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La demanda para el máster de profesorado desborda la oferta de las universidades públicas y alimenta el crecimiento de las privadas


Allí donde la oferta pública no llega a cubrir la demanda de estudios, llegará sin duda la privada, eso sí, para quien pueda permitírsela. Así ha ocurrido con la formación profesional (sobre todo con los ciclos de grado superior) y así ocurre con el máster de formación del profesorado de secundaria, titulación imprescindible para todo el que quiera enseñar en la ESO, el Bachillerato o en FP. La fuerte demanda de estos posgrados en tiempos de crisis y de necesidades imperiosas en los centros educativos ha elevado las solicitudes en las universidades públicas un 80% en los últimos dos cursos, según el sondeo hecho por este diario, de tal manera que hay casi ocho veces más aspirantes que puestos disponibles. O, dicho de otra forma, la pública solo ha podido atender en torno al 13% de las solicitudes. En ese contexto, las universidades privadas absorben el grueso del aumento de alumnos: han ganado 4.700 desde 2015 y acogían ya el curso pasado al 46% de los estudiantes de estos másteres de un curso de duración. Eso, teniendo en cuenta que el precio de la matrícula es muy superior (está en una horquilla de 4.000 a 8.500 euros) al de la pública, donde cuesta entre 600 euros en las universidades gallegas y 2.200 en la UNED.

La docencia puede convertirse en una opción realmente atractiva en tiempos de crisis, opina Lucía Sánchez-Tarazaga, profesora de Pedagogía de la Universidad Jaume I, en Castellón, dado que con casi cualquier carrera universitaria se puede acceder a alguna especialidad del máster de profesorado (desde las clásicas de Lengua, Historia o Matemáticas, a las más especializadas de FP). “Para una investigación pregunté a los alumnos por qué habían estudiado el máster y el 50% dijo que por alternativa laboral. Y en un momento de pandemia, auge de oferta online, pues dices: ‘Voy a probar, nunca se sabe”, añade.

Una de las universidades privadas y a distancia que han percibido claramente ese aumento de la demanda es la UNIR, y el director académico de su máster de profesorado de secundaria, Rafael Marcos Sánchez, también lo explica por el contexto económico. Habla de situaciones de paro, con ajustes de plantilla “en algunos sectores como el bancario” y de más oportunidades en ámbitos como la Formación Profesional (el Gobierno prevé crear 200.000 nuevas plazas entre 2020 y 2023, y para eso hacen falta docentes). Además, menciona el real decreto que permite que durante la crisis sanitaria se pueda dar clase excepcionalmente sin tener el título de máster de profesorado, debido a las grandes necesidades que han creado las continuas bajas por la enfermedad y la contratación de profesores de refuerzo. “Esas personas, si quieren seguir dedicándose a la docencia después de la pandemia, deberán sacarse el máster”, explica Marcos Sánchez.

Así, los datos de oferta y demanda facilitados a este periódico por 30 universidades de 11 comunidades dejan claro que la pública apenas puede atender, en conjunto, a una pequeña parte de las solicitudes; como norma general, la nota media de la carrera es la que determina el acceso a una plaza cuando no hay sitio para todos, aunque algunos campus también tienen en cuenta la afinidad de la titulación con la especialidad elegida o el orden de llegada de la solicitud. Aunque la media de desajuste que arroja el sondeo es muy alta (7,8 veces más demanda que oferta), la realidad esconde grandes contrastes, desde las universidades de León y Burgos, donde hay plazas suficientes para absorber prácticamente todas las solicitudes, hasta las andaluzas, donde ha habido 18 veces más aspirantes que puestos en Málaga, 20 veces más en la Pablo de Olavide de Sevilla y hasta 24 veces más en Cádiz. Es cierto que en las públicas andaluzas se paga en estos posgrados la tercera matrícula más barata del país (821 euros) y que Castilla y León está en la parte alta de la horquilla (1.800 euros), junto a Madrid y Cataluña. La pública a distancia, la UNED, ha recibido este curso 10.976 solicitudes (2.357 más que hace dos años) para acceder a alguna de las 690 plazas que ofrece cada año.

También hay que tener en cuenta, como explica un portavoz de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que se trata de una oferta poco flexible, con plazas cerradas para cada especialidad, y que no todas ellas despiertan el mismo interés: “Tenemos 11 especialidades con 30 plazas de nuevo ingreso cada una. Una de ellas, Enseñanza de la Música, no se oferta todos los años, pues no existe suficiente demanda. El próximo curso está previsto volver a ofertarla. Otra de estas especialidades, Enseñanza de Otras Lenguas Extranjeras (Francés, Alemán y/o Italiano), ha dejado de ofertarse debido a la escasa demanda. Lamentablemente, el título no contempla mover plazas entre especialidades, por lo que, si no se oferta alguna especialidad, no se pueden sumar sus plazas a otras”.

