Un hombre camina llevando un cartón de huevos por la calle Obispo, en La Habana, el jueves 27 de enero del 2022.Yander Zamora
—Dale, vamos a vernos un rato, que hoy sí te voy a hablar de la cosa, propone Lázaro, y suelta una de esas carcajadas suyas contagiosas y llenas de doble sentido.
La cosa a la que se refiere no es otra que “la situación”, la vida en Cuba y su tibiri tábara, el calvario cotidiano de la subsistencia, con sus angustias, despropósitos e inventos para llegar a fin de mes, “una heroicidad en los tiempos que corren”, dice.
Quedamos en San Rafael, a un costado del hotel Inglaterra, en la frontera entre Centro Habana y La Habana Vieja.
Cuenta que antes de 1959 esta calle era famosa por sus elegantes comercios y tiendas por departamentos, sobre todo El Encanto y Fin de Siglo, (precursores de Galerías Preciados y El Corte Inglés, en España), y también por sus bares, lujosos escaparates y cines de moda, como el Duplex o el Rex, hoy desbaratados. “Ya ves lo que queda: vidrieras vacías, fachadas rotas y ofertas de tercera, igual que en todos lados”, comenta.
El punto de encuentro lo ha elegido Lázaro no por esta razón, pero tampoco por casualidad; le gusta quedar en sitios que tengan “historia”.
Recuerda que en los años noventa, cuando otra grave crisis sacudió el país tras la desintegración del campo socialista, en este lugar se instalaron decenas de trabajadores por cuenta propia a buscarse la vida en plena calle. El Periodo Especial hacía estragos, y para mitigarlos en 1993 Fidel Castro legalizó el dólar y autorizó un año después el ejercicio privado de un centenar de actividades, entre las cuales había algunas tan peculiares como la de forrador de botones, rellenador de fosforeras (mecheros), limpiador de bujías y “manicuri” (sic).
Así fue que, mientras la isla se sumergía en una larga noche de apagones (de hasta 12 horas diarias), y por falta de petróleo en el campo los tractores eran sustituidos por bueyes, y la televisión recomendaba recetas como picadillo de cáscara de plátano, y el dólar llegaba a 160 pesos cubanos en el mercado negro, las nuevas manicuras particulares se ubicaron en pleno boulevard de San Rafael con mesita, taburete y todo lo necesario para atender a sus clientes.
Varias personas caminan o hacen fila para entrar a tiendas en la calle Obispo, el 28 de enero, en La Habana, Cuba.Yander Zamora
Era la peor época de la crisis, la realidad era tan dura que no había forma de escapar a ella, y cuando dos o más cubanos coincidían en la bodega, en una cola o en una fiesta, era imposible no hablar de lo mal que estaba la cosa. Era todos los días, a todas horas y en cualquier lugar, y una de las manicuras de San Rafael, harta ya de que la gente además de arreglarse las uñas aprovechase su compañía para hacer terapia, puso un cartel sobre su mesa que advertía: “Prohibido hablar de la cosa”.
—Pues así estamos ahora dice Lázaro — dice — trastornados, todo el día hablando mierda de la cosa.
Aunque admite que la situación hoy “no es como en el Periodo Especial” –entre 1990 y 1993 el PIB cubano cayó un 35%–, afirma que “la situación es cada vez más grave”, con un desabastecimiento galopante, pérdida de poder adquisitivo de los salarios y una inflación desbocada tras la implementación por el Gobierno de la llamada Tarea Ordenamiento.
Las tiendas en moneda nacional están prácticamente vacías. Y el Estado ha abierto otras en MLC [Moneda Libremente Convertible], donde se puede comprar con tarjetas de crédito respaldadas con dólares u otras divisas extranjeras (un dólar es equivalente a un MLC). “Pero la mayoría de la población cobra en pesos y no tiene acceso a dólares, a no ser que se los envíen sus familiares desde el exterior o trabajen para una empresa extranjera”, explica Lázaro.
“Los salarios han subido, es cierto, pero han subido mucho más los precios”, señala. “Y el dólar, que hace solo tres meses se cambiaba a 70 pesos por 1 en el mercado negro, ya está a 100… El cambio oficial es de 24 por uno, pero como el Gobierno no tiene divisas para canjearte, el que manda es el cambio de la calle”.
