la noche del martes cuando Irán disparó una serie de misiles balísticos en contra de dos bases iraquíes que albergan a tropas estadounidenses, y le advirtió a Estados Unidos y a sus aliados en la región que se abstengan de cualquier tipo de respuesta.
El mismo presidente le dijo a uno de sus confidentes que quería lanzarle una advertencia a Irán de no interferir con los activos de Estados Unidos.
Y estaba ansioso de proyectar una imagen de fuerza y replicar su mensaje del año pasado después de aprobar el operativo en el que murió el líder del grupo ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi: Estados Unidos dará caza a sus enemigos en cualquier parte del mundo.
La muerte de Al-Baghdadi se ha convertido en parte central en los anuncios y eventos de campaña de Trump y se anticipaba que el abatimiento de Soleimani recibiera un trato similar.
“Otro terrorista muerto”, se afirmaba en el título de un correo electrónico enviado por su campaña el domingo, en el que se dice que Soleimani era “un monstruo responsable de la muerte de miles de estadounidenses”.