Pero no solo se trata de dificultades normativas y administrativas, aporta la profesora Sánchez-Tarazaga: “No hay una oferta clara de especialidades. Las universidades, en su autonomía, van sacando cada una las que más le convienen, incluso en función a veces de luchas de poder, con el clásico qué hay de lo mío, por lo que al final, muchas veces, a lo mejor no se modula la oferta en función de lo que se necesita, sino de lo que se pide en la universidad”. Los especialistas suelen insistir en que nunca es fácil equilibrar la oferta pública y la demanda de titulaciones superiores. Por un lado, se trata de evitar todo lo posible las frustraciones de quienes no pueden estudiar lo que quieren y, por otro, el despilfarro de recursos con carreras medio vacías o avalanchas de titulados en ámbitos que el mercado de trabajo es incapaz de absorber. De hecho, la profesora Sánchez-Tarazaga recuerda que ya salen muchos más titulados en el máster de secundaria de los que el mercado puede acoger.

Recetas de mejora

Sánchez-Tarazaga menciona en uno de sus trabajos la experiencia de Cataluña, donde la Generalitat centraliza un “sistema global de matriculación que permite, entre otros aspectos, distribuir de manera más eficiente entre las diferentes universidades tanto las especialidades como los estudiantes que cursarán las especialidades”. Aun así, la demanda para este máster en las universidades catalanas ha crecido un 60% desde 2020, con lo que se han quedado sin plaza este año tres de cada cinco aspirantes. El documento de 24 propuestas de reforma para la mejora de la profesión docente, presentado hace tres semanas por el Ministerio de Educación, dice que “es fundamental asegurar una suficiente oferta de formación vinculada con todas las especialidades”.

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El máster nació a finales de la década del 2000 para sustituir al Curso de Adaptación Pedagógica, el CAP, una formación que, devaluada y denostada hasta la saciedad desde su creación en los años setenta, se había llegado a convertir —salvo honrosas excepciones— en poco más que un trámite administrativo. El posgrado fue sin duda una gran mejora, pero ahora, sin llegar al punto del CAP, es este curso de un año de duración el que recibe graves críticas. Por ejemplo, del director del propio máster de secundaria en la Pablo de Olavide de Sevilla, Guillermo Domínguez: “Es un desastre, porque a estos chavales se les está obligando a hacer un posgrado en muy pocos meses cuando la materia es mucho más amplia. Y las prácticas, que son fundamentales, ocupan muy poco espacio”.

El documento del ministerio para empezar a negociar una nueva carrera docente hace varias propuestas de mejora: pruebas de acceso al máster, limitar las especialidades que se pueden cursar según el grado que se haya hecho antes —por ejemplo, que no se pueda cursar el de profesor de matemáticas habiendo estudiado una carrera de letras—, ampliar la duración del posgrado en algunas especialidades y, para todas, dar más espacio a las prácticas.

Para el catedrático de Pedagogía de la Universidad de Barcelona Francesc Imbernón, es fundamental revisar los contenidos —dar más espacio para “asimilar unos conocimientos psicosociopedagógicos que precisamente serán los que [el futuro profesor] necesitará más en su etapa profesional”— y que las universidades tengan suficiente margen y flexibilidad para hacerlo. Además señala otro problema que tiene que ver con la selección del profesorado y la falta de plazas públicas: “Como hay tanta demanda debido a la crisis, se hacen muchos grupos con muchos alumnos y se tiene que contratar profesorado que muchas veces son asociados, mal pagados y de rápida contratación”. Sobre la idoneidad del profesorado también se pronuncia Sánchez-Tarazaga: “No hay una selección. Muchos ni han tenido una formación pedagógica”.

Tanto ella como Imbernón destacan el problema que supone este modelo consecutivo para los docentes de secundaria (primero se forman en una disciplina y luego en pedagogía), a diferencia del modelo para los profesores de infantil y primaria, que estudian todo a la vez en las carreras de magisterio. La propuesta del ministerio en este sentido es “fomentar la generalización de asignaturas ligadas a la docencia, particularmente, de didácticas de las áreas y materias en titulaciones que habitualmente escogen los estudiantes que deciden seguir la carrera docente”. Carreras, por ejemplo, como Filología o Historia.

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