Viene a la cita con papel y lápiz. Afilado. Un médico gana entre 5.000 y 6.000 pesos cubanos (entre 50 y 60 dólares, al cambio informal), un recién graduado universitario 2.800, un técnico superior 3.600, un juez cerca de 6.000 (y si es del Supremo entorno a 9.000), un barrendero o un auxiliar de limpieza, 2.100 (que es el salario mínimo), un arquitecto, entre 4.000 y 5.000, lo mismo que un profesor universitario. El salario medio en Cuba ronda los 3.800 pesos, y la pensión de jubilación más baja es de 1.528 pesos.
Un bicitaxi pasa frente a varios coches clásicos que esperan clientes, el 27 de enero, en el Parque Central de La Habana, Cuba.Yander Zamora
—En el sector privado puedes ganar cuatro, cinco o seis veces más. Un camarero de una paladar, por ejemplo, puede llevarse 20.000 pesos mensuales, o más, pero tampoco le alcanza — asegura.
Cruzamos Prado y nos sentamos en el Parque Central, muy cerca de la estatua de José Martí, el héroe nacional de Cuba. Lázaro para a una señora que pasa por allí con su hijo y la interroga:
— ¿A cuánto está el cartón de huevos?
— ¡Buaahh! — exclama la señora — A 500 y hasta 600 pesos… Lo que les dé la gana pedir a los revendedores [un cartón trae 30 huevos].
—¿Y la libra de cerdo? [una libra son 454 gramos]
—De 180 a 200. Y si esta deshuesado, 250.
—¿El pan…?
La mujer, muy educada, hace catarsis. Está insultada: dice que esta mañana compró una barra de pan en el mismo lugar de siempre, una panadería particular que queda al lado de su casa: “La semana pasada estaba a 50 pesos, hoy me ha costado 80. Cuando protesté, el dueño se encogió de hombros y me dijo que ha subido la harina y todo lo demás…”. Lázaro se crece y hace la pregunta del millón para una madre cubana.
—¿Y el kilo de leche en polvo?
La cara de la señora se transforma…. “¡Vaya, ahí te vas a 1.000 pesos, y no la encuentras”. Señala que por la libreta de racionamiento se garantiza a los niños de hasta siete años tres kilos de leche en polvo al mes a precios subsidiados (a 2,50 pesos cubanos el kilo, es decir, casi regalada). “Pero mi hijo tiene nueve, estoy embarcada”, se lamenta.
Lázaro le da las gracias. Y continúa él con sus propias cuentas: “Un corte de pelo, 200 pesos; una cajetilla de cigarrillos negros, 140; un jabón, 50; unos pantalones vaqueros malos, de 2.500 o 3.000; una pasta de dientes Colgate, 300; un litro de aceite, 200; una comida en un buen restaurante no te baja de 1.500 por persona, así que ni a la novia puedes invitar…”.
Me pide que bajemos por la calle Obispo hacia la Plaza de Armas para que lo entienda mejor.
A la altura de la librería La Moderna Poesía, hoy en estado ruinoso, hay una multitud arremolinada. Y tremenda bronca a gritos y empujones. Un empleado pasa pidiendo los carnés de la gente en plena calle, varias personas discuten por su lugar en la cola, están al borde de la fajazón (pelea). “Han sacado cigarros”, explica alguien.
Dos hombres conversan en un parque de la calle Obispo.Yander Zamora
Lázaro dice que siempre pasa lo mismo cuando el Estado saca cigarrillos a precios “normales” -24 pesos cubanos la cajetilla de H.Upman-. “Como no hay casi cigarros, el que fuma tiene que comprarlos en el mercado negro a 140 pesos la caja, por eso cuando lo venden a estos precios en los establecimientos del Estado la gente se mata. “La mayoría de los que ves aquí son revendedores, es un buen negocio”, dice, y en eso llegan unos policías a controlar la situación, y por suerte la cosa se calma.
“Así es con todo. En las tiendas en moneda nacional no hay nada que merezca la pena. Las únicas surtidas, y hay que hacer tremendas colas, son las tiendas en MLC, pero si no tienes acceso a divisas solo te queda comprar en el mercado negro a precios astronómicos”, cuenta mi amigo.
Cuando el 1 de enero de 2021 el Gobierno subió todos los salarios y precios, eliminó subsidios, estableció la unidad monetaria, acabó con el peso convertible y dictó una tasa de cambio oficial de 24 pesos cubanos por dólar, reconoció que esta llamada Tarea Ordenamiento (bautizada por los cubanos como “Tarea Desordenamiento”) implicaría un proceso inflacionario. Pero aseguró que mantendría la inflación bajo control. No ha sido así.
