Durante años, personal de salud en ‘La Cueva’ ha brindado atención médica a muchas de las miles de víctimas que la guerra civil ha dejado en Siria.
Sin embargo, desde el pasado lunes, aquel hospital subterráneo ubicado en Al Atarib, ubicado en Alepo, abrió sus puertas a las decenas de heridos que dejó el sismo de magnitud 7.8 que azotó la región fronteriza entre Siria y Turquía.
“Nuestro hospital siempre ha estado lleno de tragedias”, dijo el Dr. Nehad Abdulmajeed en una entrevista para el diario estadounidense The New York Times.
Hasta este jueves, el reporte de muertes tras el sismo asciende a 19 mil 400 personas. Al menos 3 mil 192 en territorio sirio.
El Dr. Abdulmajeed narró que luego del sismo, muchas de las víctimas que llegaron a ‘La Cueva’ ya estaban muertas y desde entonces, decenas de cuerpos sin vida no han dejado de arribar al hospital.
“Algunos llegan sin cabeza. Otros sin extremidades”.
‘La Cueva’ se encuentra construido a gran profundidad, esto con el fin de que el hospital esté protegido de los eventuales ataques y bombardeos en la región. Sin embargo, los habitantes describen la situación actual como una verdadera catástrofe causada por la naturaleza.
Esta nueva crisis humanitaria ha oscurecido el panorama sirio, pues además de que muchos territorios se encuentran en disputa entre el gobierno y la oposición, los esfuerzos de rescate no han logrado llegar a todas las regiones, pues muchas de las zonas afectadas se encuentran en territorios de acceso difícil.
Eso ha significado una lucha desesperada para salvar a las personas atrapadas entre los escombros de los edificios derrumbados con la esperanza de llevarlos a hospitales como el de Al Atarib.
La ayuda internacional también se ha enfrentado a obstáculos que han impedido su rápido acceso.
Apenas este jueves, a 36 horas del sismo, el primer convoy de ayuda de Naciones Unidas logró acceder al país a través del paso fronterizo de Bab Al Hawa, el único autorizado hasta el momento por el gobierno sirio.
El día del sismo, el Dr. Abdulmajeed estaba, como muchos, dormido junto con su familia cuando la tierra se cimbró.
“Vi nuestras vidas pasar ante nuestros ojos”, dijo a NYT.
Su familia se acurrucó en el frío durante horas para esperar las réplicas, antes de que pudiera llegar al hospital y comenzar a salvar a la gente.
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