La debilidad del Kremlin agrava el riesgo nuclear en la guerra de Ucrania

La debilidad del Kremlin agrava el riesgo nuclear en la guerra de Ucrania

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, lanzó el miércoles nuevas y explícitas amenazas nucleares en el marco de la invasión de Ucrania. No es la primera vez que lo hace, pero el contexto actual las hace más inquietantes que las anteriores, con un Kremlin en una situación de dificultad sin precedentes en este siglo, en distintos planos. En el campo de batalla, por la exitosa contraofensiva de Ucrania en el noreste del país y las ingentes pérdidas acumuladas por Rusia en lo que va de invasión. En el plano internacional, con un bloque occidental unido y potenciales aliados o socios de Moscú que se muestran progresivamente más fríos y distantes —como China, India o Turquía—. El plano interno, con aguas cada vez más agitadas y turbias.

Solo el presidente ruso sabe si estaría realmente dispuesto a recurrir al arma atómica (y en qué circunstancias). Entre los expertos, las opiniones son diversas. Muchos, como William Alberque, director del departamento de Control de Armas del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, siguen considerando muy improbable la escalada nuclear. “Lo veo como un síntoma de debilidad y un intento de espolear a los europeos a forzar negociaciones”, comenta.

Vladimir Putin, este miércoles durante una visita a Veliky Novgorod.Gavriil Grigorov (AP)

Sidharth Kaushal, especialista del Instituto Real de Servicios Unidos, coincide en considerar “altamente improbable” un recurso ruso al arma atómica. “Creo que es una amenaza latente, concebida para crear incertidumbre. Pienso que la frágil posición internacional de Rusia, ya bastante aislada, y con socios que empiezan a mostrar sus recelos, representa en el fondo un factor disuasorio. Si atacara con el arma nuclear, se encontraría en una situación de completo aislamiento, algo devastador para su economía”, dice Kaushal. “No creo que las use. Pienso que el mundo no se lo permitirá”, dijo el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en una entrevista con la alemana BILD TV. El mismo miércoles, después de las amenazas de Putin, Pekín exhortó a la contención.

“Aun así”, prosigue Kaushal, “creo que la de un ataque nuclear es una posibilidad que no se puede descartar. Si Ucrania prosigue en una senda que acabe destruyendo el grueso de las fuerzas rusas, nos hallaríamos ante el primer caso de una potencia nuclear decisivamente derrotada en combate convencional. Es territorio inexplorado”. En ese sentido, hay expertos que no consideran sumamente improbable el desenlace nuclear, entre ellos Rose Gottemoeller, ex número dos de la OTAN, que manifestó su inquietud al respecto hace días, antes del discurso de Putin. ¿Aceptaría el líder ruso una completa derrota de sus fuerzas en Ucrania y el probable colapso de su régimen que iría de la mano sin intentar la enésima huida hacia delante, la más arriesgada de todas? La duda es terrible, y los actuales acontecimientos la ponen en primer plano con una fuerza inusitada.

La amenaza nuclear forma parte de una serie de respuestas del Kremlin a la mencionada situación de extrema debilidad. Las otras principales son la movilización parcial de reservistas y los referendos convocados en provincias ucranianas para decidir acerca de su anexión a Rusia. Todas responden a la misma lógica: ante la dificultad, escalada. En ese marco, a continuación figuran unas claves para entender la que posiblemente sea la situación de tensión nuclear más grave desde la crisis de los misiles de Cuba.

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Suscríbete¿Cuál es el objetivo de la amenaza? Disuadir

La movilización busca sumar fuerzas para contener el empuje de Ucrania. Este, sin embargo, será un proceso como mínimo muy lento, y está por ver cuánto y cuándo tendrá efectos en el campo de batalla. Los referendos y la amenaza nuclear, en cambio, interactúan en un juego que parece buscar, de entrada y enseguida, un efecto disuasorio. La probable anexión tras las consultas celebradas en condiciones claramente no democráticas convertirá, en la lógica del Kremlin, a otras áreas de Ucrania (además de Crimea) en parte formal del territorio ruso. Cada ataque contra ellas será, pues, un ataque contra Rusia. Y, en paralelo, Putin señala su disposición a recurrir a todos los elementos de su arsenal.

Claramente, Moscú espera que ambos factores puedan pesar en los cálculos de Kiev y sus socios occidentales. En un comentario publicado en julio, Gustave Gressel, experto del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, señalaba cómo ese tipo de actitud ha dado ciertos frutos en los primeros compases de la guerra. No es un caso que los aliados occidentales no hayan querido suministrar, al menos hasta ahora, aviones de combate o armas de largo alcance a Kiev. Esta iniciativa entra dentro de una lógica militar que los servicios de inteligencia de EE UU atribuyen a Rusia y definida como “escalar para desescalar”. Aumentar la apuesta con la esperanza de que el adversario se contenga.

Además de intentar frenar la contraofensiva, como indica Alberque, puede que el Kremlin tenga la esperanza de que las amenazas nucleares brutales animen a algunos en Europa a presionar para buscar una desescalada por la vía de negociación. En su discurso, Putin mencionó que hubo momentos en los que Kiev había mostrado una actitud constructiva en ese sentido, pero que a su juicio —sin aportar ninguna prueba de ello— había sido espoleada por Occidente a seguir en el combate.

