La desazón de Marc Márquez en el GP de Las Américas


Àlex Márquez es el hermano menor de Marc Márquez. Pero también es el chico que duerme en la habitación de al lado –lo fue en Cervera, Lleida, y también ahora que se han mudado los dos a Madrid–, su compañero de entrenamientos y de viaje, el amigo con el que se pica a la Play o haciendo motocross. Es su confidente. El que lo vio caer y volver a lesionarse el pasado noviembre, cuando sufrió un traumatismo craneoencefálico que le provocó, otra vez, diez años después, un problema de visión doble. El que se sentaba a su lado en el avión de regreso de Indonesia hace tres semanas cuando el piloto del Repsol Honda advirtió que volvía a fallarle la visión.

La diplopía, causada por una afectación del nervio oblicuo superior del ojo derecho, se había reproducido. Y Márquez se hundía. Lo explicaba él mismo este jueves en el circuito de Las Américas, donde este fin de semana se celebra el cuarto gran premio de la temporada. Y a donde ha vuelto. Poco convencido. Y con cierta desazón. La misma que arrastró durante todo el invierno de 2020, cuando no veía mejora alguna en esa fractura de húmero que le tuvo nueve meses parado. Márquez, que tenía el visto bueno de los médicos para competir hace una semana en Argentina, aunque renunció a ello —”Estuve a punto de volver, pero no tenía la motivación para correr ese riesgo, y no quise asumirlo”, dijo—, regresa porque sentía que tenía que hacerlo.

“Muchas veces vienes por diversión o porque tienes muchas ganas. Pero ahora mismo, después de la caída que tuve en Indonesia, ganas no hay. Es así. No todo es siempre cuestión de ganas y pasión. Ahora ganas no tengo, pero sé que tengo que salir a pista, reencontrar esas sensaciones y volver a tener esa confianza”, concedía a los micrófonos de DAZN este jueves.

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Un día después, sorprendió por su convencimiento, tenacidad y estilo agresivo durante los primeros entrenamientos libres. “Hace dos semanas no tenía motivación ni para entrenarme; no quería ni venir aquí. Pero la gente de mi alrededor, mi hermano, me ayudaron mucho a volver al gimnasio”, explicaba. La experiencia reciente y la madurez del pequeño de los Márquez, tres años más joven, le han enseñado a tratar con el 93 y con las lesiones de este, que le han amargado las últimas dos temporadas. En estas semanas, Marc, hombre optimista por naturaleza, siempre risueño, perdió la sonrisa. Y ni siquiera la recuperó para posar en Instagram, como él mismo admitía en uno de sus últimas publicaciones —el rostro serio, el ojo aparentemente sano—: “Hoy no me apetece sonreír, pero buscaremos la manera de volver a hacerlo”. En esos días hizo, también, comentarios que a su hermano no le gustaron un pelo. “No digas eso, eres Marc y vas a salir de esta”, le animaba aquel.

“A Marc le deben faltar ganas de volver a pasar por todo el proceso”, opina Pep Font, psicólogo del CAR de Sant Cugat, que sigue: “Debe tener pocas ganas de ir viendo cómo está, de ir progresando, ver hasta dónde llega y finalmente asumir cuál es el compromiso que asume ese fin de semana, qué riesgos puede tomar. Después de todo lo que ha pasado estos años, debe estar muy harto de vivir todo ese proceso. Ahora solo le queda aplicarse de manera profesional. Sabe cómo hacerlo. Sería mejor hacerlo con ganas, pero si no las tiene, debe actuar en consecuencia”. Y eso hizo. Salió al FP1 y marcó la vuelta rápida en un pispás. Por la tarde, las gafas de sol puestas dentro del box para cuidar al máximo su visión, terminó con el sexto mejor tiempo del día. El escenario acompañaba. El de Austin es el circuito en el que ganó su primera carrera de MotoGP a los 20 años. De los ocho grandes premios que ha disputado allí ha ganado siete.

“Lo más importante es que intente disfrutar del fin de semana. Y olvidarse un poco de dónde está el resultado. Si disfruta, volverá a ganar. Esto es Austin y aquí él es el sheriff”, le espoleaba Àlex Márquez en declaraciones a la prensa. “Si estoy aquí es porque la pasión por correr supera al sufrimiento. Estoy aquí para correr, no para pensar en si puedo caerme”, había señalado Marc el jueves. Y en esas está.

“Después de tres traumatismos craneoencefálicos, tiene un nervio que está un poco tocado. Cada vez que sufre un fuerte golpe en la cabeza, ese nervio se ve afectado. Y necesita de un tiempo para recuperarse. Es lógico que ahora cada vez que sufra un traumatismo tema no recuperarse de ese problema de visión doble. Es un peligro que existe”, opina un neurólogo conocedor del caso. En las tres ocasiones en que el corredor ha sufrido diplopía –para recuperarse de la primera necesitó cinco meses y una intervención quirúrgica– nunca ha recibido garantías de que esa lesión fuera fácilmente superable. El riesgo es alto. Márquez lo sabe. Y trata de convivir con ello montado a una moto que en Austin alcanza los 346 km/h.

Tema aparte será el de recuperar las sensaciones con una Honda que este año ha experimentado un cambio radical y que le obliga a pilotar de manera diferente a como se acostumbró desde aquel año de su primer triunfo en tierras texanas.

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