“La tasa oficial sigue a 24 por uno, pero la tasa Obispo está a 100 por uno″, dice socarrón Lázaro, que llama tasa Obispo a la de “la bolsa negra, que es la que manda”. “En los últimos meses, el dólar ha subido un 30%, todos los productos de primera necesidad se han encarecido bestialmente, así que la gente está de los nervios… las colas son inmisericordes, hay broncas a diario”.
Paramos en el parque Sancho Panza, a la altura de la calle Aguacate, en cuya esquina está la tienda La Francia, de MLC, que vende electrodomésticos. “Mira pa eso”, dice. Una lavadora Samsung cuesta 679 MLC (equivalente en dólares), un microondas, 113, y un aire acondicionado Panasonic 830. “Y lo mismo pasa en las tiendas de comida”, afirma. “Ayer compre una mantequilla en cinco MLC, porque en moneda nacional, nada de nada… El Estado nos paga en pesos y todo hay que comprarlo en divisa, así está la cosa”.
Llegado a este punto, Lázaro se bestializa. Pero como buen intelectual que es, ha venido preparado y saca del morral unas hojas impresas. Describen de forma muy gráfica lo que pasó en Alemania después de la Primera Guerra Mundial, cuando en 1922 se desencadenó un proceso hiperinflaccionario luego de que se derrumbara la confianza en la economía y en el antiguo marco (Papiermark). Me saca un artículo publicado coincidiendo con los cien años de aquel desastre. Cuenta que una persona va a una cafetería y pide un café: costaba 5.000 marcos. A las dos horas encarga un segundo café, y cuando pide la cuenta son 13.000. El hombre protesta, y el dueño le dice: el primero era 5.000, pero en este tiempo ha subido a 8.000, lo tenía que haber pedido antes.
“Pues aquí estamos casi así”, dice, y resuena en la calle Obispo otra de sus carcajadas.
Paramos en un restaurante privado, y de nuevo Lázaro interroga a su dueño. Nos dice que ya ha cambiado los precios de la carta dos veces y que esta semana tendrá que hacerlo otra vez: “Tengo que comprarlo todo en dólares y vender en pesos, y a este cambio, pierdo cada día”. Pone como ejemplo la cerveza. “Hace un año al cliente le costaba 60 pesos, hace tres meses, 90, y hoy 160, y en otras paladares la venden ya a 200″.
Una madre y su bebé observan el escaparate de una cafetería.Yander Zamora
La inflación, la desconfianza en el peso cubano y la existencia de las tiendas en MLC son objeto de profundo malestar y fueron una de las causas del descontento popular en la base de las masivas protestas del 11 de julio. En estos momentos, indica Lázaro, en medios académicos hay un intenso debate sobre la crisis que estamos viviendo y qué hacer para detener la espiral inflacionista. “Hasta la revista Alma Mater, voz oficial de la Federación de Estudiantes Universitarios, ha entrado al trapo consultando recientemente a seis destacados economistas si era ‘viable eliminar de manera inmediata y total las tiendas en MLC”.
La directora del Centro de Estudios de la Economía Cubana, Betsy Anaya, consideró “inadmisible e inaceptable que los productos de primera necesidad se comercialicen en una moneda que no es el CUP [peso cubano] y para la cual no existe un mecanismo cambiario oficial”. Esto, constata Anaya, hace que “cada vez el tipo de cambio informal sea más elevado y, por ende, el costo de los artículos para quien no tienen acceso a las divisas, sea mayor”. Todos coinciden en que la situación, como está planteada, es insostenible para la gente de a pie – la mayoría de las familias cubanas dedican el 90% de sus ingresos, o incluso más, en adquirir la canasta básica-.
Insisten los economistas cubanos en que, en el fondo de “la cosa”, hay problemas mayores: no hay producción ni estímulos a la productividad, las reformas emprendidas hasta ahora son insuficientes y lentas, las reservas de divisas del país están al mínimo, por lo que las importaciones han caído un 40%, el desabastecimiento es leonino, la gente no confía en los pesos cubanos ni en el futuro, y cada vez más profesionales se van y el dólar sigue subiendo. Eso sin desconocer que los efectos de la pandemia y el recrudecimiento del embargo norteamericano han supuesto un golpe demoledor.
De vuelta a casa nos cruzamos con Carlos, un dulcero particular que vende pasteles en la calle Obispo, a 30 pesos la unidad. Su resumen: “Con lo que uno gana compra la mitad que antes, las colas son insoportables, hasta dónde va a llegar el dólar, y la gente va a aguantar, nadie lo sabe… así que la cosa en Cuba está en candela”.
Lázaro me guiña un ojo, y dice: “Gallego, escúchalo a él, no me hagas caso a mí”.
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