¿Usará realmente el arma? Claves de la doctrina

Aunque la respuesta solo la tenga Putin, es útil señalar lo que dispone la orden ejecutiva del presidente, titulada “Principios básicos de la política de Estado de la Federación Rusa sobre disuasión nuclear”, de junio de 2020. El artículo 19 del documento establece cuatro condiciones que permiten el recurso al arma nuclear:

a) Llegada de datos fiables sobre el lanzamiento de misiles balísticos contra el territorio de la Federación Rusa y/o sus aliados.

b) Uso de armas nucleares u otro tipo de armas de destrucción masiva por parte de un adversario contra la Federación Rusa y/o sus aliados.

c) Ataque de un adversario contra instalaciones críticas militares o gubernamentales de la Federación Rusa y cuya disrupción minaría la capacidad de acción de respuesta nuclear.

d) Agresión contra la Federación Rusa con el uso de armas convencionales cuando la propia existencia del Estado resulta amenazada.

De entrada, ninguno de estos supuestos parece funcionar de forma evidente. Pero las consultas pueden convertir pronto en parte de la Federación Rusa provincias de Ucrania objeto de combate y en el imaginario putiniano de constantes amenazas existenciales a Rusia no es inimaginable un planteamiento del Kremlin en clave del supuesto d.

¿Quién decidiría un ataque? Putin, pero…

La doctrina rusa (artículo 18) establece que la decisión corresponde al presidente. Pero, formalmente, se trata de un poder matizado por la implicación de otras figuras. “El sistema ruso sitúa la autoridad en el cargo del presidente, pero tras consultas con el ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor”, explica Kaushal. “La decisión, además, debe ser transmitida para su ejecución precisamente al Estado Mayor. Esta estructura procede del pensamiento de la URSS, donde se prefirió fijar sistemas de equilibrio y control. En la teoría es así, pero en la práctica, a la vista del grado de centralización del poder del régimen actual en manos de Putin, es improbable pensar que Shoigú, el ministro de Defensa, y Guerásimov, el jefe del Estado Mayor, se opondrían a una orden de Putin”. Aun así, el mecanismo prevé un margen potencial para la insubordinación.

¿Qué armas usaría? Las bombas tácticas

Poca duda hay entre los expertos de que, en caso de dar un paso sin precedentes desde la II Guerra Mundial, el Kremlin optaría por cabezas nucleares tácticas, que se distinguen por un menor potencial destructivo y por ser transportadas por vehículos de entrega de menor alcance que las estratégicas/intercontinentales.

Se trata de armas con un potencial explosivo inferior a las más destructivas actualmente disponibles. Pero el rango es amplio, y si algunas son mucho menos potentes que la de Hiroshima, otras lo son igual o más. La bomba que se lanzó sobre la ciudad japonesa tenía un potencial de 15 kilotones. Las ahora disponibles en el arsenal ruso van de un nivel muy bajo —EE UU las tiene de 0,3 y, pese a la falta de transparencia rusa, es razonable pensar que Moscú también disponga de bombas de potencial reducido— hasta capacidades del entorno de los 100 kilotones.

Según datos recopilados por el experto Hans M. Kristensen y publicados por el Instituto Internacional para Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo, Rusia disponía en 2020 de un amplio arsenal de cabezas nucleares no estratégicas, casi 2.000, que pueden ser disparadas desde lanzaderas terrestres, aéreas o navales. Algunos vehículos de entrega, como los misiles Iskander-M, capaces de cargar esas armas, han sido usados en el conflicto de Ucrania con cabezas convencionales. En conjunto, se trata de un arsenal mucho mayor que el correspondiente occidental, acumulado por Moscú con la lógica de contrarrestar la inferioridad en armas convencionales.

¿Cómo las usaría? Para aterrorizar

Rose Goettemoeller, la antigua número dos de la OTAN, mencionó dos posibles usos: soltar una bomba en las aguas del mar Negro, como elemento aterrorizante y coercitivo, o lanzar una cabeza nuclear de potencial limitado contra una infraestructura militar aislada. Estaría por ver cómo reaccionaría Ucrania ante semejante desafío, pero en un artículo publicado recientemente, el General Valeriy Zaluzhnyi, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, se refirió a la cuestión.

“Otro factor es la amenaza directa de uso por parte de Rusia de armas nucleares tácticas. […] Es difícil imaginar que incluso ataques nucleares puedan quebrar la voluntad de Ucrania de resistir. Pero la amenaza que emergerá para toda Europa no puede ignorarse. La posibilidad de involucración directa de las mayores potencias mundiales en un conflicto nuclear limitado, acercándonos a la III Guerra Mundial, no puede descartarse tampoco”, escribió.

¿Cómo respondería Occidente? Según el tipo de ataque

Si Rusia detonara un arma nuclear en el conflicto de Ucrania, la perspectiva que se abriría sería aterradora. El presidente de EE UU, Joe Biden, se refirió a la cuestión el miércoles ante la Asamblea General de las Naciones Unidas —donde tachó de “irresponsables” las amenazas y declaró que una guerra nuclear no puede ganarse y no debe ser librada nunca— y hace pocos días durante una entrevista. Como en ocasiones anteriores, trató de no añadir retórica incendiaria. Pero avisó de que Washington respondería en consecuencia. “La entidad de lo que ellos hagan definirá las características de la respuesta”. Exhortó enfáticamente a Putin a no explorar ese camino. “Cambiaría el rostro de la guerra como nada igual desde la II Guerra Mundial”, dijo. En el peor de los casos podría, directamente, cambiar el rostro de la Tierra.

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