El peronismo debe recuperarse de un tsunami. El Gobierno de Alberto Fernández tiene dos meses para intentar revertir en las Legislativas el resultado de las primarias obligatorias y abiertas celebradas el domingo, que anticiparon que el oficialismo, de repetirse el resultado, perderá el control del Senado y la primera minoría en Diputados. Los precandidatos del Frente de Todos perdieron en 18 de los 24 distritos del país, incluida la provincia de Buenos Aires, bastión de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. En presidente Fernández prometió escuchar el mensaje de las urnas y “corregir errores”, mientras la coalición que lo apoya se debate ahora entre radicalizarse o cambiar el rumbo. El lunes se habló de cambios en el gabinete de ministros. Fernández parece poco dispuesto a ceder: en la mañana del lunes, organizó un evento en la Casa Rosada donde puso en primera fila a sus hombres más cuestionados.
Más información
Las PASO, como se llaman las primarias en Argentina, sirven para dirimir las candidaturas de las diferentes fuerzas y sacar del camino a aquellos que no superen el 1,5% de los votos. La cuota mínima fortalece las opciones de las dos grandes coaliciones que han dominado la política argentina desde el regreso a la democracia, hace casi cuarenta años. En ellas se aglutinan hacia la izquierda el peronismo considerado progresista (el kirchnerismo domina ese espacio) y diferentes agrupaciones y movimientos sociales. El otro polo reúne al peronismo de derecha, líderes liberales y neoliberales y los restos de la Unión Cívica Radical (UCR), el partido que en 1983 llevó a Raúl Alfonsín al poder. Las PASO no definen cargos, pero como todos los argentinos deben votar en ellas sacan una foto de lo que pueden esperar los partidos en la batalla definitiva. En este caso, la carrera termina el 14 de noviembre, cuando se renovará un tercio del Senado y la mitad de la Cámara de Diputados.
Ni en sus peores pesadillas, el Gobierno esperaba un resultado como el del domingo. Si se suman los votos de todos los distritos del país, la coalición Juntos por el Cambio, la que llevó a Mauricio Macri a la presidencia en 2015, sacó casi 10 puntos de ventaja sobre un peronismo que por primera vez se presentaba unido en un solo frente. En las causas de la derrota hay factores económicos, políticos y, por supuesto, la pandemia.
“No hubo una buena lectura de los datos”, dice Lara Goyburu, politóloga de la Universidad de Buenos Aires e integrante de la Red de Politólogas. Ha pesado en el resultado que “no se han resuelto problemas estructurales que se arrastran desde hace años, vinculados con el empleo, el acceso a la vivienda, la pobreza, la inflación. Tanto en 2019 [cuando ganó Fernández] como en 2021hay un descontento con toda la clase política El tema es ahora una cuestión de expectativas, porque en el 19 se le dio el voto al que prometía estar mejor, y la pandemia ya no es excusa para no estabilizar las variables de la microeconomía”, explica. Sergio Morresi, politólogo de la Universidad del Litoral, dice que “la decisión oficial, por la crisis económica, de no llevar una política de expansión terminó por no caer bien en la base electoral del oficialismo”. Para Lucia Vincent, de la Universidad de San Martín, el domingo hubo “un voto de enojo” multicausal, “tanto del que tuvo que cerrar una Pyme como del que no pudo velar a un muerto mientras el presidente celebraba el cumpleaños de la primera dama en la residencia oficial”, dice. “En parte hubo responsabilidad del Gobierno y en parte fue la catástrofe de la pandemia”, agrega.
El lunes fue día de reclamos hacia el presidente, que el domingo asumió personalmente la derrota como único orador de la noche electoral. El ala más dura del kirchnerismo criticó en los medios el rumbo económico, mientras crece la presión sobre el jefe de Ministros, Santiago Cafiero, y el titular de Economía, Martin Guzmán. Ambos son hombres de Alberto Fernández que no caen bien en las filas de la expresidenta. Más silencioso se ha mantenido, al menos hasta ahora, Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados y la tercera fuerza en el Frente de Todos. Los une el peronismo, pero chocan en las formas. Por el ello el debate pasas ahora por “radicalizar” o “cambiar el rumbo” para recuperar aquellos que en 2019 apoyaron a Fernández contra Mauricio Macri y esta vez se quedaron en su casa, votaron por la izquierda o, incluso, apoyaron las ideas de extrema derecha de Javier Milei, un personaje que ha calado sobre todo entre los más jóvenes a fuerza de gritos, insultos y muchas horas gratis de televisión en los programas políticos.
Dos meses a todo o nada
El Gobierno tiene ahora dos meses para hacer campaña y evitar que se repita en las Legislativas el resultado de las PASO. “Tiene tiempo para mejorar algo que fue muy pobre”, dice Morresi. “Tendrán que hacer política, pero habrá que ver qué diagnóstico hacen y si se radicalizan o no. Muchos dirigentes piden ‘ir más a fondo’, pero creo que eso no les va a funcionar”, explica. “La radicalización”, agrega Lara Goyburu, “no le sirvió al kirchnerismo ni en 2012, ni en 2015 ni en 2017. Hubo un aprendizaje de moderación y unidad, no es este el día para pedir moderación, pero estimo que harán una lectura más moderada” de lo que ha pasado. Lucía Vicent coincide con que el peronismo está aun a tiempo de revertir las cifras del domingo. “Pueden no repetirse”, advierte, y “el Gobierno tiene chances de recuperar votos. Es posible que las PASO hayan sido una advertencia, y que en el momento definitorio la gente vaya por un voto más seguro”, explica.
Si, finalmente, el peronismo pierde el control del Senado y se convierte en la segunda mayoría en Diputados, como anticipa el resultado del domingo, Argentina tendrá un problema de gobernabilidad. No será el mejor escenario para enfrentar una negociación con el FMI, una crisis que no cede y la incertidumbre por la pandemia.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región.
Source link